La aventura de poner en marcha el primer club de código CoderDojo en Galicia
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Un grupo de voluntarios lanzó en octubre en A Coruña un proyecto para introducir, de forma gratuita y colaborativa, a niños y chicos de hasta 17 años en el mundo de la programación. El proyecto, que replica una iniciativa de gran éxito que empezó en Irlanda, ha despertado el interés del Centro de Supercomputación de Galicia, el Museo do Videoxogo y varias empresas del ecosistema digital galaico
28 Mar 2023. Actualizado a las 10:26 h.
Peter Vard es un irlandés afincado en Galicia. Se dedica a la enseñanza del inglés y tiene varias academias en la ciudad de A Coruña. Desde octubre, una de ellas, ubicada en el barrio de Peruleiro, es el cuartel general del primer club de código CoderDojo de la comunidad. Allí, las mañanas del primer y último sábado de cada mes expertos en tecnología introducen en el mundo de la programación a niños y adolescentes, «independientemente de su género, estatus socioeconómico y de su disponibilidad de recursos». Y lo hacen de forma voluntaria, altruista y colaborativa.
CoderDojo es un movimiento sin ánimo de lucro de código abierto que nació en Cork, Irlanda, en el año 2011. Sus promotores, James Whelton y Bill Liao eran programadores que se habían formado a sí mismos. Querían crear un espacio en el que los jóvenes pudieran aprender código en su entorno sin que mediara ningún tipo de discriminación ni brechas (socioeconómicas o de género, muy frecuente a la hora de elegir carreras STEM) y basado en voluntarios. La idea fue un éxito. Y se propagó rápidamente a otros países.
Hoy hay más de 2.300 clubes de código CoderDojo en el mundo que enseñan programación a decenas de miles de chicos y chicas. Operan de manera autónoma independiente con el respaldo de una fundación central radicada en Dublin. Esa organización se fusionó en el 2017 con la Raspberry Pi Foundation, conocida por la fabricación de miniordenadores de bajo precio y buenas capacidades, también dedicada a promover el uso de las nuevas tecnologías entre los jóvenes.
Fue en Irlanda dónde Peter tomó la idea de montar un CoderDojo en A Coruña. La compartió con padres de alumnos suyos que trabajaban en el ecosistema digital herculino, ese que por su fortaleza fue clave para que la ciudad se convirtiera en la sede de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial, la Aesia. Y encontró el respaldo de varios voluntarios dispuestos a ceder parte de su tiempo para poner en marcha «una iniciativa local con un componente social muy grande, en un ambiente familiar y colaborativo», explica uno de los compañeros de Peter en esta aventura, el ingeniero informático Iago Fernández Bugallo.
¿Qué enseñan a los niños? En la sesión a la que acudí, les explicaron como usar el lenguaje Python (uno de los más extendidos en el mundo) para consultar el tiempo o a programar una función que permitía simular la tirada de un dado y generar emojis según el número que obtuvieran. La lección se la impartía Martín Torre Castro, del grupo Python Coruña, y gustó mucho a los aprendices. En otras ocasiones usaron código para encender y cambiar el color de una luz led conectada a una Raspberry Pi. Esto son solo un par de ejemplos de los conocimientos que obtienen los más mayores (en los planes de futuro está mostrarles cómo crear páginas web). A los pequeños y medianos se les enseña Scratch (un lenguaje de programación visual, basado en iconos).
¿Cómo les ha ido en estos meses? Iago Fernández explica que el porcentaje de retención de chicos y chicas que van al club de código «es bastante alto», y que la iniciativa ha captado la atención del Centro de Supercomputación de Galicia (CESGA), del Museo do Videoxogo de Cangas, del CITIC de la UDC y de varias empresas tecnológicas gallegas.
Se necesitan «voluntarios»
Están contentos con el recorrido del club hasta ahora, conseguido con mucho esfuerzo y generosidad, «a golpe de pulmón», explican Peter y Iago. Y tienen previsto dar varios pasos, como la adhesión formal al movimiento CoderDojo, crear una web y perfiles en redes sociales, pero quieren ser prudentes. Para ampliar el ámbito de actuación y, por ejemplo, poder llevar en un futuro las actividades a aulas de centros educativos de la zona, necesitan más «voluntarios», que no tienen por qué ser «solo tecnólogos».
Hay muchas tareas distintas por hacer. «Se puede ayudar de muchas maneras», dice Iago. Para aclarar confusiones, precisa que las sesiones del club no son «una actividad extraescolar». Y que entre los objetivos figura vincular a los padres de los chicos, «y que se vayan ayudando los unos a los otros». Entre los voluntarios que han permitido lanzar y mantener la iniciativa cediendo tiempo y transmitiendo conocimiento están Francisco Manigrasso, de iSolutions; Rocío Cruz Santana, de Indra; Ricardo Piedrafita, de Cellnex Telecom; Miguel Ponte, de Noroeste 43 Recursos Informáticos; y, entre otros, Ramón de Souza Ferreira, indica Peter.
El fundamento de los CoderDojo pasa porque no existan barreras de ningún tipo para acceder al conocimiento e iniciarse en el mundo de la programación. Nadie puede quedarse fuera porque no tenga recursos para disponer de un ordenador o tableta. En consecuencia, la otra gran necesidad de estos clubes es de material. Aceptan donaciones de material, como equipos informáticos de los que van renovando las empresas (están en contactos con algunas del área para concretar posibles entregas), pero no de dinero. En el futuro podría habilitarse una vía indirecta para recibir aportaciones monetarias vía la Fundación Raspberry Pi, que podría canalizarlas en compras de dispositivos y luego enviarlos.
¿Cómo puede uno hacerse voluntario, colaborar o apuntar a un niño al club? No hay ningún requisito formal. La sede está en el número 6 de la calle Arquitecto Rey Pedreira del citado barrio de Peruleiro de A Coruña. Y los medios de contacto son los que figuran en la página de la academia (www.familycorner.es).
Iago, Peter y el resto de voluntarios confían en que este «club de código de proximidad» sea un éxito y que pronto haya otros en distintos puntos de Galicia y/o en otros barrios de A Coruña. En un momento en el que se debate sobre el modelo urbanístico de «la ciudad de los quince minutos» y en el que la Xunta plantea certificar a los alumnos sus competencias digitales, ¿es descabellado plantear incluir un CoderDojo en la lista de servicios esenciales de proximidad?