La Voz de Galicia

«Collín aos meus pais, á miña sogra, as medicinas e marchamos co posto. Perdémolo todo»

O Barco de Valdeorras

m. cobas /  o barco, ourense / la voz X. M. Rodríguez o barco, ourense / la voz
Casas quemadas en Alixo, Valdeorras

El incendio de O Barco arrasó quince casas en Alixo y una en Vilariño

19 Jul 2022. Actualizado a las 05:00 h.

Son las casas de Rosa, de Reme, de Ana, de Raquel, de Magín, de los padres de Rosario, de los abuelos de Ermitas, la casa de la familia de Enrique. Algunas eran viviendas de vacaciones, otras de fin de semana y algunas más de temporadas. Al menos una estaba en fase de rehabilitación. Ya solo quedan ruinas después de que el fuerte viento que se levantó el domingo a las tres de la tarde hiciese cambiar la dirección del incendio forestal iniciado el pasado jueves en Riodolas (Carballeda de Valdeorras). Las llamas, que se veían lejanas, estaban encima de la parroquia de Alixo, en O Barco de Valdeorras de repente. Ardieron 15 casas habitables, según el recuento que el lunes por la mañana hacía el pedáneo, Gustavo Núñez.

«En media hora, estaba na porta da casa», relata Ermitas Álvarez. «Deunos tempo a coller aos meus pais, á miña sogra, os medicamentos e a documentación e marchamos co posto», contaba emocionada mientras recorría las calles de la aldea y señalaba lo que quedaba de lo que fue la casa de sus abuelos o la bodega de sus suegros. Relata que fue un momento delicado cuando tuvo que decirle a sus padres que se iban, que no mirasen atrás. «E ver que chamas a todos lados e non veñen medios para apagar é moi duro», relataba Ermitas. Con lágrimas en los ojos, Rosa Docampo visitaba los restos de la casa en la que había nacido y en la que estaba el domingo cuando tuvieron que salir corriendo. «Saímos co posto, medicamentos e nada máis», contaba. Lamentaba especialmente haber perdido recuerdos. «Perdémolo todo: os cadros dos meus e os meus sogros, os mobles vellos que restaurara a miña filla...», añadía.

«Estaba limpo, que non sei cantas hectáreas desbrocei por aí arriba hai uns días. Pero aínda así mira todo o que fixo», apuntaba el pedáneo. Eso sí, cree que el pueblo ardió porque nadie se preocupó de él. La falta de medios para apagar el incendio estaba en boca de los vecinos, también en la de Margarida Pizcueta, vecina de Alixo y concejala del PSOE en O Barco. Ella se fue nada más acercarse las llamas junto a sus hijas, que todavía tienen el miedo en el cuerpo tras el gran incendio que afectó a la aldea hace diez años. Así que en cuanto se acercó el fuego quisieron marcharse. Su marido también se fue, pero acabó volviendo. «Seguramente foi o que salvou a casa, porque todo por debaixo está calcinado e a nós só nos ardeu unha pequena parte do corredor, pero nada comparado coa mala sorte que tivo esta xente. Carlos, outro veciño, conseguiu salvar outra barriada», añade. Insistía en la falta de medios de extinción, ya que en un primer momento había solo dos bomberos en Alixo, que no daban abasto porque había dos focos importantes en viviendas. Y podía haber sido peor. «Menos mal que nos puxemos tamén un pouco bravos, porque pola noite nos querían deixar sen efectivos. Estabamos sen auga e sen luz e todo ardendo», explicaba. Las viviendas seguían sin abastecimiento ni electricidad. «Isto non é habitable», decía Pizcueta.

Los vecinos se lamentaban de no haberse quedado. «La situación fue tan grave y tan rápido todo que también el riesgo fue muy grande», apuntaba el alcalde, Alfredo García. Y añadía: «Evidentemente si se hubiesen quedado habrían ardido menos casas, pero podría haber pasado algo. Y si muere alguien, ¿qué?». Porque como enfatizaba, el alto calor generado en el incendio hizo estallar una bombona de butano que había en el interior de una casa. «Ante esa situación es mejor ser prudentes», remarcaba, dando su apoyo a la decisión adoptada desde el puesto de mando instalado en la Casa Grande de Viloira. Criticaba, por otro lado, la falta de medios aéreos hasta las cinco de la tarde de ayer por los protocolos de descanso de los pilotos.

«Se o vento pasa dos 20 kilómetros hora non hai que facer»

La subida a Vidaferre desde la carretera de Vilaza es un desierto calcinado en una gran zona de territorio a ambos lados de la carretera. Hasta donde la vista alcanza el monte bajo está quemado. La alcaldesa de Oímbra, Ana Villarino, recorría este lunes las pistas y el monte en compañía de Salvador Vivas, el presidente de la comunidad de montes. El pueblo tiene un comunal de 300 hectáreas y una importante plantación de pinos, que ocupa unas 70 hectáreas: «Botamos moito tempo desbrozando e creamos máis de dez quilómetros de pistas, por aí serían unhas 30 hectáreas, e non valeu de nada porque veu o lume e arrasou con todo, tanto as zonas onde limparamos como as outras», relativa. La experiencia le dice que es difícil combatir el fuego: «Se o vento pasa dos 20 xa te podes esquecer porque o aire leva o lume para onde quere e salta por onde lle peta», contaba. Al cierre de esta edición, el viento complicaba la situación de nuevo en Oímbra.

El fuego atrapó en un pueblo que iban a desalojar a un edil de Rubiá y dos guardias

El incendio iniciado en Riodolas que el domingo entró en O Barco saltó el lunes el río Sil para adentrarse en Rubiá. Lo hizo con tal virulencia que en apenas un par de horas hubo que desalojar varios pueblos, entre ellos A Veiga de Cascallá, donde ardieron varias viviendas, O Barrio y O Castelo. En este último estaba el edil Ignacio Doce junto a una patrulla de la Guardia Civil alertando a los vecinos sobre la necesidad de abandonar sus casas cuando el fuego cercó el pueblo. «Metéronse no bar da aldea e alí estiveron ata que puideron ir rescatalos», contaba Laura Iglesias, compañera de Doce en la corporación municipal. Mientras esto no sucedió se vivieron momentos de tensión porque desde el bar podían enviar vídeos de lo cerca que estaban las llamas del edificio. El Concello de Rubiá habilitó el pabellón para los vecinos que no tuvieran donde pasar la noche, aunque al cierre de esta edición nadie había recurrido a este servicio. 


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