La Voz de Galicia

De los muertos

Opinión

Ramón Pernas

28 Oct 2023. Actualizado a las 05:00 h.

Son recordados un día al año. Se conmemora la jornada de los Fieles Difuntos al comenzar noviembre. Emergen los recuerdos y encuentran su ubicación en la memoria de familiares y amigos, que llenan de flores los camposantos para que el olvido no florezca junto a los crisantemos. Son nuestros muertos, aquellos que cruzaron al otro lado del río de la vida; los que Joyce, en el bello relato que tituló Los muertos, sitúa según la tradición irlandesa hacia el poniente, donde habitan.

 

 

Galicia es el poniente pero no es tierra de difuntos, por más que tradiciones populares como la Santa Compaña se obstinen el ponernos de su lado. Son leyendas románticas de un pueblo que no distingue muy bien, con precisión diáfana, la línea que separa la vida de la muerte.

Nuestro respeto es atávico y legendario por los que se han ido, por los que ya no están en este lado, por los que habitan el intramundo después de subirse a la barca de Caronte y navegar por la laguna Estigia. Y aunque la muerte últimamente no tiene quien le escriba, y está socialmente desprestigiada y desprovista de la piedad de antaño que acompañaba al luto y al duelo dolorido, nosotros, los gallegos, no ocultamos a nuestros muertos y todavía honramos su memoria.

Memento mori, recuerda que morirás, lo convertimos en una imprecación civil grabada en el frontispicio de los camposantos, y este articulo quiere ser un obituario colectivo, exequias de papel escritas con palabras misericordiosas y en memoria de nuestros fieles difuntos.

 

A principios de noviembre, por Todos los Santos, estrenaba en mi infancia un abrigo nuevo y, con él, el invierno, que no se hacía esperar. Mi madre hilvanaba un collar de castañas cocidas, que ella llamaba rosario de zonchos, y que subrayaba la efemérides.

En la cocina y en un recipiente lleno de agua, con un capa de aceite en su superficie, encendía dos docenas de lamparillas que denominaba mariposas y que eran la luz de los difuntos en su viaje del purgatorio al cielo, la ultima etapa.

Y en esta columna yo recupero aquella ceremonia olvidada y enciendo mis lamparillas virtuales como si fueran una romería de luciérnagas, de vagalumes.

Días para devolver la vida a los ausentes en la foto fija de un tiempo de residencia terrenal.

Recordando a todos los difuntos, uno a uno y por su nombre, vuelvo al rito de tomar una copa de malvasía, y compartir con amigos los sabrosos buñuelos de viento y los entrañables huesos de santo. El mazapán con yema del día de los muertos.


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