La adicción a los Mozos

Para mucha gente ver a los Mozos de Arousa era mucho más que seguir un concurso de televisión. Han generado verdaderos adictos. Personas que se sentaban delante de la tele no porque presentase Jon Aramendi, ni siquiera por saber cómo se construye esa cadena imposible de palabras, sino por volver a estar con ellos. Los Mozos de Arousa han sido todo un fenómeno social y han conseguido un significativo club de fieles que diariamente tenían su cita fijada. Y, claro, ahora sin ellos no saben qué hacer. En muchas casas se ha quedado esa hora descolgada de la parrilla, esa hora libre de televisión, que muchos no podían (ni querían) perderse. Han sido, sobre todo, abuelos y abuelas que encontraron en esos tres chicos las cualidades que los conectaban con lo íntimo y lo familiar. Jóvenes buenos, listos, inteligentes, simpáticos, que les llenaban las tardes con su ingenio y rapidez. Ahora que se han ido los Mozos, y sigue el programa, la audiencia se ha mantenido equilibrada en la primera semana, pero los espectadores de Reacción en cadena ya no se ven en la obligación de cumplir con su cita. Los Mozos de Arousa han hecho una labor que no sé si alguna vez les será reconocida, pero los han querido, los han adorado y los han aplaudido como a pocos presentadores y comunicadores. Ese premio es incalculable.