Perdedores
Opinión
04 Aug 2024. Actualizado a las 05:00 h.
A estas alturas ya se habrán ustedes dado cuenta de que a los Juegos Olímpicos se va a perder. De más de diez mil deportistas, unos trescientos reciben una medalla de oro. Pierden los mejores, que son los que están, porque solo hay uno que gana, ya que, como dice la canción, «no hay cama pa tanta gente». Por eso resulta vergonzosa la actitud de los judokas japoneses Uta Abe y Tyuju Nagayama, que, cada uno a su manera, demostraron lo que es ser un mal deportista, un maleducado, un mal perdedor. La primera, Ute Abe, llorando a lágrima viva, mostrando su perplejidad, su disgusto, su berrinche por no ser la mejor. Y Nagayama negando el saludo al español Garrigós que lo acababa de derrotar en un combate.
En los Juegos Olímpicos gana uno: citius, altius, fortius, en superlativo.
Algo así, pero a lo bestia, le pasa también a Nicolas Maduro. Ha perdido las elecciones, pero su reacción es la del niño al que le comen la reina en una partida de ajedrez y barre las fichas del tablero con un manotazo.
Maduro, es inconmensurable. Habiendo heredado el Gobierno del expropiador compulsivo Hugo Chavez, se dejó aconsejar por el finado reencarnado en un pajarito. Y convirtió uno de los países más ricos de Hispanoamérica en un lodazal. Y en ese pantano se revuelve con toda su arrogancia, su crueldad y su rabia contra su pueblo, que ya quiere que se vaya. Pero tiene montada tal montaña de detritus que no puede dejar que venga alguien de otra cuerda y le levante las alfombras.
Hemos visto en París cómo Rafael Nadal, con humildad, iba perdiendo —él, que lo ganó absolutamente todo— sus partidos, primero el de individuales y después, con el joven en el que seguro que se refleja —tempus fugit—, el de dobles, para quedar fuera y desde allí contemplar la gloria de su compatriota.
Los perdedores merecen toda nuestra simpatía, porque allí donde hay un ganador hay siempre también un perdedor, y los Juegos Olímpicos lo muestran de una manera contundente. Nicolás Maduro, en cambio, merece la cárcel.