La Voz de Galicia

Cuatro mandamientos que se resumen en uno solo: evitar el uso de programas informáticos con licencia

Santiago

Tamara Montero Tamara Montero

30 Apr 2009. Actualizado a las 02:00 h.

La facultade de Filosofía presenció ayer una aparición. El gurú del software libre y creador del sistema operativo GNU se mostró a los presentes como Santo Ignucio de la Iglesia de Emacs y en su cabeza brillaba una aureola «que fue un disco duro en una vida anterior».

Durante casi dos horas, predicó a numerosos creyentes y alguna que otra oveja descarriada su tetrálogo de libertades: Primer mandamiento, ejecutar un programa informático como el usuario desee. Segundo, estudiar el código fuente y cambiarlo. Tercero, ayudar a tu prójimo distribuyendo copias exactas. Y cuarto, contribuir a la comunidad repartiendo copias de tus versiones modificadas. Estos mandamientos se resumieron en dos: ética y democracia en la informática.

Para comenzar, nada mejor que una parábola. «Las cuatro libertades proporcionan democracia. El software libre se desarrolla bajo las decisiones de todos los usuarios sobre cómo utilizar el programa». Sin embargo, un programa privativo «se desarrolla bajo la dictadura del desarrollador, que usa la aplicación como un instrumento para imponer su poder a los usuarios».

Ante estos argumentos, nada mejor que adoptar la filosofía del software. «Hay que vivir la vida como un buen miembro de la comunidad», explicó Stallman. «Si no, estas en peligro de caer en un dilema moral cuando tu amigo te pide una copia de tu programa privativo». Si le das la copia, rompes la licencia. Si se la niegas, rompes con tu amigo. «El menor mal es romper la licencia, porque cuando no puedes evitar hacer daño es mejor hacérselo al que lo merece», bromeó Stallman, para después añadir, «para evitar el dilema, solo tienes dos opciones: no tener amigos o no tener software privativo».

Y lo que buscan los programas con licencia es conseguir más poder mediante el recorte de libertades de sus usuarios. Muchas aplicaciones contienen funcionalidades concebidas para vigilar, restringir e incluso atacar al usuario, explicó Stallman. «Parece que este es el destino del software privativo», aseveró.

Práctica

Sin embargo, los defensores del software libre no se basan solo en conceptos éticos. Está también la parte práctica. Y es que conocer el código fuente de un programa y tener la posibilidad de modificarlo permite ajustar la aplicación al usuario, y no al revés. De todos modos, los que saben programar son una minoría. «Pero por ejemplo, si una empresa quiere modificar un programa para luego utilizarlo puede pagar al programador y darle una copia del software modificado». Las posibilidades son infinitas, y la colaboración entre usuarios permite identificar y subsanar errores en la aplicación, algo imposible en los programas privativos ya que «el código fuente es secreto».

De todos modos, siempre hay algún Lucifer escondido entre los arcángeles. Para evitar que los que modifican a su gusto el código fuente después establezcan una licencia privativa sobre él, nació el conocido como copyleft, que exige que cualquier distribución, incluso modificada, debe ceder el código fuente. Y el ángel caído del software libre es el inventor de Linux, que no es más que el núcleo (kernel) que hace funcionar el GNU, desarrollado por Linus Torvalds. «Él se ha burlado públicamente de los derechos de los usuarios», explicó ayer Stallman. De hecho, afirmó que el código fuente de Linux no es totalmente libre ni totalmente código fuente, ya que contiene firmware que lleva una licencia expresa no libre.

Las críticas a la liberalización de los programas también se dirigen al mercado laboral. Sin embargo, San Ignucio tiene la respuesta: la programación privativa es solo una pequeña parte del sector de la programación, que a su vez es una fracción mínima de la actividad informática.


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