Álex Viña: «Llama la atención ser policía local e investigar sobre el cáncer de los berberechos»
Santiago
El santiagués colaboró en el equipo que logró identificar por primera vez la secuencia genética de los tumores que se transmiten por el mar. Cuando no patrulla en Teo, investiga en el laboratorio. Lo hace de forma voluntaria
07 Jan 2024. Actualizado a las 07:59 h.
Escribir su tesis es uno de los propósitos que Alejandro Viña, Álex, se marca para el año nuevo. «Terminaré unos experimentos y me pondré a ello. Se centra en la transmisión del cáncer en los berberechos. Me gustaría leerla este año; a ver si me organizo... Yo soy policía local en Teo; en mi tiempo libre pude investigar sobre ello», explica el santiagués, de 46 años, aludiendo a una doble faceta que, admite, sorprende. «Llama la atención. Recuerdo la cara de un concejal cuando se lo conté, pero no muchos lo saben», apunta humilde. «Investigo porque me gusta, desde siempre», aclara.
Nacido en la Costa do Vedor, fue tras formarse en La Salle y en el IES Rosalía de Castro, cuando estudia Bioloxía, por Marina. «Hice también un ciclo de FP de acuicultura, cuyas prácticas fueron en el Aquarium de A Coruña. Luego, durante un trabajo de investigación en el Instituto de Acuicultura de la USC, me llamaron de nuevo del acuario y me centré allí. Fueron de mis mejores años. Hacía de todo, desde bucear a dar de comer a las focas... Estaba encantado», asiente sobre una etapa que dejó en el 2007. «Me avisaron de que se iban a convocar unas plazas en Teo, concello donde vivía. Me presenté por probar y las saqué. Nunca había pensado en ser policía, y llevo 17 años», prosigue, analizando su cometido. «Al ser solo 9 agentes, en un día debemos cubrir de todo, desde atracos a accidentes. Trabajo 14 horas seguidas, pero libro dos días», valora sobre un horario que le permitió volver a retomar su pasión.
«En el 2019, durante un año que estuve de baja, una amiga, próxima a la investigación sobre el cáncer de los berberechos que se realizaba en el Cimus de la USC, me animó a solicitar colaborar. El biólogo José Tubío, que estaba al frente, al conocer mi pasado como acuarista, no dudó», reconoce. «Sí me aconsejó, al hacerlo de forma voluntaria, sin cobrar nada, aprovechar para hacer la tesis, que me codirige junto al doctor Daniel García Souto», apunta, agradecido a ambos. «Desde ese momento en mis días libres me metía en el acuario de Bioloxía para atender a los berberechos, una de las especies, fácil de obtener en Galicia, con cáncer transmisible. Según la zona y la estación puedes encontrar poblaciones con un 5 o un 15 % de bivalvos enfermos», resalta, admitiendo su entrega.
«Tengo supeditado mis vacaciones a los berberechos. Algunos festivos también iba a alimentarlos. Para comer les daba microalgas, en vez de preparados, que cultivaba en una instalación que monté», acentúa sobre unos progresos a los que resta trascendencia. «Yo hacía muestreos por Galicia. También transmitía el cáncer entre los berberechos. De uno enfermo, con una jeringa, obtenía su hemolinfa, su sangre, y la inyectaba en otro. Antes, para meter la aguja se limaba la concha, algo que creo que no les hace gracia. Yo esperaba y cuando estaban un poco abiertos... El mantenimiento era diario», razona, reconociendo además que le pasó «de todo». «Por un problema ajeno los tanques se llenaron de agua dulce y, tras meses de trabajo, se murieron todos. Atendí a más de 2.000 berberechos», comenta, sin perder el ánimo.
«Conseguimos transmitir el cáncer de una especie a otra; también, mantener vivo el clon, la misma célula, pasándolo de un bivalvo a otro, durante un año. Las cosas que hacía, me salían, pero yo no les daba importancia. Luego iba al Cimus y se lo contaba a José, y alucinaba. Decía que nunca se había logrado ese tiempo. Eso fue un subidón, sobre todo al pensar en lo que puede ayudar. El año pasado, una vez terminado el proyecto, fue increíble ver cómo la revista Nature Cancer recogía que aquí se había logrado identificar la secuencia genética de los tumores que se transmiten por el mar. Esa parte de genética yo la tenía más olvidada, pero te sientes orgulloso. Yo les decía que no era necesario que me metiesen en la publicación; no necesito currículo. Aún así, no niego la ilusión al leer tu nombre o ver tu foto en The New York Times recogiendo berberechos. Ahí sí que fardé ante mis compañeros policías», bromea.
Sobre el futuro, se ve de agente en Teo. «A mi edad cada vez valoro más tener tu tiempo, aunque si hubiese otro estudio donde yo encajase, intentaría colaborar. Es una satisfacción», remarca.