Sin productividad no hay prosperidad
Opinión
26 Jun 2024. Actualizado a las 05:00 h.
El Institute for Management Development ha publicado su ránking de competitividad mundial de 2024, una clasificación de las economías a partir de indicadores de cuatro categorías: eficiencia empresarial, desempeño económico, infraestructuras y eficiencia gubernamental. Los indicadores son una mezcla de datos estadísticos, que suponen dos tercios en el peso final, y encuestas a altos ejecutivos, que suponen el tercio restante. España sale mal parada: de las 67 economías analizadas ocupa el puesto 40, cuatro por debajo del que ocupaba en el 2023.
En la raíz de este descalabro está la decepcionante dinámica de la inversión, la atracción de capital y el crecimiento económico desde la pandemia. Asimismo, el mayor riesgo de relocalización de negocios revela el empeoramiento de la calidad institucional y la erosión económica por la fiscalidad y el deterioro de las finanzas públicas y el sistema legal. Por lo tanto, decir que la economía española «va como un tiro» porque crece más que la media de la UE es, además de un desatino, obviar qué hacen los países con una estrategia efectiva para mejorar su prosperidad. Podemos crecer como un cohete, pero la productividad es la medida en la que este crecimiento se traduce en mejores salarios, menos desigualdad y más inversión en educación, investigación, sanidad e infraestructuras, es decir, en más calidad de vida. Y en productividad suspendemos.
Volviendo al ránking, hay países de elevada productividad y que, en materia de impuestos, reducen las cargas fiscales a las empresas (como Irlanda) o el IRPF (como Estonia). Por el contrario, en España la fiscalidad de los salarios es doble al gravarse con el IRPF y las cotizaciones a la Seguridad Social, lo cual influye en que se cree poco empleo y con salarios bajos. Lo ideal es pagar pocos impuestos y recaudar lo suficiente, como hacen países que están arriba y que además invierten eficientemente lo recaudado. No parece el caso de España: en impuestos de sociedades ocupa el puesto 40, en el coste de Seguridad Social el 60 y en impuestos personales el 65.
Que entre las economías con mayor productividad estén países como Irlanda no quiere decir que los puestos altos estén copados por modelos de bajos impuestos y escasa protección social. También están países como Dinamarca y Holanda con un excelente sistema de protección social y otros como los nórdicos con esquemas socialdemócratas. Y países con otros regímenes diversos. Ergo, no parece que la productividad sea exclusiva de un sistema político concreto, sino más bien de uno que combine adecuadamente sector privado y público, sin olvidar que para que haya prosperidad, tiene que haber empresas que creen buenos empleos.
El informe también pone deberes a los países peor situados. El lector puede intuir los nuestros. Solo diré que hace diez años España estaba por encima de Italia y Portugal y casi a la par con Francia, y que Portugal ha subido del puesto 42 en el 2021 al 36 en el 2024, gracias a la mejora de su calidad institucional y a su estrategia de consenso y atracción de capital. En el mismo lapso, España ha bajado del puesto 36 al 40. ¿No les parece que deberíamos mirarnos en Portugal?