Tras más de 40 años cambian las manos que introducen en la iglesia a la Virgen de Arcos
Ourense
El empresario Camilo Pereira gana la puja con 6.100 euros
16 Aug 2019. Actualizado a las 05:00 h.
Es más que una tradición, que una ofrenda religiosa y que una costumbre. El empresario Florindo González lleva desde los años 80, momento en el que se comenzó a pujar por el derecho a introducir a la Virgen de Arcos en su iglesia, ganando a todos los rivales que se le presentaron por el camino. Pero este año la subasta dejó a todos los vecinos sorprendidos cuando era otro vecino de la pequeña localidad el que conseguía subir la apuesta y superar a la familia de González. El también empresario Camilo Pereira cedió 6.000 euros por la mano derecha y 100 euros más por la izquierda, superando de esta forma los 3.000 euros que ofrecían los hijos de González. Así fueron él y su mujer los encargados de hacer los honores este jueves por la mañana.
Nada de disputas ni de competencias, se trata de un acuerdo al que ambos empresarios llegaron previamente. Porque no siempre es necesario que la Virgen entre con las mismas personas para demostrarle devoción y entregarse a ella. «Nos tenemos mucho cariño entre las familias y a veces también toca que sean otras manos las que metan a la Virgen en la iglesia», afirma María José González, hija de Florindo. En esta ocasión el empresario no pudo acudir personalmente a la puja pero sí que celebró el día de su patrona rodeado de toda su familia y en su pueblo natal. Tal y como ha explicado él mismo en otras ocasiones, su afán por obtener la mayor de las pujas viene de una promesa realizada a la santa a finales de los años setenta. Una de las embarcaciones de su empresa se encontraba naufragando y sus tripulantes corrían peligro, Florindo se encomendó a la de Arcos.
Aunque tras más de cuarenta años haciéndolo resulta extraño no ver a Florindo a la cabeza del carro que transporta la imagen de la virgen, el empresario de congelados de pescados y mariscos no duda de que el año que viene será otra oportunidad para disfrutar de su ofrecimiento a la patrona. «Nunca se sabe, pero seguro que volvemos a pujar y a ver que pasa», cuenta María José. Puede que la puja solo sea una tradición y la devoción a la virgen, una creencia, pero es innegable el cariño que la familia de González, junto a él, demuestran por su tierra, directamente proporcional al que los vecinos sienten por Florindo y los suyos.