La lavandera de Vegaviana
Opinión
20 Jun 2024. Actualizado a las 05:00 h.
«Tienen una vaca para la leche, un carro, una yunta de ganado para los trabajos en el campo, los aperos de labranza para su parcela de cinco hectáreas, un pequeño capital para empezar. El padre ha aceptado en silencio, aunque le parezca un abuso dar la primera cría de la vaca y más de la mitad de la cosecha al Instituto Nacional de Colonización».
Así dice un fragmento del libro Colonización. Historias de los pueblos sin historia, de Marta Armingol y Laureano Debat (La Caja Books). A través del impecable trabajo de documentación de estos dos escritores, conocemos como, a mediados del siglo XX, cerca de 55.000 familias españolas dejaron su hogar, su vida, para instalarse en casas de pueblos recién construidos. Estos asentamientos eran pieza fundamental del plan del régimen de Franco para poblar las zonas rurales vacías y convertir las tierras yermas en campos productivos. De este proceso también ha dejado constancia la Fundación ICO a través de una extraordinaria exposición que terminó el pasado mes de mayo. En la misma se mostraba el contexto histórico en el que nacieron los pueblos de colonización y como transformaron el paisaje.
Resulta fácil de decir, pero no me puedo ni imaginar lo que supuso para esas familias dejar lo conocido y empezar una vida nueva de cero, labrando la tierra yerma y recogiendo los frutos con sus manos. El libro de Armingol y Debat es fascinante, sobre todo los testimonios directos, como el del expropiado, el hijo del mayoral, el guarda, los colonos e hijos. Mientras escuchamos estas voces, los lectores nos trasladamos a los escenarios en donde se alza la innovadora arquitectura de José Luis Fernández del Amo o Alejandro de la Sota.
He leído el libro con fascinación y muchas son las cosas que se podrían entresacar. Como resumen del mismo, y homenaje a los protagonistas, me quedo con una fotografía que mencionan los autores (y que también estuvo expuesta en la exposición de la Fundación ICO), un momento en ese largo proceso que marcó la historia de nuestro país. Se trata de una conocida instantánea tomada en Vegaviana (Cáceres) por Joaquín del Palacio, apodado Kindel. En ella, una mujer con pañuelo, vestida de negro y arrodillada a orillas del río, se afana en lavar los trapos de un cesto lleno de ropa. Frente a ella se alzan las modernas y geométricas casas blancas diseñadas por Fernández de Amo. Pienso en el día a día de esas mujeres que no solo atienden la tierra sino también la casa, los animales y los niños. Como siempre, la mujer era una pieza imprescindible a la que no se daba ningún valor. «Las pocas veces que hablan sobre ellas (las mujeres) en el NO-DO o en la prensa —dicen los autores— nunca se menciona la importancia de su labor durante aquellos primeros años de fundación… Ellas, como cónyuges, fueron una condición más entre todo lo que el hombre necesitaba acreditar para conseguir casa y parcela: conducta y moral aceptables, familia y conocimientos, no siempre necesarios, de la práctica agrícola».