Retorno al pasado
Opinión
17 Oct 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Un ciudadano normal no sabe muy bien quién es hoy el presidente de Cataluña o el presidente de Valencia. Ayer sin embargo comparecía de nuevo el presidente catalán para exigir unas condiciones inasumibles para una investidura del candidato socialista y presidente en funciones, Pedro Sánchez. Esas condiciones que imponen los independentistas son una matraca permanente que resulta agotadora para el ciudadano de a pie. Los ciudadanos cabales están muy preocupados por los problemas que tienen que solucionar cada día, por la situación económica que afrontan las familias para salir adelante. A estas personas les resulta confuso y cansino el estribillo de los secesionistas. En el caso catalán, las demandas de dos partidos que no alcanzaron los novecientos mil votos en las pasadas elecciones.
La gente se levanta por la mañana con otras cosas en la cabeza. Está atemorizada por la violencia sin fin en Oriente Próximo. Está atemorizada por si Irán da un paso más y el conflicto se convierte en otra catástrofe humanitaria, en otra guerra abierta que causaría un número de víctimas insoportable y que haría que la economía terminase de tambalearse, tras el golpe sufrido por el conflicto entre Ucrania y Rusia.
Mientras los ciudadanos están con todas estas derivadas en la cabeza, los partidos catalanes y los vascos siguen con sus peticiones particulares lejos del interés general, cuando todo el mundo sabe que una amnistía real solo será cuando la pacten los dos grandes partidos. Lo demás son solo atajos de parte de difícil encaje en el edificio de la Constitución.
La vicepresidenta del Gobierno en funciones Yolanda Díaz ejemplifica esta forma de actuar. Por un lado, no para de hablar de los problemas económicos de los ciudadanos, de lo mucho que le preocupa el día a día de las personas. Pero, por otro lado, viaja a Bélgica para entrevistarse con Puigdemont, un prófugo que declaró una supuesta República catalana y que luego en un acto cobarde se metió en el maletero de un coche y huyó para vivir en un palacio. Alguien con esos hechos en su biografía no puede ser un interlocutor válido para una vicepresidenta del Gobierno.
Es muy decepcionante que quieran que todo un país esté pendiente de peticiones que suenan a pasado. Nos merecemos otras formas de actuar y de hacer política. Sánchez tiene que conseguir que el camino hacia su investidura no pase por dañar el Estado de derecho, no puede dar pasos sin el consenso de su partido y del otro partido mayoritario, o seremos siempre rehenes. Un acuerdo con catalanes y vascos no terminaría en la investidura. Sería un secuestro de voluntades que podría durar cuatro años.
Mientras pasan todas estas cosas, sucede en España que se quiere perdonar al que huye en una manifestación de cobardía en un maletero de un coche y se aprueba a la vez una ley inaplicable que impide a un ciudadano normal bajar a comprar cuatro limones a la frutería del barrio y dejar a su mascota atada un momento a la puerta del establecimiento para que no lo acusen de maltrato animal.