La Voz de Galicia

La filosofía como política

Opinión

Cristina Gufé Escritora. Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación

09 Aug 2023. Actualizado a las 09:11 h.

La filosofía siempre es pensamiento, no puede dejar de ser abstracta como este lo es. A veces la relacionamos con temas difíciles ya que se ocupa de las cuestiones más generales a las que se refiere el conocimiento humano, pero algunos asuntos de la filosofía son prácticos, no dejan de ser teoría orientada a la acción humana; por tanto, hemos de pensar qué debemos hacer, cuál es la mejor actuación. Se podría afirmar que la problemática moral fue la que abrió enormes caminos y espacios a la especulación más elevada; así, las preguntas de Sócrates destinadas a saber cómo ser buenos moralmente le llevaron a Platón, junto con otras influencias, a crear la metafísica (una de las disciplinas pilares de la cultura occidental).

 

Entre las ramas prácticas de la filosofía están la ética y la política. Desde la antigüedad aparecieron como fundamentales, y sobre ellas se construyó el edificio del conocimiento que desembocaría a lo largo de los siglos en la ciencia y la tecnología. Uno de los sistemas filosóficos más influyentes como es el de Platón se desarrolla a partir de una preocupación política: la construcción de un Estado ideal. Esto no podía desligarse de la ética, por ello era preciso saber qué es el Bien, conocerlo, para lograr plasmarlo en la sociedad. Más tarde, Aristóteles, Rousseau, Locke y Marx vieron la necesidad de completar sus teorías con una visión política, muchas veces considerada «utopía» al resultar crítica en su época, a pesar de su carácter intemporal en cuanto apela al desarrollo de las posibilidades morales de la persona.

Necesitamos ideas para organizar nuestras actividades. No siempre tenemos presente que la política es ideología al formar parte de una interpretación de la realidad. No parece que sea tan relevante, por ejemplo, que un político hable idiomas extranjeros o que una casa grande sea de su propiedad —podría ser circunstancial—, pero sí lo es que sus valores sean firmes y le permitan saber para qué trabaja, cuál sería su «Estado ideal», qué principios orientan su acción, con el fin de que la «utopía» de la moral universal amplíe ilimitadamente las potencialidades humanas y el desarrollo de dones y talentos que se despliegan en la historia.


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