La Voz de Galicia

El bolso

Opinión

Luis Ferrer i Balsebre

19 May 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Siempre me ha fascinado la relación que tienen las mujeres con el bolso. El bolso no es un complemento más, es un objeto fetiche para la mayoría de ellas, da igual que sea de marca y carísimo que un morral de tela estilo boho.

 

Dicen que el invento viene del antiguo Egipto, donde existen representaciones de figuras con una especie de bolso colgado en el cuello que se cree iba cargado de semillas para plantar. En el siglo XVI y posteriores, el bolso era un pequeño saco donde se llevaba el dinero oculto entre faldas y jubones. No fue hasta este último siglo que el uso del bolso trascendió funcionalidades paganas para pasar a ser un objeto de deseo sacralizado por la mujer.

El bolso tiene una realidad de primer orden que es su precio —algunos cuestan como una joya— y otra de segundo orden que es el valor que la mujer le da, mucho más valioso que su precio.

El bolso no solo es utilizado para llevar el monedero, el maquillaje, las llaves o el móvil, también puede provocar emociones diferentes en la mujer, como confianza, autoestima, bienestar, sentimientos de poder o seguridad.

Hay un universo paralelo en el bolso de cada mujer.

«Los bolsos de lujo hacen tu vida más placentera, te hacen soñar, te dan confianza y les muestran a tus vecinos que te está yendo bien», dijo una vez Karl Lagerfeld sobre los más exclusivos. Pero incluso los modelos más sencillos (y asequibles) son importantes para sus propietarias. La protagonista de Sexo en Nueva York afirmaba: «Nos sentimos desnudas si no llevamos un bolso en público».

El bolso es una metáfora de la mujer, un lugar privado, que aprovisiona todo lo necesario para responder a cualquier emergencia, es un alter ego en el que llevan colgando todas las herramientas defensivas necesarias. En resumen, la mujer lleva en el bolso un auténtico kit de supervivencia capaz de prevenir cualquier por si acaso, de ahí que suelan contener: maquillaje para retocarse, líquido de lentillas, toallas sanitarias, clínex, un kit de costura pequeño, perfume, crema, cepillo y pasta dental, un peine pequeño, el móvil, cargador, auriculares, un preservativo para noches aparejadas, tiritas, bolsa de plástico, bolígrafos, cartera, las llaves del coche y de casa… entre otras cosas insólitas, como varios tiques de todo tipo o un tampón fuera del envoltorio. De ahí la angustia que muestran las mujeres cuando sufren la separación momentánea del bolso: «¿Y el bolso? ¿Dónde he dejado el bolso? ¡Me han robado el bolso!».

No sé quién dijo que el que mira en el bolso de una mujer, o es un filósofo o es un imbécil.

Yo creo que es un osado.


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