Luis García, médico en el penal de O Pereiro: «La gente que consume cocaína tiene más tendencia a acabar en prisión»
Ourense
El facultativo estima que la sanidad penitenciaria es aún muy desconocida
11 Apr 2021. Actualizado a las 19:17 h.
Luis García Marcos, facultativo en la prisión de O Pereiro de Aguiar, estima que la demanda sanitaria en un centro penitenciario «es entre cinco y ocho veces mayor que en un recinto comunitario, según los estudios realizados al respecto». Su gremio depende, en primera instancia, de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias y, en extensión, del Ministerio de Interior. Lo que reclaman, y no viene de ahora, es que esas competencias se traspasen a las comunidades autónomas. «La sanidad penitenciaria es la gran desconocida, por decirlo así», indica García, que participó esta semana en un seminario web organizado por el Colegio de Médicos de Ourense, presidido por José Luis Jiménez, para abordar la cuestión.
-¿Por qué entienden que habría una mejora en caso de depender de los gobiernos autonómicos?
-Es que no se trata tanto de nosotros, sino de los pacientes. El hecho de estar bajo otro sistema sanitario diferente implica que, por ejemplo, no tenemos acceso a los historiales clínicos de un afectado. Por poner un ejemplo: si un recluso de O Pereiro sufrió un problema oncológico antes de entrar en prisión, nosotros no lo sabemos. Y a la inversa en el caso del Sergas. Creemos que se ganaría en coordinación. Y por otro lado, entendemos que somos una minoría sanitaria dentro de una organización no sanitaria.
-Cuando un recluso llega a su consulta, ¿nota que le preocupa más su futuro o su salud?
-Es complicado de decir. Partimos de la base de que el ejercicio profesional en un centro penitenciario es totalmente diferente. Aquí tenemos de frente los problemas de la persona en base a su situación penal y también los relacionados con su salud. En algún caso, si yo le determino a una persona que debe seguir una dieta, también me encargo de dar esa orden a la cocina de la prisión, para dar continuidad al proceso. Pero además, también hay una realidad: el hecho de estar preso supone un factor de riesgo para una enfermedad. Aquí, lo que se concentran son patologías generalmente de tipo infeccioso, psiquiátrico o vinculadas a las drogas. La gente que consume cocaína tiene más tendencia a acabar en centros penitenciarios.
-¿Cómo de complicado es lidiar con las toxicomanías en espacios cerrados?
-En el caso del alcohol, como no es fácil que la persona tenga acceso a él estando en prisión, puede llevar a una sensación errónea. La de que quizá ha superado ese problema cuando en realidad no es así. Hay estudios que acreditan que en torno al 70 % de la gente que ingresa en la cárcel tiene problemas de abuso de tóxicos o bebida. Ante esto, lo que nos queda es abordar distintas estrategias: hay programas de reducción del daño y también sustitutivos opiáceos en el caso de las drogas, pero no nos podemos quedar ahí. También hay que buscar la reconducción a nivel conductual, y para eso nos ayudan equipos multidisciplinares tanto desde la prisión como desde fuera.
-¿Es difícil plantearle un reto de este estilo a alguien que carga con una condena larga?
-Quizá a una persona que tenga 20 años encima sea más complicado. En el penal de O Pereiro hay una población, digamos, estable. Son condenas de dos o tres años y en algunos casos ayudan a que puedas trabajar con más paciencia. Te permite una continuidad, por decirlo de alguna manera. Eso es más fácil de abordar que cuando hablamos de personas que entran y salen constantemente de centros preventivos, por la ruptura temporal.
-¿Hasta qué punto la recuperación de las visitas cambia la perspectiva de los reclusos?
-Se notaban más aislados todavía. A ellos también les ha pasado factura la pandemia. Lo que más les afectó en su momento, por el confinamiento vigente durante el estado de alarma, fue que se cortasen las comunicaciones y los permisos. Pero recientemente, a inicios de este mes, volvieron los vis a vis en la prisión y creo que ya supone un paso adelante para ellos.
La tecnología, una vía improvisada para el contacto de los reclusos «que puede ser útil»
La prisión de O Pereiro de Aguiar cerró sus puertas por la pandemia hace ahora poco más de un año. Las reabrió en verano, con la relajación de las restricciones, y entre medias se fue cocinando un cambio de funcionamiento con respecto a las comunicaciones de los internos con sus familias y allegados. También el personal sanitario, tras la incertidumbre del inicio, fue modificando sus pautas de trabajo diarias en base a la evolución epidemiológica del exterior.
-¿Cómo cambiaron sus dinámicas laborales ante la llegada del coronavirus?
-Al principio, mucho. Sobre todo, por el desconocimiento de lo que estaba ocurriendo. La forma de trabajar era totalmente distinta a lo anterior: no podíamos coincidir unos miembros del personal sanitario con los demás, para minimizar el riesgo de contagio y evitar que el centro penitenciario se quedase sin equipo. Durante el confinamiento no hubo visitas y tampoco permisos, pero hay que reconocer que los presos se comportaron ejemplarmente y no hubo problemas.
-¿Y los programas de ayuda con organizaciones externas?
-Se suspendieron. Fue realmente complicado, porque perdimos el contacto con las oenegés que acudían al penal de O Pereiro. Muchos programas no se podían ejecutar, para evitar aglomeraciones.
-¿Se mantendrá la vía telemática como recurso para el contacto de los reclusos?
-Sinceramente, no sé si estas medidas habrán llegado para quedarse. Ahora mismo, las visitas presenciales en la prisión están en marcha, con limitaciones como el número de personas que acuden. En esto ya no es como antes, claro. Pero creo que no hay que renunciar a la tecnología en algunos casos, y más si puede ser útil.