«Llegué a correr en los ralis haciendo la información y las fotos al mismo tiempo»
Ourense
Como fotógrafo, periodista amateur o radioaficionado ha puesto su sello en todas estas actividades, a veces con polémica
23 Jan 2010. Actualizado a las 02:00 h.
Para él la comunicación «es todo». Comunica bien, cultivó facetas relacionadas con esta vertiente, acumula cientos de anécdotas y vivencias, y las agolpa en una conversación a borbotones, como le van saliendo. Es prolijo en detalles, hasta el punto de que, cuando la charla finaliza, advierte: «bueno ya te conté como para cinco páginas». Los espacios de escritura no se miden al peso, de ahí que haya que podar (no censurar) muchas cosas.
A Gonzalo Belay Pumares (Arzúa, A Coruña, 1931) es difícil encasillarle en un gremio. Fue fotógrafo, sí, pero también colaborador de prensa y radio, presidente de los radioaficionados, promotor del club de cámping, amante del mundo del motor (corrió en ralis) y aún hoy mantiene una página web «en la que pongo a parir a todo el mundo».
Todo es comunicación, como él insiste. Toda su vida está relacionada con esa máxima pese a que el camino que tomó no iba en esa dirección precisamente. Quizá lo que menos se sepa de este hombretón, de padre guardia civil, es que fue gestor administrativo o procurador de los tribunales, facetas que aparca para dedicarse a la fotografía.
¿Por qué deja una actividad acomodaticia para empuñar una cámara y meterse en otros berenjenales? Sin pensárselo, señala que los muchos papeles que había que resolver ante la administración como gestor le obligaron a toparse con la perversión de la burocracia franquista. Dicho claramente: «Había que sobornar a todos los funcionarios en aquel Ourense turbio, negro e impresentable».
Relata como «había que meter en cada documento un billete de veinticinco pesetas, sujeto con un clip, para que te lo agilizara el funcionario, sino el papel quedaba olvidado». Harto de aquel sistema viciado decide meterse a la fotografía, un oficio que no le era ajeno ya que en la mili «hacía fotos a mis compañeros y se las vendía por un real».
Su historia
Se instala en la calle Santo Domingo y luego en Bedoya (lugar en el que está aún la tienda hoy, bajo gestión de su hijo). El triángulo que forman esas calles con el parque de San Lázaro es su rincón porque «en esos sitios está mi historia».
Colocó la tienda en un lugar estratégico porque encima estaban las oficinas del departamento de Emigración. Aquello era un ir y venir de ourensanos que se iban en busca de Eldorado a otros países. Necesitaban fotos para los documentos, por lo que parecía lógico que su tienda recibiese a decenas de clientes a diario. «Entonces había fotógrafos que tardaban hasta diez días en entregar unas fotos de carné. Yo inventé la foto de carné pura y dura, sin retoques», recuerda.
Aquel negocio, boyante sin duda, despertó ciertos recelos entre colegas fotógrafos que fue sorteando como pudo. Con la cámara anduvo para todos los lados, sobre todo para cubrir eventos deportivos del motor, otra de sus pasiones. Con orgullo dice que su hijo «lleva dos años recuperando los archivos míos de los rallies y debe haber unas quince mil fotos».
Hizo instantáneas de aquellas pruebas automovilísticas, pero también participó en ellas. Le hizo mil diabluras a los coches para hacerlos competitivos «y me papé todas las carreteras de España. Me marchaba los viernes, corría el rali y luego me venía, pero incluso llegué a correr en los ralis haciendo también las fotos y la información al mismo tiempo». Eso sí es destreza.
Retransmisiones
Él anota en su currículum alguna que otra gesta y algún que otro truquillo definitorio de su carácter, un tanto insubordinado. Se enorgullece de haber incorporado nuevos métodos a la retransmisión de estas pruebas deportivas en la radio porque «en La Voz del Miño yo transmitía como si estuviese al lado de los coches, pero yo en realidad estaba en el Alto do Rodicio».
Desde allí captaba la señal de las emisoras de radioaficionados que tomaban los tiempos y luego él le ponía el acento radiofónico como si fuese testigo de la carrera. En su cesivas ediciones ya ni salía de casa, «hacía la retransmisión desde el salón y en pijama».
La polémica
Como free lance , «que dicen ahora los cursis», hizo muchas otras cosas, en ocasiones «buscando patrocinadores, escribiendo las crónicas, sacando las fotos» o negociando con la empresa que le editaba sus trabajos las condiciones en las que desempeñaba sus funciones.
Si bien explícitamente no se definió como hombre polémico, los que conocen bien a Gonzalo Belay saben que no se ha callado y por sus opiniones, bervales o por escrito, llegó a ocasionar más de un quebradero de cabeza al poder establecido. No se salvaron, según él dice, ni alcaldes del viejo régimen (a uno le llamó «badulaque y mamarracho») ni el obispo Temiño.
Ahora, a punto de convertirse en un octogenario, se deja saludar por la calle por decenas de personas («a muchas ni siquiera las identifico») y vive en su finca de Cortiñas, en el Concello de Pereiro de Aguiar.
Fotografía, motor, periodismo, radioafición, cámping... Estas actividades han llenado su vida y tal vez la sigan llenando aunque a sorbos más pausados. Es un apasionado de la comunicación. Otra vez la comunicación.