La Voz de Galicia

El portero

Opinión

Luis Ferrer i Balsebre

27 Feb 2024. Actualizado a las 10:25 h.

No tiene aspecto de superhéroe, más bien todo lo contrario. Es un hombre de mediana edad, menudo y regordete que no dudó en arriesgar su vida para salvar la de muchos. Julián, el portero del coloso en llamas de Valencia, cumplió con su deber bajo la única orden que le dictaba su conciencia y bonhomía.

Una conducta decidida como la que mostró este hombre no tiene tiempo de pensarse ni racionalizarse, simplemente se ejecuta. No sirve a deberes, convenios ni recompensas, solo atiende a la más sublime emoción que puede sentir un ser humano: la solidaridad y el impulso de ayuda hacia el otro necesitado, algo que solo hace la buena gente. En un mundo que cada vez va más a lo suyo, donde cualquier petición de socorro inmediato pasa por un diletante juicio de oportunidad, riesgo y beneficio. Un mundo donde cuando la calamidad sale a tu encuentro, la responsabilidad se distrae mirando al móvil como si no la viera y la conciencia se acalla, pasando la bola a algún ente que tendría que actuar, aunque no esté. Un mundo de solidaridad a distancia que se rasga las vestiduras viendo el horror de Gaza o Ucrania, pero es incapaz de echar una mano a la vecina mayor que no puede con las bolsas del súper.

Saber que todavía existe gente como Julián es reconfortante, sobre todo cuando el mismo día que lo ves en acción, ves a otros que teniendo el poder y la responsabilidad de cuidarnos, argallan modos de enriquecerse con la necesidad y el dolor de aquellos a quienes deberían servir. Esa es la diferencia entre las buenas y las malas gentes.

Confiemos en que los porteros como Julián no se extingan y que en Navidad, la comunidad los recompense con un merecido aguinaldo.


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