La guardería de Oroso en la que pisar uvas y jugar con chocolate forma parte del aprendizaje
Oroso
El modelo puesto en marcha en Sigüeiro en el 2004 ya se aplica en 15 centros españoles
09 Dec 2021. Actualizado a las 05:00 h.
El objetivo no es conseguir que estén quietos y callados, ni que acaben el día con el mandilón impoluto. En la escuela infantil Trastes de Oroso los niños pisan uvas con sus pies, se revuelcan en confeti y juegan con chocolate, espaguetis de colores, tomate o gelatina. La experimentación sensorial forma parte del aprendizaje en esta guardería, cuyo modelo se ha exportado ya a otros 14 centros (7 en Galicia y el resto en otras partes de España) y otros 3 están adscritos a su filial para alumnado mayor de 3 años (escuela Contalento). Cuenta la directora de la casa matriz, Laura Visos Pazos, que todo surgió como una forma de autoempleo y como iniciativa de negocio de la mano de su marido, Óscar Fraga, quien ahora es el director general de la red de centros.
Ella, natural de Santiago y afincada en Oroso desde hace muchos años, siempre se sintió atraída por la docencia. Tras estudiar Educación Infantil, trabajó en distintas guarderías, hasta que decidió montar una propia. Fue en el año 2004, recuerda, y «el éxito de Trastes Oroso y de su modelo nos hizo plantearnos exportarlo bajo la fórmula de franquicia, porque había un importante nicho de mercado de familias que buscaban un servicio de 0 a 3 años fundamentado en la educación, y no en el simple cuidado asistencial». El proyecto se basa en las técnicas de estimulación temprana adaptadas a cada edad, explica: «Los niños están jugando toda la jornada, pero realizando actividades que tienen numerosos fines educativos detrás, relativos a todas sus áreas de desarrollo: psicomotor, conocimiento del entorno y de sí mismos, comunicación y representación o autonomía personal».
La música tiene un papel importante en Trastes e interviene para fomentar, por ejemplo, el sentido del ritmo y movimiento corporal; hay incluso audiciones de música clásica cada semana y, a base de ver la imagen del compositor, repetir su nombre y escuchar las melodías, con solo 2 o 3 años pueden reconocer La Tormenta de Beethoven. Las matemáticas también se aprenden aquí por el método lúdico con puzles, juegos de cuentas, envases de distintos tamaños... El clásico pinta y colorea con papel y ceras deja paso a la plástica como recurso para la psicomotricidad, que se trabaja pintando con los dedos, sobre la pared, acostados en el suelo y hasta con los pies. Y el inglés se empieza a introducir en el día a día para que vayan asimilando conceptos desde muy pequeños.
Al principio del día en todas las clases hay asambleas, un momento de reunión en el que se fomenta la participación y gran parte del contenido es en inglés, lo que facilita la adquisición del lenguaje e iniciación a la lectoescritura, además se proyectan a lo largo de la jornada «bits de inteligencia íntegramente en inglés», contenidos de producción propia sobre la realidad que rodea a los menores, desde animales hasta objetos, monumentos o el espacio.
¿Costó implantar este giro respecto a la metodología más tradicional? «Este planteamiento tiene un extenso trabajo de organización detrás, y exige del equipo docente que dedique mucho tiempo a la programación educativa, pues nuestras actividades no se improvisan, sino que requieren de una planificación previa para tener en cuenta los tiempos y materiales necesarios, sobre todo porque la intención es no repetir, y que así el alumnado se encuentre cada día con una actividad diferente. Para el equipo no fue una adaptación, porque desde el principio nos planteamos este modelo, basado en la estimulación temprana. Queríamos alejarnos del concepto de guardería tradicional, y centrar nuestros objetivos en el trabajo educativo. La acogida entre las familias fue muy buena desde el principio, porque veían las actividades que hacían los niños en la escuela, y lo que estos les transmitían en casa», responde la directora.
Del equipo docente que empezó en Sigüeiro hace 17 años queda hoy Yoli, aunque algunas maestras llevan más de 10 años, todas «profesionales y entusiastas», subraya Laura. «No obstante, si hay una persona con mérito que está desde el primer día es nuestra cocinera Maruja, cuyas espinacas con bechamel alaban todos los niños que pasaron por nuestras aulas, y eso tiene mucho mérito, porque son más de 600», añade entre risas.