La Voz de Galicia

Nuestro presidente, nuestro futuro

Opinión

Xosé Luís Vilela
El presidente y editor de La Voz de Galicia, ante la rotativa, en 2016

28 Aug 2024. Actualizado a las 13:43 h.

Amé a mi presidente. Hoy lo he perdido. Lo ha perdido su esposa, lo hemos perdido cada uno de los que trabajamos con él, lo han perdido sus amigos y lo ha perdido toda Galicia. Incluso los que recibían mal sus artículos o sus opiniones echarán de menos su claridad, sus lecciones y su valentía, porque todo lo que hizo, dijo y escribió nació del pensamiento más limpio y del corazón más noble. Yo lo descubrí muy pronto, cuando apenas tenía 18 o 19 años y me acogió en la Redacción de La Voz. Desde entonces no necesité más empresa ni más vocación ni más orgullo. Había llegado a la gran fábrica del pensamiento y al lugar donde más veces había que escribir la palabra Galicia.

Iba unida a su nombre, como el título que fundó su abuelo y hoy nos encarga continuar para servir al futuro de su pueblo. Ya entonces tenía en su vocabulario muchas otras palabras que en aquel tiempo (y ahora) eran y son imprescindibles, por mucho que algunos no quisieran oírlas o prefirieran retorcerlas en su beneficio. Decía democracia cuando no la había. Decía desarrollo y progreso cuando todo estaba por hacer. Decía cultura cuando llegar a la universidad era una quimera para la mayoría. Decía galleguismo cuando estaba proscrito. Decía periodismo libre cuando ese adjetivo era delito.

Y lo hizo. Aprendimos a practicarlas con él y a admirarlo por su arrojo, que no se frenó nunca ni ante las advertencias ni ante las sanciones. La prueba es que la hemeroteca de estos últimos 60 años está llena de momentos críticos que distinguieron a La Voz. Puede venirnos a la memoria la cobertura del Prestige, por ejemplo; antes, las multas y las amenazas por publicar en gallego; después, nuestros cronómetros para exigir reparación a Galicia; siempre, el rechazo a lo fútil y al gasto suntuoso; y ahora, la pelea por conseguir que su país y el nuestro no se quede atrás en nada.

Teníamos un líder inconformista. Y teníamos un maestro. Nos enseñó a ser libres, pero con razón: a asegurarnos primero de lo que íbamos a publicar. Fue nuestro ejemplo para aplicar siempre la serenidad de juicio, pero no callar nunca las verdades. Nos hizo orgullosos de Galicia y de nuestra misión, que no es hacer un producto, sino un servicio. Y nos dio siempre el amparo aunque él no lo tuviera.

Y si no se conformó con la Galicia que recibió, tampoco aceptó vivir con limitaciones. Quiso que su empresa no mirase jamás desde abajo a las otras. Puso a La Voz de Galicia al frente, en la vanguardia, en todo momento. Fue el primero en ir a buscar ordenadores y programas; reconvirtió el taller de más de cien personas sin prescindir de nadie, creando nuevos cometidos; cambió varias veces de rotativas para estar en todo momento al máximo de prestaciones, como sucede actualmente; llenó Galicia de periodistas y de redacciones para estar en el centro de la realidad; impulsó el periodismo instantáneo de nuestra web; exploró todas las posibilidades del mundo de la comunicación; rechazó otros negocios porque eran incompatibles con su independencia; se endeudó varias veces, pero pagó puntualmente todas las nóminas; dedicó los beneficios a sus empresas para hacerlas fuertes, como son ahora. Levantó algunas aversiones, pero son miles y miles los que lo respetan, los que lo admiran, los que lo quieren. 

Yo lo quiero. Y conmigo, cuantos trabajamos pegados a él. Los que estábamos ao seu carón continuamente y los que lo veían menos en el día a día, pero lo entendían y lo seguían siempre. Los que se fueron, los que acumulamos muchos años en La Voz y los jóvenes que acaban de llegar, que tienen aquí la misma ambición de futuro que alienta todas las empresas del grupo. Nosotros, los que trabajamos en las empresas de la Corporación, recibimos un legado. Viniendo de él, solo puede ser un compromiso. Un compromiso con los gallegos. Un compromiso con hacerle honor cada día. Por eso no te hemos perdido, presidente. Aquí sigues dirigiéndonos.


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