Mohamed VI: el monarca «afrancesado» con poderes ilimitados
Opinión
20 Sep 2023. Actualizado a las 10:40 h.
El 8 de septiembre, la tierra tembló en la cordillera del Alto Atlas, ubicada a unos 72 kilómetros al suroeste de Marrakech. El terremoto tuvo una magnitud de 6,8 y, posteriormente, tuvo una réplica de 4,6. Al menos 3.000 personas han perdido la vida y 5.000 se encuentran heridas. Sin embargo, lo que más ha llamado la atención internacional ha sido la inacción del Gobierno marroquí y del rey Mohamed VI. Fiel a su inmovilismo, el monarca solo ha realizado declaraciones dos veces y no visitó a los heridos hasta cuatro días después del seísmo.
Los acontecimientos sorprendieron al soberano en Francia, donde tiene un palacete y un castillo donde pasa largas temporadas. Sus prolongadas estancias en el país galo han despertado importantes críticas en las redes sociales en los últimos años, prevaleciendo su ausencia de la política diaria alauí, pero envuelto en una nebulosa que los medios del régimen —la gran mayoría— alimentan para distorsionar su afrancesado y muy occidentalizado estilo de vida.
Mohamed VI ascendió al trono en 1999 tras la muerte de su padre, Hassan II. Cuando llegó al poder apostó por la apertura política y la modernización del país, aunque con matices y con su cuota de poder siempre intacta y al alza. Prueba de ello es que durante su reinado se han dado transformaciones políticas y sociales, pero la reforma constitucional del año 2011 aumentó ostensiblemente sus poderes.
El rey acumula ilimitados privilegios y potestades que le hacen ser una pieza central en el funcionamiento del Estado marroquí. Es quien nombra al jefe del Ejecutivo, promulga leyes y puede disolver las cámaras, y tiene derecho a nombrar a diez de los veinte magistrados que conforman el Consejo Superior del Poder Judicial. A nivel militar, dicta las líneas generales de la política de seguridad interior y exterior. Al mismo tiempo, es la máxima autoridad religiosa, teniendo el cargo de «Comendador de los creyentes». Esto se traduce en una gran centralización del Gobierno del país en su figura. Después del terremoto, el monarca ordenó poner en marcha un programa de emergencia y el despliegue urgente del Ejército para hacer frente a la catástrofe.
La fortuna del rey de Marruecos lo coloca como el hombre más rico del país y el quinto del continente africano, llegando a aparecer en la revista Forbes. Se estima que tiene 5.700 millones de dólares y, a su vez, la casa real marroquí recibe del Gobierno en torno a 250 millones de euros anuales, aunque la cifra varía de año en año. El patrimonio del monarca no pasa desapercibido, ya que cuenta con doce palacios en el país, operativos todo el año para poder desplazarse a ellos en cualquier momento, además de residencias en Francia y Gabón. En cuestiones de transporte dispone de 600 coches de lujo, dos Boeing privados, un Hércules C-130 y dos aviones Gulfstream. Esta fortuna procede de la ingente herencia familiar y de poseer actores económicos de enorme poder en el país. Uno de los ejemplos más llamativos es el del fondo de inversiones al-Mada, que se expande por distintos sectores empresariales, del cual el rey es el principal accionista; esta entidad ha anunciado la donación de 91,4 millones de euros para ayudar en el terremoto. El monarca es propietario de un 35 % de la Société Nationale d'Investissement (SNI), que tiene importante presencia en sectores claves como servicios financieros o de construcción.
La riqueza del rey se ha puesto de especial relevancia en los medios tras el terremoto, tanto como la lentitud de su intervención y su opacidad a todos los niveles de cara a la sociedad marroquí. Las próximas actuaciones del monarca serán fundamentales para mitigar la grave situación humanitaria que ha dejado el terremoto, así como para calibrar una figura que resulta poco cercana a la mayoría del pueblo marroquí.