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La Belleza de María Lezón se puede disfrutar en la galería de arte Visol, en la capital ourensana

14 May 2018. Actualizado a las 05:00 h.

«Prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila». María Zambrano.

La Galería de Arte Visol presenta la espléndida exposición La Belleza, de la paradigmática María Lezón, siendo la segunda vez que la artista realiza un proyecto específico para este espacio y que ahora transforma en exuberante primavera el continente Visol.

 

Explosiva, brillante, inteligente y vitalista es la obra cuyo tema gira en torno a la mujer, estereotipos familiares y ambiente acomodado de burguesía vasca y el misterio, ficción, sofisticación y realidad de la que se sabe protagonista de su vida y se mira a los ojos sin miedo ni victimismo en el espejo del mundo contemporáneo con arrebatada pasión que expresa con ritmo frenético en los arabescos, gracia lúdica y distorsión expresiva. Cartografía de una afectividad con encuadres cinematográficos e inquietante como en suspense que desplaza la aparente armonía de un paisaje bucólico de égloga en el uso dramático de la luz en planos de fuerte iluminación y sombras contrastadas. Obras de corte narrativo que expresan ternura y sensualidad en rotundos escorzos con protagonismo del tren inferior de extremidades hipertrofiadas con volumen granítico que enfatiza anatomías orgánicas y de monumentalidad titánica como las formas de la época Dinar de Picasso. Agilidad conceptual y contorsionismo vigoroso en las piernas cortas y elásticas como las de Botero de pies pequeños y voluptuosas formas que se recortan sobre fondos neutros sin referentes contextuales y extraordinario movimiento.

Dentro del pequeño formato sorprenden las escenas domésticas de interior cuya iluminación natural o artificial inunda las estancias en las que son protagonistas los juegos y presencias infantiles y su interrelación con los espacios habitados. Cabe destacar el desarrollo del concepto en las estancias familiares con escenas que decoran los interiores como los cuadros infantiles en la habitación en la que la niña se descuelga por la litera con inestable equilibrio y la luz cálida de anaranjados y amarillos que en la escena que se desarrolla en el dormitorio de la madre se tiñen de verde y azul y sin embargo, no resultan fríos por la ternura cómplice de la intimidad familiar que se ve sorprendida por la obra que decora la habitación La venganza de Rebeca (Rebeca´s Revenge) de la serie El culebrón de la tumbona. Reivindicación de la identidad en feminismo plural e interesante reflexión sobre el concepto surrealista recogido por Magritte del cuadro dentro del cuadro.

 

 

La Lezón reivindica la falta de belleza y compromiso en el arte contemporáneo, con tendencia a la segregación conceptual de lo afectivo, emocional o catártico.

Manifiesta predilección por el barroquismo de Artemisa Gentileschi en los magníficos collages de flores, serie en la que integra distintos elementos, papel y cartón sobre tabla con la alegría del horror vacui y la euforia cromática en los efectos cromoluminaristas de la pincelada caleidoscópica, el trazo gestual y un aspecto impresionista con la potencia expresiva de rojos y anaranjados que se equilibran con azules, verdes y negros en un dibujo previo a modo de cloisoné como vehículo conductor del blanco nervio en la arquitectura de las flores. Amalgama de color y elementos aditivos que se estructuran en distintos niveles de elevación y superposición abrupta con fin expresivo y estético con el que la obra avanza rebasado la superficie material del cuadro por la calidad física de sus texturas.

Coherente y creativa estructura su obra sobre los pilares que identifican su pintura: creación, concepto, humor y belleza.

En la serie Cuentos la cara se convierte en máscara en los malvados que se animaliza frente a la dulzura e ingenuidad de los rostros infantiles.

 

 

Personaje femenino

Resultan monumentales los dípticos Mujer entre flores rojas con un personaje femenino casi velado por la exuberancia del jardín. Remite al mosaico romano en los fondos ambientales y neutros y se equilibra con chorreos informalistas frente a la precisión del dibujo y efecto volumétrico del color. “La piscina” constituye un magnífico ejercicio espacial y cromático así como en “El caserío” asistimos con alegría a la fiesta del color, en el rubor de “Lolita” al sonrojo adolescente. Retrato blanco de la ausencia, mujer ensimismada con niña en el regazo gira en la potencia del tacón el semblante anhelante de una niña llena de preguntas mientras el hombre sin rostro abandona el cuadro haciendo mutis por la izquierda con violento escorzo.

 

Son maravillosos los retratos pétreos de Frida y Dalí. Me declaro abiertamente lezonista.


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