«En los buenos tiempos llegamos a vender en nuestra fábrica de Ourense 1.600 cajas de gaseosa al mes; luego los gustos cambiaron»
Ourense
Luis Valcárcel Rodríguez vivió la época dorada de un refresco que hoy apenas tiene demanda
17 Dec 2023. Actualizado a las 05:00 h.
A Luis Valcárcel Rodríguez son pocos los vecinos del barrio de O Couto que no lo conocen. Ha vivido muchos años en esa zona de Ourense y fue ahí donde su padre montó una fábrica de gaseosas que se mantuvo operativa durante más de medio siglo. En un bajo del número 9 de la calle Velázquez nació Gaseosas Valcárcel. «Pagábamos mil pesetas de alquiler al mes» recuerda ahora el hijo de aquel emprendedor, que hace un viaje mental al pasado para rememorar unos años complicados, en plena posguerra.
Nacido en A Pobra de Trives en 1950, cuenta que su progenitor fue el primer empresario que montó allí una fábrica de gaseosas. Luego la familia se marchó a Barcelona, donde continuó con el negocio junto a un hermano, si bien ya de vuelta a Ourense decidió cambiar de actividad. «Montó un negocio de jerséis con unas máquinas de tricotar que trajimos de Barcelona», asegura Luis. En aquellos años la familia vivía en el barrio de A Rabaza de la capital, donde ya existían algunos fabricantes de la bebida gaseosa. Luis, por entonces muy pequeño, ayudaba al hijo de uno de ellos a hacer el reparto. «Los días que no tenía colegio me iba con él, en un carro tirado por caballos, y a cambio me daban una naranja» recuerda entre risas.
Eran tiempos duros, pero también de oportunidades, y viendo que el tema textil no daba para mantener a una familia de cinco hijos, el padre de Luis volvió a hacer lo que mejor se le daba y alquiló el bajo de la calle Velázquez. Empezaron con la franquicia Sanitex. «Fue la primera botella que se vendió en Ourense con tapón de rosca», cuenta. Pero la fórmula traía complicaciones porque los clientes tenían que devolver ese tapón, y no todos lo hacían. «No era buen asunto; además en la provincia había más gente vendiendo la marca, así que mi padre decidió desvincularse», explica.
Y así nació la empresa familiar propia, en la que todo se hacía de forma manual, hasta el lavo de botellas, todas retornables. Su padre elaboraba él mismo las cajas de madera en las que iban las bebidas. «Yo andaba con un carretillo a los nueve años; los hermanos íbamos a la escuela y, al salir, a trabajar. Iba de reparto hasta O Polvorín, entonces todo el barrio era de tierra. La casa más alta de Ourense, que le llamaban el rascacielos, era una de cinco pisos junto al puente nuevo», recuerda.
Aquella fue la época dorada del negocio. En todas partes se bebía gaseosa, así como los refrescos de naranja, limón y cola que se hacían en la fábrica. «Le mandábamos botellas al bar Pepinillo y ellos las vendían por vasos, también al bar de los Salesianos», asegura. Sacarina, ácido cítrico, agua y gas eran los principales ingredientes para una bebida que hacía furor y que, advierte Luis, entonces era de mucha más calidad que ahora, «que todo es química». En Ourense a los clientes les gustaba poco dulce, para que no estropeara el vino.
El primer vehículo a motor que se usó para el reparto fue un motocarro que alquilaban a un vecino. Luego el bajo de O Couto se quedó pequeño y se mudaron a otro en O Vinteún, desde el que repartían con un camión propio. El negocio siguió creciendo y pasaron a O Pino, ya con tres vehículos. «La empresa iba muy bien, se vendía mucho», cuenta Luis. Tras la muerte del padre él decidió quedarse con la fábrica y apostó por un nuevo espacio, esta vez en el polígono de San Cibrao. «Era el año 1985; nos mudamos a la calle 6 y tuvimos unos años muy buenos, pero después el negocio empezó a decaer. Llegó un momento en el que en el camión ya llevabas la mitad del producto que no era tuyo, porque se pedía mucho vino y cerveza», asegura. «En los buenos tiempos llegamos a vender 1.600 cajas al mes, pero luego los gustos de la gente a la hora de beber cambiaron», advierte.
En el 2010 a Luis le llegó una oferta de compra de su empresa y decidió aprovecharla. Admite que le dio pena dar ese paso y que aún siente añoranza cuando ve un camión de reparto. Pero cree que las nuevas generaciones deben abrirse paso. Es lo suyo.
Voluntario de la asociación Amencer: «Ayudo en lo que puedo»
Tras vender su empresa hace ya más de diez años, Luis Valcárcel dedica ahora gran parte de su tiempo libre a echar una mano en la asociación juvenil Amencer, vinculada al colegio Salesianos. «Mi hija Laura fue la que me metió y la verdad es que estoy muy contento de poder echar una mano». Después de haber tenido unos problemas de salud hace unos meses, ahora ya ha vuelto a retomar la colaboración y estos días se centra en el arreglo de juguetes que llegan como donación. Su mujer también colabora con la entidad sin ánimo de lucro. «Tiene mucho mérito lo que hacen, desarrollan una labor maravillosa», dice sobre Amencer.
Con todo, la gran pasión que tiene ahora mismo es su nieta de 5 años. Reside con su otra hija en A Coruña, así que tanto él como su mujer van a menudo a verla. Poder pasar tiempo con la familia es para él una enorme satisfacción tras una vida sacrificada y de mucho trabajo. Ahora ha llegado el momento de disfrutar.
EL DNI
Luis Valcárcel Rodríguez nació en 1950 en A Pobra de Trives. Su madre era de allí y su padre de Castro Caldelas.
Desde niño ayudó a su padre en la fábrica de gaseosas que montó en la calle Velázquez y tras la muerte del progenitor se hizo cargo del negocio, en el año 1985.
Elige como su rincón de Ourense el número 9 de la calle Velázquez. En un edificio que aún sigue en pie, característico por su color mostaza, nació la empresa Gaseosas Valcárcel.