Lactancia materna en niños mayores
Opinión
21 Aug 2023. Actualizado a las 05:00 h.
La lactancia materna es un derecho humano para madres e hijos, reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el año 2016, que debe ser fomentado y protegido por los gobiernos y entidades sanitarias. Sin embargo, continuamente se vulnera este derecho.
La lactancia materna es un comportamiento de especie y abandonarlo tiene riesgos para la salud, para la sociedad, para la economía y para el medio ambiente. El no lactar está considerado un problema de salud pública, término muy conocido socialmente tras la última pandemia. ¿Por qué, entonces, este tipo de alimentación tiene que estar continuamente justificándose?
Tener que demostrar con evidencia científica que lo que hace una madre lactante es bueno y, peor aún, que no tiene ningún perjuicio para sus hijos, es un despropósito. Así como tener que justificar dar el pecho más allá de una edad en la que socialmente está aceptada la lactancia.
Aunque en muchas culturas es habitual la lactancia materna por encima del año de vida, en los países occidentales es relativamente poco frecuente. Por ello, aquellas madres que deciden seguir amamantando a niños mayores se encuentran barreras y rechazo social; en primer lugar, entre los profesionales sanitarios que deben garantizar el confort de la díada lactante, y también dentro incluso de su propio entorno.
Estas barreras y este rechazo nace mayoritariamente de los bulos creados a su alrededor; sería interesante estudiar el origen de los mismos, enmascarados en los mitos de lactancia. Pero también de las creencias personales y culturales.
Es importante, antes de continuar, definir el término «prolongada», o mejor dicho, «lactancia materna prolongada», muy extendido y que puede llevar a confusión. Prolongar significa que algo dure más tiempo de lo normal o establecido. El empleo de este término puede hacer pensar que la lactancia en niños mayores de un año está por encima de las recomendaciones saludables, cuando, en realidad, es un objetivo en salud materno infantil. Por ello, algunos autores proponen hablar de «lactancia materna» sin ningún adjetivo, con el objetivo de normalizar este hecho.
Las principales asociaciones científicas nacionales e internacionales, como por ejemplo la Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef, la Asociación Española de Pediatría (AEP) y la Academia Americana de Pediatría (AAP), entre otras, recomiendan la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, y posteriormente complementarla con otros alimentos al menos hasta los dos años de vida, pudiendo mantenerla a partir de entonces todo el tiempo que madre e hijo lo deseen. No hay establecido un límite superior para finalizar.
La lactancia materna óptima en menores de dos años es la medida que más repercusión potencial tiene en mejorar el estado de salud de la población infantil, más que cualquier otra intervención preventiva. Por el contrario, el destete prematuro tiene un impacto muy negativo en la salud materno infantil. Por ello, mejorar las tasas de lactancia a largo plazo es un objetivo de salud pública.
A lo largo de los siglos, y en prácticamente todos los lugares del mundo, la lactancia materna ha sido la norma hasta los 2-3 años. Con el surgimiento y extensión del uso de sucedáneos de la leche materna, a principios del siglo XX, y los cambios sociales de la época, se generalizó el no iniciar la lactancia o el destete prematuro.
Desde el punto de vista de la evolución del ser humano como especie, la lactancia materna es una clave fundamental en nuestro desarrollo. Su interrelación con la fertilidad femenina y la supervivencia infantil hacen de la lactancia un elemento fundamental de estudio en la historia del género humano. Diversos estudios antropológicos y paleofisiológicos sitúan la edad del destete espontáneo entre los 2,5 años y los siete años.
La leche materna no pierde sus propiedades con el paso del tiempo. Se adapta al crecimiento y a las necesidades de cada etapa.
La lactancia convive con la alimentación complementaria. Primero, los alimentos complementan a la leche y, a partir del año, van ganando terreno, en un proceso que puede ser largo e irregular. A partir del primer año de lactancia, la cantidad de grasa en la leche aumenta con respecto a los primeros meses, resultando un alimento completo y nutritivo para un lactante mayor y de mayor calidad que los sucedáneos de leche materna o la leche de vaca. Los estudios demuestran que los niños mayores de un año que toman pecho obtienen un tercio de sus necesidades calóricas y proteicas diarias a través de la leche materna —a veces más, en períodos de enfermedad—, además de una cantidad importante de vitaminas y minerales.
Por otro lado, los niños mayores que toman leche materna se siguen aprovechando de los beneficios inmunológicos de este tipo de alimentación, con una menor incidencia de enfermedades que los que no son amamantados. Las ventajas de mantener más tiempo la lactancia materna no solo se observan a corto plazo, sino años después del destete. Se ha constatado una menor incidencia de ciertos tipos de cáncer infantil, de enfermedades metabólicas y autoinmunes y un mayor desarrollo intelectual a mayor tiempo y exclusividad de la lactancia materna, efecto que perdura años y que puede llevar a alcanzar un mayor nivel académico y de ingresos económicos en la vida adulta.
La duración de la lactancia materna también está implicada en un mejor desarrollo emocional y psicosocial del niño y una mejor salud mental en la vida adulta.
No se han constatado riesgos físicos ni psicológicos en niños que toman pecho por encima de los 2-3 años. No se ha evidenciado relación entre malnutrición y lactancia materna en niños mayores
Se han descrito también numerosas ventajas para la madre que amamanta, entre ellas, menor riesgo diabetes, cáncer de mama y ovario, hipertensión e infarto de miocardio.
Como conclusiones, podemos afirmar que el mayor problema de la lactancia materna por encima del año de vida es el rechazo social y profesional, por prejuicios o desconocimiento de la evidencia científica actual. Es importante que cada madre y cada familia tome decisiones informadas. Si su deseo es continuar con la lactancia, el deber de los profesionales es apoyarles en su decisión, acompañarlos en el proceso y proporcionarles las herramientas para superar las dificultades que puedan surgir.
La lactancia materna es una fuente de salud presente y futura: a mayor duración, mayor es su beneficio potencial. No existe una edad ideal para dejar de dar el pecho, ni tampoco se ha demostrado que pueda existir algún perjuicio. Por lo tanto, dejemos de intentar denostar este tipo de alimentación y centrémonos en contar a las madres, a las familias y a la sociedad en general cuáles son los riesgos de no ser alimentados con leche materna, algo preocupante y no difundido.