Moralidad
Opinión
14 Jan 2025. Actualizado a las 05:00 h.
Ya están los árboles desnudos. El viento silva entre las ramas y el nuevo año toma carrerilla. Empiezan a caerse los nuevos propósitos, del mismo modo que se fueron desprendiendo las hojas del nogal que daba cobijo a las siestas en las tardes cálidas de verano. Un día de estos, una motosierra dio con su porte en tierra y su sombra ya es un recuerdo. Segaron su vida para cambiarla por un metro cuadrado de hormigón. Como la avecilla que le cantaba al preso y la mató el ballestero, en el Romance del prisionero, o como a diario cortan impunemente el aliento a niños en Palestina o en Ucrania. Vidas segadas cruelmente a inocentes. El 2025 vino en medio del estruendo de bombas. Continúan vomitando muerte los cañones y las metralletas. No sé quién decía que un día de conflicto bélico era una jornada completa de cosecha para el diablo. El granero de Satán debe de estar a rebosar. Cuanto más completo, más miseria toca a repartir por el mundo. Son pérdidas que nunca se recuperarán. La guerra siempre es un crimen. El mérito y el valor no están en hacerla, sino en conseguir la paz. Da la sensación de que se está perdiendo conciencia del dolor. Corren malos tiempos para la concordia. Una epidemia de confrontación empieza a asolar nuestra realidad. Suplantan las leyes para dejar su espacio a la imposición. Los decálogos éticos acaban como octavillas pisoteadas en las aceras. Le atribuyen a Albert Einstein aquello de que «la fuerza siempre atrae a los hombres de baja moralidad». Por eso tienden a campar los dictadores y otros aspiran a serlo. La primera víctima es la verdad y detrás irá todo lo demás. Algún día se lamentará, pero ya será tarde.