¿Quieres alquilar un piso en Santiago? Estudiantes, trabajadores de paso e inmobiliarias revelan sus trucos para encontrarlo
Vivir Santiago
Las ofertas no duran más de un par de días en el mercado, a pesar de que la escasa oferta en Compostela deja bastante que desear por lo envejecidas que están muchas viviendas
17 Feb 2023. Actualizado a las 19:10 h.
El mercado del alquiler de larga duración en Santiago de Compostela es casi nulo porque no hay oferta, como sucede en el resto de ciudades gallegas, pero de un modo todavía más notable por la elevada demanda existente en la capital. «Entre las viviendas de uso turístico, cuya regulación municipal se va a notar y para bien, y la enorme necesidad por parte de los universitarios, la oferta de la ciudad es casi inexistente», señala Carlos Debasa, presidente de la Asociación Galega de Inmobiliarias (Agalin).
Este es el caldo de cultivo de una ciudad que desde siempre ha sido un caos para encontrar piso. Cuando los viejos problemas de falta de apartamentos se parecían haber solucionado con el crecimiento urbano, el precio de las rentas se ha disparado por el alquiler turístico, sobre todo, y el parque de vivienda para arrendamientos de larga duración ha quedado descuidado, aunque poco importa, pues todos estos pisos se alquilan siempre debido a su escasez. A pesar de todo, existen auténticos reyes dentro de esta selva que son expertos en encontrar casa. Suena triste, pero es así.
Adrián Polo, de Viveiro, ha de mudarse a Santiago con urgencia. Tiene que comenzar en un nuevo puesto de trabajo en marzo, correspondiente a las prácticas de su grado en Veterinaria, que cursa en la USC pero en Lugo. Él encarna la manera más sencilla de encontrar piso: «Puse un anuncio a través de una stories de Instagram y al día siguiente ya tenía habitación, pues una amiga mía iba a tener libre una de las de su piso alquilado». Así de fácil, dirán algunos.
Esa es la principal manera que tiene toda la gente joven para encontrar piso: usar las redes sociales a su favor. Es una suerte de boca a boca, que se ha llevado toda la vida, pero digital y a gran escala. Y no solo se lleva para encontrar alojamiento, también sirve para toparse con nuevos compañeros que necesiten rellenar un piso con habitaciones sobrantes.
Este último es el caso de Cristina Canosa y Daniel Calvo, dos jóvenes que comparten piso desde hace tiempo. Huyeron, literalmente, del anterior, pues su casero no se ocupaba de nada y el edificio entero estaba creando humedades muy intensas y generando goteras. Viendo la que se les podía caer, decidieron ponerse a buscar piso, «porque o propietario, antes de amañar os problemas, invitounos máis ben a marchar» con la confianza de que encontraría pronto nuevos arrendadores.
Ellos, en estos momentos, están buscando una tercera persona que se incorpore a su piso. Lo hacen porque quieren cuadrar cuentas, «que este novo piso que temos está moi ben, pero para dous énos caro e ten tres cuartos». Sus filtros parecen lógicos, a priori, pero sirven para ver cuál es el estado actual del mercado compostelano. Comenta Daniel que ellos están buscando una persona de su edad, sobre 25 o 30 años, que esté trabajando pero que mantenga un espíritu y un estilo de vida joven, «pero sen ser un estudante, con xeitos e intereses moi diferentes aos nosos nin, por exemplo, unha persoa de corenta e pico cun fillo, que xa se nos presentou interesada algunha vez».
En este punto, el discurso de Daniel se da de bruces con un problema que trasciende al mercado inmobiliario, que más bien afecta a toda a sociedad y a las condiciones laborales existentes: «Cando ves casos así, nos que unha persoa traballadora está con corenta anos buscando piso para compartilo con dous rapaces e que ademais ten que facerse cargo dun fillo, evidencias que o sistema ten problemas serios, que algo así non é lóxico».
Es por ello que las comunicaciones públicas, pero no tanto, son la solución. Tal como hizo Adrián Polo para encontrar piso, jóvenes como Sara Castro o Aaron Santos emplean las redes sociales para dar con alguien que cubra su hueco en las viviendas de las que se van. Este último, de Ribeira, lleva tres años en Compostela y terminó no hace mucho el grado en Filología Inglesa, de modo que a día de hoy es autónomo y da clases de esta lengua. Es precisamente su trabajo el que le motiva a marcharse de la capital gallega, por lo que se ha estado encargando esta semana de buscar quien lo supliera en el piso compartido que tenía arrendado. Fue un proceso fugaz: «Ni en sueños me esperaba que en cuatro días estuviese todo resuelto, pues este momento es de bastante poco movimiento comparado con agosto y septiembre, pero a la persona le gustó el piso y a mis otros compañeros la persona, por lo que todo fue rodado».
