La Voz de Galicia

Sálvame

Opinión

Mariluz Ferreiro

13 May 2023. Actualizado a las 22:27 h.

Jorge Javier mira a la cámara. «Llega la nueva serie diaria que te atrapará. Mía es la venganza. Muy pronto, estreno en Telecinco». Y no puede evitar una risa malvada. Terelu presenta Sálvame algodón de azúcar, «un programa libre de polémicas, donde reina el buen rollo y donde nadie discute» y conecta con el lugar en el que se celebrará la feria del libro. Sálvame ya ha sido fulminado. Pero su agonía en pantalla tiene algo de Berlanga y de comedia italiana. Es una revancha que se sirve templadita. Tan surrealista era convertir a sus colaboradores en paladines del pueblo o uno más de la familia como hipócrita es negar que millones de espectadores han seguido sus andanzas durante años y que fueron el pilar del éxito de aquella cadena amiga que arrasaba haciendo de tripas corazón y pasando por la batidora a cualquier personaje de reality. A las cinco se despellejaban y a las seis y media se merendaban un yogur. La fórmula se copió para el fútbol y la política, con esos debates ardientemente polarizados, esas exclusivas de WhatsApp y esos colaboradores que se convertían en juez y parte que rozaban la autoparodia. Hubo un tiempo en el que Jorge Javier y los suyos eran la salsa de todos los platos que ofrecía su canal. Ana Rosa, publicitada como honorable sustituta en esta supuesta operación de limpieza, mojaba su pan en ese suculento caldo en el que se cocían las audiencias, aprovechando en su plató las sobras de las tardes y las noches. Ahora todo el mundo se rasga las vestiduras. Como si nadie hubiera visto nunca este formato. Como si solo hubieran hecho caja los que ponían su cara, su voz y sus trapos. Como si todo fuera un mal pasajero. Pura hipocresía. Detrás de las cámaras y delante de las pantallas.


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