Reabre el histórico Parvadas de Pontevedra: «Tenía que esperar tres años y me puse una alarma en el móvil para no olvidarme»
Pontevedra ciudad

Miguel Ruibal ofrece tapas tradicionales en un local que es un oasis pegado al santuario de la Peregrina: «Ahora el tardeo será parveo»
11 Nov 2024. Actualizado a las 18:42 h.
Miguel Ángel Ruibal se puso una alarma en el móvil para que le sonase en diciembre del 2023. El aviso era importante, pero con la pandemia recién sacudida tenía que esperar tres años para ver si podía cumplir un sueño. No quería que se le pasase de largo la fecha. Este hostelero, que nació y creció entre bares, estaba trabajando de comercial para el sector, pero sabía que si algún día volvía a ponerse detrás de la barra sería para revivir el Parvadas. «Solo había tres sitios por los que tenía seguro que iba a volver y este era uno de ellos», asegura. Sentado en el patio de este histórico bar de Pontevedra, advierte de que la suerte no te toca en el timbre de casa. Se persigue. Y él persiguió al Parvadas. Lo reabrió a finales de octubre con una nueva cara, pero con algunos toques que recuerdan la esencia de un negocio que nació como Casa Fernández, pero que pasará a la historia como Parvadas. «Me interesó el local y hablé con el dueño, pero tenía que esperar un tiempo. Así que me puse una alarma en el móvil y el día que sonó, me acerqué hasta aquí», comenta Ruibal.
Era diciembre del pasado año y en el interior había unos obreros trabajando. En cuanto salió de allí se puso de nuevo en contacto con el propietario y llegaron a un acuerdo. «Me ofrecieron muy buenas condiciones y programé la apertura para san Juan», recuerda Miguel, mientras está pendiente de atender a los proveedores que no dejan de entrar en una de estas mañanas soleadas de noviembre.
Las obras se prolongaron más de la cuenta y lo que iba a estar a pleno rendimiento a finales de junio echó a andar con el Samaín. «Y menos mal, ahora pienso que si llego a abrir en verano hubiese sido una locura», apunta después de ver el ajetreo que deja la novedad y el buen tiempo.
El Parvadas conserva el mismo letrero de toda la vida en la fachada, pero dentro tiene una imagen más moderna sin olvidar que esta casa de piedra lleva en pie junto al santuario de la Peregrina desde 1920. En el interior se conserva parte del suelo hidráulico de antaño, pero el resto se ha cubierto con una madera centenaria tratada para mantener esa sensación de casa histórica. Se ha cambiado el mobiliario y acondicionado la cocina. «Hubo que poner todas las instalaciones», explica Ruibal, sabiendo que el esfuerzo vale la pena. «Yo, como muchos pontevedreses, venía aquí con mis padres y luego traía a mis hijos, pero seguro que ahora hay muchos chavales de veintipico que no saben que existe», comenta. El Parvadas es mucho más que un comedor y un pequeño patio en el que conviven dos mesas y dos barriles que hacen la misma función. Unas escaleras laterales llevan a un oasis en el centro de la ciudad. Una parra cubre una terraza que por el momento está cerrada.
Miguel quiere dar pasos seguros. Tiene experiencia y no quiere morir de éxito. Así que las mesas a la sombra de una viña tendrán que esperar a la nueva temporada. «Aquí hay veinte mesas, más las doce de dentro y las cinco de la terraza... Tenemos que ir poco a poco», puntualiza. Junto a este rincón hay unas escalaras que conducen a otro espacio, una sala que enseña con orgullo y a corto plazo destinará a eventos. La madera manda en esta estancia, donde se conservan las vigas originales, y unas grandes mesas en las que el otro día organizó una celebración para medio centenar de personas.
El Parvadas cultural
Este hostelero tiene muchas ideas para sacar adelante el negocio. No le basta con abrir la puerta y esperar a que los clientes entren a tomar unas cañas o las tapas de un menú tradicional, que ofrece los clásicos de siempre, como calamares, zorza o tortilla. Miguel tiene planes para revivir el Parvadas. «Sin tener problemas con los vecinos y sin molestarlos, iré poniendo una sesión vermú y por la tarde, en lugar del tardeo, ahora será el parveo», dice con una sonrisa para referirse a esos planes que tiene de abrir el local para más que dar comidas. «Además de un buen vino (todavía conserva las tazas para el ribeiro) y una buena comida, mi idea es que se puedan hacer presentaciones de libros, cuentacuentos, exposiciones de pintura o algún concierto», comenta Miguel Ruibal, que ahora busca cómo poder encajar estos planes con el servicio de comidas.
En esta primera etapa son cinco trabajadores de lunes a viernes y siete el fin de semana. «El número podría llegar a la veintena durante los meses de verano», reconoce él, mientras señala la zona de la parra. «Me ha costado encontrar personal y eso que le doy unas buenas condiciones porque quiero que estén contentos y no me dejen», apunta Miguel. Pese a llevar una vida al frente de distintos negocios de hostelería y ocio nocturno, asume esta nueva etapa del Parvadas como si fuese su primer negocio. Apenas tiene tiempo para descansar en un local que tiene sobre la ventana un cartel que pone Rúa do Parvadas, aunque en realidad este rincón que se detuvo en el tiempo aparece en el callejero como González Zúñiga.