La Voz de Galicia

Ángel Rodríguez, su familia, Police y Cela

Santiago

José A. Pérez Santiago

26 Dec 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Ángel Rodríguez, Carrais, decidió dejar de pelear tras una lucha encarnizada. Era la cabeza visible de los restaurantes padroneses Santiaguiño y Flavia, la pensión del mismo nombre y el albergue La calabaza del peregrino, en O Faramello, fruto de cuatro décadas de trabajo desde que volvió de la emigración. Fue afortunado ya que junto a él se trajo a la mujer de su vida, María do Ceo Da Silva, y a su hija, Isabel, que lo eran todo hasta que nació Rosalía, esa nieta que tanto deseaba. Poco aconsejable es que en una necrológica se hable en primera persona pero en este caso hay que saltarse la norma. En apenas año y medio se me han muerto cuatro buenos amigos. Como Pepe Domingo Castaño, el bueno de Ángel exprimió la vida hasta el final. Coincidían en que les gustaban sus familias, no dejar de trabajar, estar con los amigos, el buen comer y el mejor beber y, muy especial, vivir bien. Como les ocurría a Paco Bandín o a Gonzalo Méndez. Los cuatro eran demasiado jóvenes.

Ángel Carrais fue uno de los vecinos de Luáns que buscaron fortuna en Inglaterra. Él, para trabajar en una sastrería italiana, un reconocido atelier de Londres por el que pasaron la princesa Ana, el rey Hussein de Jordania o Roger Moore/James Bond. Allí confeccionó o ayudó a hacer ropajes para personajes muy conocidos y gentes corrientes, aunque del trabajo que más orgulloso se sentía era de cuando tenía que atender a los miembros del grupo Police para que le confeccionaran la vestimenta para conciertos o sesiones fotográficas para las portadas de sus discos. Si algo me quedó pendiente en mi vida profesional fue el reportaje sobre las andanzas de Ángel en aquella sastrería. Una de las últimas inundaciones de Padrón se llevaron por delante las pruebas gráficas de lo que ahora cuento. Esa era su disculpa, yo tengo la certeza de que algún álbum aparecerá algún día. Él siempre quiso permanecer en la sombra.

Ángel fue el último gran presidente del Flavia, tenía un gran corazón y era amigo de sus amigos. Ahora ya descansa en el cementerio de Adina, muy cerca de su querido Camilo José Cela, casi pegado al cruceiro que tanto admiraba el escritor. El Nobel tendrá ocasión, cuando se encuentren, de agradecerle a Ángel que estuviera en la primera línea de las protestas para impedir que se desmantelara la Fundación en Iria y se llevaran su legado al Gaiás. Descansa en paz, amigo.


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