La Voz de Galicia

¿«Influencer» de la burrada o de la estupidez?

Opinión

Cartas al director

09 Aug 2023. Actualizado a las 05:00 h.

La vida por un minuto de gloria 

Se diría que el éxito se convierte en enemigo de la vida. ¿Morir de éxito o a causa de él? En estos tiempos parece, y en muchos casos puede ser lo que parece, que vivimos hacia fuera, cara a la galería, en exposición permanente, de tal modo que casi hasta la respiración depende de si los demás aprueban lo que hacemos.

Abunda un deseo irrefrenable de que los demás les acepten y aplaudan en pie y al unísono sus actos, al estilo Sánchez. Está de moda todo aquel o aquella que se autodefina como influencer por hacer o decir algo que lo mismo puede ser una genialidad que otra cosa (entiéndase por «cosa»: burrada, estupidez, mamarrachada, temeridad, o todo esto junto y revuelto).

 

Y pregunto desde la absoluta ignorancia ¿qué hará el o la influencer cuando ya no le quede nada que demostrar o mostrar a la ventana del mundo). Puede ser que continúe su realidad alargando la fantasía hasta el punto en el que no sea capaz de distinguir ambos mundos. Un avatar de sí mismo. O un minuto de gloria, frente a la nada. M. J. Vilasuso. As Pontes.

 

 Pueblo de docentes

Como cada verano, a la Galicia despoblada llegan antiguos emigrantes, forasteros y veraneantes. Comienzan a arremolinarse los vehículos en las calzadas de las carreteras, las luces relumbran en las ventanas y los cementerios se llenan de flores. Es en ese contexto en el que las aldeas se llenan de alegría, saludos y conversaciones sobre el presente y sobre todo del pasado. Del recuerdo de los que ya no están pero que nos han dejado un legado permanente. Y ese legado nos recuerda a doña Digna, la maestra local que recogía y trasladaba en su 600 a los muchachos de su escuela unitaria y rural hace algo más de medio siglo. Y a los agostos que de niña pasaba completando los libros de verano junto con aquellos niños del pueblo que aún tenían que repasar, antes de bajar al río a bañarse y a merendar. Algunos de nosotros repetíamos las tablas de multiplicar mientras otros nos enseñaban a pescar o alemán, o francés, o catalán y vasco. Será por eso que en esta aldea con sobrenombre «do gaiteiro», coincidimos cada verano en un entorno de cincuenta vecinos, algo más de una docena de docentes. No podría ser de otra manera puesto que hasta Xesús Alonso Montero pasó su infancia aquí. Rita Losada. Ventosela do Gaitero.

 

Réplica por los topónimos

Los topónimos en español en Galicia no son oficiales, pero el Gobierno gallego está decidido a que haya toponimia bilingüe en El Bierzo, una decisión que ha irritado a colectivos bercianos, como Unión del Pueblo Leonés. Acusan al Gobierno gallego de querer colonizar, de no tener allí competencias y de imponer el gallego sobre las variantes locales, que necesitan protección, no competidores. No sé qué le parecerá eso a Inma López Silva, que atacó a Hablamos Español, que presido, en La Voz de Galicia por defender que los topónimos gallegos históricos en español compartan oficialidad con los nombres en gallego. No me refiero al Roblecito, Bueymuerto e invenciones similares, sino a los nombres históricos de lugares, a palabras avaladas por la RAE, la cartografía y los documentos desde hace siglos, como La Coruña, La Toja, Orense, Finisterre o Sangenjo, forma ampliamente documentada y que no tenía por qué haber sido San Ginés en español, para desilusión de todos los que se han tragado la trola mil veces repetida en las aulas de Galicia. Lo mismo puede decirse de muchos topónimos catalanes, valencianos, baleares o vascos, estos últimos los más machacados y que han sido sustituidos por recientes invenciones. Hay gente que dice defender lenguas, pero disfruta hurtándoles a los jóvenes palabras antiguas que hablan de su historia.

La señora Silva nos acusó de querer exterminar palabras, a nosotros que pedimos la convivencia de ambos topónimos cuando existan, nos llama terraplanistas, ignorantes y tilda de fake los nombres de lugares en español. Invitaría a la señora Silva a leer nuestro libro El robo de los nombres de nuestros pueblos. La sinrazón de la toponimia en España. Ya va por la tercera edición. Lo adquieren personas que quieren saber la verdad sobre este inmenso timo. Así sufragamos esas vallas que a ella tanto le molestan y que, al contrario de lo que piensa, no ponemos solo campaña electoral; ahora mismo hay alguna bien lustrosa y más que vendrán. Ese tipo de deducciones malintencionadas son propias de quienes hacen politiqueo con las lenguas. Nosotros queremos lo que se aplica en todo el mundo gobierne quien gobierne, que se respete la cooficialidad en rotulación, documentos etcétera, pero lo bilingüe, por lo visto, solo les gusta para «colonizar». ¿Quién defiende lo estrambótico, quién es la terraplanista? Gloria Lago.

Nuevos ricos

El otro día me encontré con un matrimonio en el súper que llamaba la atención por la arrogancia, chulería y excitación en la que se encontraba. Querían ser el centro de atención y que todos viesen como compraban a diestro y siniestro sin importarles los precios de los productos que había a su alrededor. La señora miraba la zona donde se exponían los quesos. Le dijo a la empleada que quería uno de oveja y esta le mostró la mitad de un queso de oveja, pero enseguida la señora replicó: «No, yo quiero un queso entero» y la encargada rápidamente le pesó un gran queso que debía de pesar un par de kilos. Después dio un vistazo a los jamones que colgaban de una estantería y el marido le decía: «Coge el mejor, el más caro». Y acto seguido la empleada le explicó la calidad de cada uno y la nueva rica optó por el jamón más caro de los que allí había. Mucha gente miraba de reojo a ese matrimonio que, por como se portaban, debía de haberles tocado la lotería o habían heredado una gran fortuna. La señora seguía mirando aquí y allá con un semblante de quererlo comprar todo y con una ansiedad propia del jugador de la ruleta. Luego se fue al marisco y, sin dudarlo, compró tres kilos de langostinos y un gran lubrigante. Yo me preguntaba qué hacían con tanta comida, pero cuando se tiene tanto dinero, eso es lo de menos. Joaquín Gil de la Peña. Cambados.

 

 


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