Emprender tras el covid en Pontevedra: ocho negocios nuevos en tan solo cien metros
Pontevedra
Estos son los negocios que cambian la cara a la calle Rosalía de Castro en Pontevedra
La céntrica calle Rosalía de Castro renueva su cara comercial con panaderías, fruterías, una tienda de cactus o un taller de joyería
13 Nov 2021. Actualizado a las 20:33 h.
El pequeño comercio es, quizás, el sector que más ha sufrido las restricciones durante la pandemia. Han bajado la verja y han reducido horarios hasta que la situación epidemiológica le permitió recuperar la rutina. A los héroes que resistieron se suman otros que han dado un paso al frente para montar un negocio. La calle Rosalía de Castro es un de los mejores ejemplos de ese resurgir de los emprendedores, de esa vuelta a la vida de barrio. Así lo entienden quienes han dado ese impulso a una de las zonas más castigadas en los últimos años por el cierre de negocios.
Algunos de los que han escogido esta calle peatonal tan transitada lo han hecho huyendo de zonas comerciales con precios inasequibles, mientras otros han querido este rincón por estar en el corazón de la ciudad. En apenas cien metros hay hasta ocho negocios nuevos que han abierto después de la pandemia, cuatro de ellos no llevan ni dos meses de actividad. La ampliación del Froiz, la frutería Isabel, la panadería Xeve, el Asian Food de comida para llevar y la oficina de Sanitas fueron de los primeros en abrir en esta nueva etapa, a la que en las últimas semanas se han unido el obrador de panadería y pastelería sin gluten Daula, el taller de joyería Caruncho&Kodina, la tienda de cactus Mother of crasas y Tía Adega, o mellor de cada casa, que está pendiente de arreglar el contador para comenzar la aventura. A todos ellos se suma uno nuevo que se abrirá en la esquina donde estaba Chic.
Es el nuevo resurgir de una calle con nuevos vecinos. Camilo, el joyero del taller, lo vio claro. Estaban en un local de las galerías Oliva cuando descubrieron que una promotora ya había pagado la licencia para demoler el edificio, dejado en el aire el futuro de los negocios. Sin dudarlo empezaron a buscar una nueva ubicación para trasladarse. No era el primer cambio que hacían, en sus 25 años de actividad ya han pasado por media docena de mudanzas. Esta calle les gustó y donde durante años hubo una agencia de viajes, Camilo y Marta abrieron su taller. «Nosotros somos artesanos, hacemos piezas únicas y por encargo, nuestros clientes ya nos conocen por el boca a boca y ahora las redes sociales han hecho que tengamos pedidos de todo el país», explica este joyero.
Él y su mujer conocen bien la calle porque durante muchos años vivieron en ella y coinciden en que está atravesando un buen momento después de un tiempo con demasiados bajos vacíos. Patricia Aboal, de la inmobiliaria Inmobal, asegura que es una de las zonas que siempre recomienda a sus clientes. «Tenía bajos que llevaban mucho tiempo cerrados y que fueron rebajando el precio. Los propietarios deben saber que si están cerrados, pierde», asegura. Un bajo de cien metros en esta calle podía alquilarse hace unos años por mil euros al mes, pero ahora ha bajado, en algunos casos, hasta los 600 euros, un precio que los profesionales consideran muy asequible para una zona peatonal. «Es una calle que gusta mucho para montar un negocio porque además la gente que vive en ella tiene un poder adquisitivo medio alto», reflexionan desde Inmobal.
Eva Domínguez está detrás del mostrador de Tía Adega. Apura los últimos retoques antes de abrir al público. Cuando los responsables de esta panadería decidieron poner en marcha este negocio aún no habían abierto en frente Xeve ni los andamios ocupaban su escaparate. Pero a pesar de esas adversidades, «estoy ilusionada, queremos abrir ya. Optamos por esta calle porque está cerca de todo, de los institutos, de la Audiencia, es un lugar de paso». Eva detalla casi de carrerilla lo que ofrecerá en su local: «Dulce y salado para llevar, café y cátering». Después de cinco años viviendo en Chile y Cuba regresa a casa para arrancar este nuevo proyecto ilusionante. Pasó la pandemia en un cayo del Caribe porque estaba allí por el trabajo de su marido, pero lejos de ser un lujo, reconoce que «vivir así no lo es». Ahora solo piensa en que le arreglen el contador y echar a andar esta nueva etapa.
La última en llegar a la calle fue Natalia Rosales. Hace menos de una semana que abrió Mother of crasas, un rincón de plantas suculentas y cactus casi en la plaza de san José. Su pasión por estas plantas se desató en 2015 para superar un bache emocional. Abrió una cuenta en Instagram con ese nombre como recuerdo a la Mother of dragons de Juego de Tronos porque «soy una loca de la serie. Lo que empezó como una distracción alcanzó los 90.000 seguidores y cinco años después, una tienda física en Rosalía de Castro. «Comencé sin darme cuenta y me perdí en este mundo, ahora somos una comunidad de plantas enorme. Las plantas me ayudaron a salir adelante», explica Natalia, a la que su marido animó a montar esta tienda. Habían visto otro local en la Alameda, pero este rincón de la calle la enamoró. «Nos llamó la atención, tiene un encanto especial así en piedra y hacia el mediodía le da el solcito. Es una maravilla», comenta esta emprendedora que le ha dado el último empujón de actividad a una parte de la calle en la que apenas quedan bajos libres. Son cien metros que renovaron su cara para darle aire de barrio.