«Queremos imprimir órganos completos en 3D»
Santiago
Alejandro González Santos, investigador de la USC, explica que los tejidos artificiales permiten estudiar el comportamiento de células tumorales o ensayar fármacos
15 Dec 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Alejandro González Santos (Ribeira, 2000) inició en junio un contrato predoctoral de la Xunta de cuatro años de duración. Forma parte del grupo de investigación Cograde (Gráficos por computador e ingeniería de datos) de la Universidade de Santiago de Compostela y está inmerso en el mundo de la inteligencia artificial y la impresión en tres dimensiones, en parte, gracias a su mentor, el profesor del área de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la USC, Julián Flores.
Este docente universitario no solo es director de la tesis que el ingeniero informático barbanzano comenzó a desarrollar el pasado mes de marzo, sino que previamente ya tutorizó tanto su trabajo fin de grado (TFG) como el de fin de máster (TFM), todos ellos relacionados con la impresión 3D.
El joven ribeirense centró su proyecto fin de carrera en la impresión de medicamentos personalizados en tres dimensiones. Después cursó el máster en Inteligencia Artificial, formando parte de la primera promoción de esta titulación impartida en Santiago.
Para el trabajo fin de máster, Alejandro González volvió a elegir el mundo 3D, aunque en esta ocasión para elaborar «un algoritmo de detección del nivel del líquido para impresión 3D multi material», explica Alejandro González. «Se trata de alinear bien las capas de los materiales. En la impresora va una probeta con cada material, de forma que las capas del segundo material deben quedar a la distancia correcta del primero y por tanto con el mismo grosor», añade el ingeniero.
Su objetivo para el doctorado —una continuación del TFG— es seguir mejorando la investigación en este sentido y «desarrollar algoritmos de inteligencia artificial para optimizar los parámetros, utilizando para la impresión la luminosidad que se usa al proyectar las capas del objeto a imprimir o el tipo de exposición de cada capa y así obtener resultados de mejor calidad, más fiables y precisos».
Alejandro y sus compañeros utilizan una impresora de la empresa compostelana Health Biolux. La finalidad de esta sofisticada maquinaria es «imprimir soportes sobre los que se puedan cultivar células. Esto permite imprimir tejidos artificiales y en el futuro queremos imprimir órganos completos», comenta el joven ingeniero. Destaca que la réplica de tejidos permite estudiar el comportamiento de células tumorales o realizar ensayos de nuevos medicamentos. Ya se han impreso implantes de córnea.
Aunque este ribeirense de 24 años se ocupa de la parte informática del proyecto y se muestra prudente a la hora de hablar sobre las posibles ventajas de lo que sería un auténtico hito en el campo de la investigación, indica que la impresión de órganos artificiales completos podría incrementar la disponibilidad de trasplantes y evitar el rechazo del paciente al poder imprimirlos con las células específicas de esa persona.
Expediente brillante
El currículo académico de Alejandro es absolutamente brillante. Terminó bachillerato en el IES Número Un de Ribeira con una nota de 9,8, uno de los veinte mejores expedientes de Galicia. Así, fue premio extraordinario (consistente en un cheque de mil euros y en la exención del pago de la matrícula del primer curso de la universidad).
Empezó la carrera de Ingeniería Informática en Santiago y la terminó con una calificación de 9,31. También fue de los mejores de su promoción, siendo reconocido de nuevo, en esta ocasión con el premio Ícarus que el Área de Valorización, Transferencia y Emprendimiento de la USC concede a los trabajos fin de grado (TFG) o tesis doctorales que tengan aplicaciones sociales o económicas.
Actualmente, además del contrato predoctoral que le permite trabajar como investigador en la USC, Alejandro también colabora con el profesor Daniel Nieto, de la Universidade da Coruña. «Recibió una ayuda de la Unión Europea y está realizando un proyecto de pinzas ópticas. Se trata de usar láseres para mover células como si fuesen una pinza y poder controlar la colocación precisa de cada una de ellas en un soporte que imprimimos o para visualizar las células con realidad virtual», explica.