Adiós a un hombre bueno
Opinión
30 Sep 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Lo que nos parecía que nunca iba a suceder ha sucedido. José Ramón Docal nos ha dejado. Octogenario avanzado, en unión convivencial con dolencias graves durante años, nunca encontraba excusa para no trabajar. Tres días antes de su adiós definitivo, estaba en su despacho, débil y con fatiga, pero incapaz de posponer los asuntos de mayor urgencia. No había ido porque desconfiase de la Agencia Tributaria, que conocía como nadie, sino por su desmedida responsabilidad.
De estudiante de Peritaje y Profesorado Mercantil; en Madrid a licenciado en Ciencias Económicas, de inspector de Hacienda a catedrático de Hacienda Pública y Legislación Fiscal en la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de la Universidade da Coruña (UDC). Puesto a elegir, eligió la enseñanza que era realmente su vocación, en la que depositó la mayor autoexigencia y una imposición paternalista con los alumnos.
Al llegar el período estival los estudiantes que no habían aprobado la asignatura tenían la oportunidad, de superar sus carencias con las lecciones que el señor Docal impartía en su casa, a la que convertía en una autentica «Universidad de Verano Gratuita en Gandarío». Los alumnos reconocían (todos) la entrega y el rigor del profesor volcado en su preparación y en su futuro. Por eso, el distintivo que realmente más le satisfizo fue la medalla de oro de Empresariales, que le otorgó la Universidade da Universidade de Coruña en el 2006 con motivo de su jubilación.
Pudo compaginar su carrera universitaria con su despacho de asesor fiscal en el sector privado, donde se convirtió en una referencia, llegando, además, a ser consejero en algunas empresas y presidente, en 1991, de la que entonces fue la primera caja de ahorros de Galicia, Caixa Galicia, puesto en el que permaneció durante 11 años. Se mostró proclive a la fusión de las cajas de ahorro gallegas, dedicándole su tiempo y su esfuerzo, pero sobre todo su apasionamiento y estima, convencido de la capacidad de la entidad para ayudar a los gallegos en sus necesidades y proyectos.
El motor de esta trayectoria profesional en tres ámbitos —la asesoría, la docencia y el empresariado— fue la familia establecida con Pilar, consumada deportista y amada esposa que le dio cuatro excelentes hijos que le aportaron equilibrio a tanta actividad, hasta que, hace años, el prematuro e inesperado adiós de su esposa y este año 2024, el desdichado fallecimiento de su hijo mayor, desestabilizaron, en dos tiempos, su capacidad para disfrutar de la vida. No necesitaba pedir ayuda y se refugiaba en su amigo el trabajo.
Deja el rastro de hombre bueno, posiblemente algo más importante que todos sus brillantes logros. En su nueva vida solo puede mejorar en una cosa: conseguir ser capaz de ver perder al Deportivo de La Coruña, algo que aquí no soportaba.
Somos muchos los que le echaremos de menos y le recordamos con afecto y con respeto. Gracias Moncho. Hasta siempre.