Aarón empleó el mismo modo de búsqueda que Sara Castro, estudiante de Trabajo Social que se despide de su facultad en la USC para irse a hacer las prácticas lejos de Santiago. En ambos casos las búsquedas se centraron en Twitter e Instagram. Sara enumera el proceso concreto que ella siguió: «Primero, subimos el anuncio a esas dos redes, para que nuestros conocidos lo compartan. Y a partir de ahí, todo va solo, pues la gente empieza a hablarnos por las redes y nosotras, mis ya excompañeras y yo, consultamos sus perfiles para ver cuáles nos dan mejores vibraciones y mayor seguridad. Tras ello, se les ofrece a las personas que superaron esa especie de criba venir a ver el piso, para asegurarnos nosotras de que realmente les interesa y, evidentemente, para que ellos puedan también conocernos y ver si la vivienda es de su agrado. Una vez superado ese trámite, comentamos las impresiones que nos dio la persona y le decimos definitivamente que puede mudarse o no».
Muchos trabajadores temporales o estudiantes en prácticas se ven acorralados ante las lógicas tradicionales de inmobiliaria y anuncio en tablón, por lo que esta vía resulta, sobre todo, rápida y nada burocrática, además de práctica y garante de una buena futura convivencia. La parte negativa, que por supuesto la hay, es que puede llegar a ser demasiado excluyente con ciertas personas que se salen del redil y que no encuentren compañeros similares en ningún piso.
En Galicia no existen redes sociales específicas que pongan en contacto a personas que busquen y alquilen viviendas, como sí hay en Cataluña, por ejemplo. Allí resulta muy útil la página de Facebook de De pis en pis (De piso en piso, traducido al castellano), en la que se cuelgan constantes anuncios que demandan y ofertan habitaciones, en una relación totalmente horizontal donde tan solo intervienen los futuros y presentes moradores y la administración de la página.
Caseros a la altura
Uno de los consejos que más subraya Sara Castro es la importancia de tener un buen casero. En su opinión, que el dueño del piso ofrezca un trato cercano y accesible «puede solucionar muchos problemas en el futuro, pues cuando haya problemas ese trato seguirá siendo casi familiar». No solo eso, «este tipo de arrendadores, en mi experiencia, siempre suelen tener los pisos más cuidados porque acostumbran a ser su única propiedad». Los grandes propietarios normalmente se desprenden más de sus inmuebles «o simplemente los ceden por completo a las inmobiliarias, que nunca van a dar tan buen trato, bajo mi punto de vista, como un pequeño casero».
Precisamente, uno de los riesgos de topar con aparentes buenos caseros es que luego pueden destaparse realmente y dificultar mucho la convivencia. «As inmobiliarias son as que non deberan permitir iso, que moitas veces sinxelamente se lavan as mans cando o alugado ten un problema. Penso que non é un bo sistema que soamente poñan en contacto donos e interesados, pois ao final estes últimos quedan desprotexidos», argumenta Daniel Calvo, que busca compañero de piso junto a Cristina Canosa.
Su punto va muy en la línea del que mantiene Carlos Debasa, presidente de Agalin. Este expone que muchos contratos entre arrendadores e inmobiliarias se dedican solamente a la colocación del piso, «de manera que no podemos hacer nada cuando el inquilino pide ayuda». Ahora bien, cuando los acuerdos van más allá, «como deben ir», dice Daniel que las agencias sí imponen su presencia, «sendo unha garantía de que o piso está ben e vai estar coidado durante todo o contrato».
Los problemas a evitar
Hay quienes tienen que darle muchas más vueltas al asunto que las que le da Adrián Polo, el estudiante de Veterinaria viveirense, que con una publicación en Instagram solucionó en un día su problema. Es el caso de Miguel González, un joven licenciado no hace mucho en Comunicación Audiovisual que desde hace un tiempo peina el mercado a través de páginas especializadas como Idealista o Fotocasa. «Llevo un año trabajando y creo que es el momento de mudarme a un piso yo solo y a medio o largo plazo», apunta el técnico audiovisual. Lo poco que se está encontrando en Santiago, bajo sus escasas exigencias, son viviendas con rentas muy caras, de no menos de 400 euros, «ya dejando a un lado sus condiciones, que a mí me llega con el nivel de “confortable”».
Miguel señala otro de los grandes problemas, más allá de los precios: el mal estado de las viviendas en Santiago. La que no parece sacada de una serie televisiva de los ochenta carece de calefacción, o de un aislamiento térmico adecuado, o de ventanas al exterior, o está repleta de humedades, o sus muebles están claramente en mal estado…
El presidente de Agalin, Carlos Debasa, lo tiene claro en este sentido: «Ampliar la oferta es la gran clave con la que debe hacerse Compostela, pues de ese modo las viviendas en mal estado quedarían rechazadas por los arrendadores al tener opciones mejores y los propietarios se verían obligados a renovarlas. Del mismo modo, bajaría el precio. Se trata de la ley de la oferta y la demanda, ni más ni menos, aunque la regulación de los alquileres turísticos también es muy importante. Hemos percibido, en nuestro último informe sobre ella, que la vivienda turística está cayendo en número, aunque no todas ellas se van al mercado del alquiler a largo plazo, por lo que el problema se ha solucionado nada más que a medias».