José Fernández, responsable de la sección de arqueología del IEV: «Valdeorras ten un potencial arqueolóxico importantísimo»
Vilamartín de Valdeorras
Creó un museo con 5.000 minerales, recogidos por él o cambiados, nunca comprados
31 Oct 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Nació un martes 13 en la casa número 13. «Son o home dos 13, non todo o mundo o pode dicir, e o certo é que non me queixo de como me vai. Na vida todos os soños que tiven de neno funos cumprindo. O que hai que ter é gañas de soñar e tirar para adiante. Soñar e deitarse a durmir non te leva a realizar nada». El que habla es José Fernández Pérez (Larouco, 1954), aunque en Valdeorras le conocen como Pepe do Cañete, el mote heredado de su padre y de su abuelo, o como Pepe das Pedras, por su afición por los minerales.
Habla de una vida plena desde la infancia, pese a que esa etapa fue dura. «Éramos pobriños e había que traballar», cuenta. Fue poco a la escuela. A los cinco años ya se ganaba el sueldo delante de los bueyes en el arado de las viñas. Y no había cumplido todavía los 13 (otra vez su número) cuando comenzó a obtener el jornal en las obras del túnel de San Fiz, el que lleva el agua del río Xares a la central hidroeléctrica de Valencia do Sil (en Vilamartín de Valdeorras). «Alí estaba, a dous quilómetros baixo a terra. Dáballe servizo aos que encofraban, apañaba ferros e levaba a xerra da auga», relata. Después marchó para A Pobra de Trives y Chandrexa de Queixa. Tenía quince años cuando llegó a Vilariño de Conso, para trabajar en la construcción del embalse de As Portas «a cento e pico de metros de altura».
Al tiempo, siendo todavía un adolescente, comenzó a practicar artes marciales animado por unos amigos que vivían en Francia. Estar federado le fue de gran utilidad cuando se marchó a la mili, pues fue elegido para ejercer de asistente del gobernador militar en Ourense, el general Pedro Domínguez Manjón. «Facía como de guardaespaldas». Después, regresó a casa para casarse con su novia. Fue entonces cuando se mudó a Vilamartín de Valdeorras, la localidad en la que lleva 45 años residiendo. Ahí nacieron sus tres hijos, «dúas nenas e un neno», cuenta Fernández refiriéndose a los mismos que ya le han hecho abuelo de cuatro nietos.
«Fun andando a vida e preparándome todo o que puiden pola miña conta», relata. Explica que una vez que comenzó a trabajar como autónomo, siempre en el sector de la construcción, aprovechaba las vacaciones para hacer cursos de verano en la Universidade de Vigo. «Sobre tratamento de metais e de material arqueolóxico, de cerámica, de organización do Exército romano...», todo lo que tenía que ver con los minerales y la arqueología le interesaba. A lo que le enseñaban en clase se unía lo que iba aprendiendo por su cuenta. «No ano 1980 metinme no Instituto de Estudios Valdeorreses e un ou dous anos despois xa me fixeron presidente da sección de Arqueoloxía e Ecoloxía, onde sigo», añade. El verano era también la época que aprovechaba para excavar. «Ata ben entrada a década dos 2000, case todos os anos facía unha campaña arqueolóxica, con Santiago Ferrer ou con Puri Soto. Incluso estiven en La Rioja buscando pegadas de dinosauros», relata.
Fernández reconoce que ver las tropelías que se siguen haciendo sobre el patrimonio le duelen. «Valdeorras está chea de xacementos, pero parece que a ninguén lle interesa. A Rúa e O Barco teñen un gran potencial e non miran para el», lamenta. Y añade: «Temos cantidade de sitios nos que están arando todos os días ou facendo barbaridades con máquinas enriba dos xacementos. É mellor vivir cos ollos pechados que saber algunhas cousas», reconoce. Pero todavía hay esperanza. «En Larouco estanse facendo cousas marabillosas co castro ou os lagares, Vilamartín está volcado co castro de Valencia do Sil e Rubiá está limpando a Vía XVIII», enumera. Y eso, dice, le alegra.
También es un gran aficionado a los minerales. Atesora más de 5.000 piezas expuestas. «No ano 1995 fixen un museo. Antes da pandemia tiven anos de meter máis de mil nenos», relata. «Non hai ningunha peza comprada, son buscadas por min ou cambiadas con xente doutros países: de Brasil, Alemaña, Austria...», cuenta. Sigue en ello. «Cada vez que saio intento traer unha peciña interesante, e se non xa a deixo no monte», añade.
Ciclista aficionado gracias a sus hijos y experto en el cuidado de bonsáis
Con tantas aficiones como tiene, se podría pensar que José Fernández apenas tiene tiempo para la familia. Pero todo lo contrario. «Sempre lle dediquei os meus días, a eles non lles fallo», asegura. Cuenta que juntos han viajado a diferentes países y que con su hijo y con una de sus hijas recorrió España. «Eran ciclistas e fomos con eles a todos lados», relata. Él mismo se aficionó al deporte. «Ao cicloturismo dediqueille uns aniños», cuenta. Ahora, dice, disfruta sobre todo con los nietos.
Otra de sus grandes pasiones son los bonsáis. «Teño máis de trinta», dice orgulloso. Y a ellos les dedica un ratito cada día, sobre todo en verano. «Levan moito traballo, porque sempre sae unha póla que non queres e nos meses de calor hai que estar moi atento aos regos porque teñen pouca terra e se te despistas igual che morre en cinco días unha árbore na que levas traballando 30 anos», señala. Esa es la edad de su pieza más joven, aunque otras ya llevan con él más de cuatro décadas. El resto del tiempo libre lo dedica a la huerta y al cultivo de las viñas. «Eu parar non paro», remata.
DNI
Quién es. José Fernández Pérez nació el 13 de julio de 1954 en Larouco.
A qué se dedica. Tras haber trabajado desde niño en el sector de la construcción, ahora disfruta de la jubilación.
Su rincón. Elige su museo de minerales. «É o sitio onde tiro máis horas, onde paso o tempo cando chove e non podo saír ao monte ou á horta. Métome aí e sempre teño cousiñas que colocar»