Cualquier tiempo pasado fue peor

La verdad es que la única reflexión que se acerca al borde de la conciencia es por qué. Para qué. Las coincidencias la mayor parte de las veces son odiosas y en la misma semana en la que una dignísima Giselle Pelicot levantó la cabeza, miró al frente y dijo que la vergüenza tenía que cambiar bando de una vez, regresa un programa que parece que se ha olvidado de su lamentable actuación de hace siete años. Los que han pasado desde que también obligaron a una chica a verse a sí misma inconsciente y siendo agredida por un compañero de concurso. Más que el histórico quién me pone la pierna encima, el legado de Gran Hermano fue, tristemente, la tibieza ante tamaña monstruosidad en un programa de televisión.

Ha vuelto, como si no hubiera pasado nada, cambiando al frente del formato a una vieja gloria por otra y manteniendo esa necesidad de buscar líos y liantes desde el minuto uno de la escena porque para qué los principios, si aquí solo funciona el mantra de todo sea por la audiencia. El regreso de Gran Hermano es como la vuelta a las urnas de políticos trasnochados que siguen pensando que viven en los tiempos de mi marido me pega lo normal, de las Mama Chicho y de otra mucha basura racista y misógina. Es como un viaje al pasado, a tiempos peores. Hasta está en el programa la hija de María José Galera.