Noticias críticas no son noticias falsas
Opinión
19 Dec 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Anda Pedro Sánchez dolido con la Justicia, con los supuestos socios de legislatura, con los medios de comunicación... Un momento duro para el hombre resiliente por excelencia. Con la Justicia, porque está escrutando a su mujer, a su hermano, al que fue su mano derecha, José Luis Ábalos. Con los socios de legislatura, porque no puede fiarse de ellos, ni de los que están a su derecha ni de los que están a su izquierda. Y con los medios, porque no hacen más que airear todas esas miserias.
En medio de estas tensiones, el Ejecutivo de Sánchez ha anunciado otra medida que pretende profundizar en el anunciado paquete para la regeneración democrática y que obligará a los influencers con más de 100.000 seguidores a rectificar una noticia cuando sea falsa.
El derecho de rectificación existe y hace años que la prensa tradicional lo acata. No parece descabellado, sobre el papel, que esta obligación se extienda a otros actores, de modo que cuando un usuario que publica contenidos difunda una falsedad tenga que rectificarla si los datos no son correctos. No solo aclararía los errores, sino que haría que algunos influencers se lo pensaran antes de difundir cualquier cosa que les llegue. Hasta aquí casi todos podríamos estar de acuerdo.
Pero la realidad no es tan sencilla. De un lado, porque el entorno digital está lleno de webs, cuentas en redes y bots que se dedican a manipular, a fabricar falsedades. Y no tienen el más mínimo interés en aclarar una noticia errónea porque su objetivo no es informar, sino todo lo contrario. Por otro, porque incluso en el caso de que finalmente se consiguiese forzar la rectificación, lo que va a escapar siempre al control del Gobierno es la forma de actuar de las plataformas tecnológicas: no parece que vayan a ser capaces de condicionar al todopoderoso algoritmo de Facebook, de Instagram o de TikTok, que es el que decide cuánto alcance tiene una noticia. Lo aprendimos todos en las primeras elecciones que ganó Trump en Estados Unidos, con episodios como el del papa: la noticia falsa de que Francisco apoyaba a Trump tuvo un alcance de decenas de millones de usuarios, pero la aclaración de que el papa no había dicho tal cosa apenas tuvo impacto.
Aparte de la escasa efectividad que va a tener la medida —siempre que el Gobierno consiga los suficientes apoyos en el Congreso para sacarla adelante, que ese es otro debate—, la norma conlleva otro riesgo. No vayamos a encontrarnos ahora con que la ley de rectificación de noticias acaba siendo usada por el Ejecutivo como una herramienta contra las noticias incómodas, sobre todo en momentos como el actual, en el que Sánchez desayuna cada día con un disgusto. No se puede confundir información falsa con información crítica, que es imprescindible para el sistema democrático. Porque el Gobierno ya tiene que saber a estas alturas que una de las misiones de la prensa es vigilar que cumple con su responsabilidad. Y tiene que saber encajarlo.