Así es el día a día de un chófer de autobús en Santiago: de motores que arrancan pulsando el intermitente a asientos sujetos con cuerdas
Vivir Santiago
Un grupo de conductores denuncia que se producen cada jornada violaciones flagrantes de cualquier normativa de seguridad, así como constantes fallos mecánicos
13 Apr 2023. Actualizado a las 00:09 h.
Cada mañana, cuando se sube al autobús, el chófer estándar de un urbano de Santiago no sabe lo que le puede deparar el día. Quizás esa jornada le toque un vehículo que enciende pulsando el botón de la apertura de puertas, quizás no arranque si se apaga y haya que ir a reiniciarlo al propio motor, quizás le llueva encima porque la chapa está rota… Quizás, quizás, quizás. Lo que está claro es que ninguna sorpresa va a ser positiva en una flota de autocares muy envejecida, con cientos de miles de kilómetros por coche, cuando esa cifra no supera el millón.
Relatan sus circunstancias un grupo de conductores del transporte urbano que prefiere no identificarse, «polo que poida pasar». Prueban sus palabras con fotografías que en su día a día sacan a sus herramientas de trabajo, los buses. «Queremos denunciar todo isto por nós, porque estamos fartos de ver compañeiros collendo baixas por doenzas nas costas, por exemplo, pero tamén polos composteláns, que non teñen por que aturar un servizo como o que moitas veces damos».
La retahíla de problemas es larga, da para sentarse y escuchar, por lo que basta con señalar los defectos más recurrentes para hacernos una idea global. Uno de los problemas que suelen aparecer en muchas de las unidades es la imposibilidad de rearrancar su motor una vez que se apaga. «Cando nos detemos nas nosas paradas de referencia, por dicilo así, nesas que botamos uns minutiños e non só collemos e deixamos á xente, moitas veces apagamos o motor», comenta uno de los integrantes de este grupo. El problema viene cuando el autobús que está en la ruta tiene pegado en su salpicadero una etiqueta que dice: «NO APAGAR, NO ENCIENDE».
¿Qué pasa si se apaga? Pues que hay que ir al motor, abrir un pequeño compartimento y pulsar un botón para encenderlo desde ahí. Y eso en el mejor de los casos, «pois cada autobús ten un manual de instrucións diferente». Señalan los chóferes que hay unidades que arrancan pulsando en los intermitentes, en el botón que en teoría acciona el limpiaparabrisas o en el que abre la puerta de subida y bajada de viajeros. «Non é a primeira vez que a falta de indicacións comezo a tocar teclas aleatorias a ver cal é a que prende o motor», asegura uno de los trabajadores. Todos estos fenómenos se producen porque el conmutador de arranque se coloca en un lugar que no es el habitual tras una reparación del mismo.
Pero eso no es nada raro, señalan estos conductores. Hablan de goteras dentro del habitáculo, fallos de motor recurrentes, pérdidas de aceite o problemas de seguridad graves, como el hecho de que posean muchos coches cuyos volantes están encintados por completo, «coa nula firmeza que iso supón á hora de dar os xiros». Además de eso, muchas puertas de los pasajeros no cierran por completo, por lo que circulan parte del trayecto con algunas de ellas abiertas.
«Non pasou nada máis grave porque imos tendo sorte»
Cuando las condiciones de la carretera se ponen realmente adversas se notan perfectamente los problemas estructurales que tiene la flota más antigua y descuidada. Ponen los chóferes el ejemplo de un día de lluvia en la cuesta de As Rodas, muy empinada y con una curva de noventa grados en su parte superior, donde se han producido ya varios accidentes en los últimos meses. «Nesa pendente, se che cadra baixando e coa estrada mollada, é moi difícil frear, ata o punto de que eu máis dunha vez teño trazado na cabeza o que faría se me fallan os freos para evitar feridos e tan só ocasionar danos materiais».
No es solamente un problema derivado de los frenos, también los neumáticos son los causantes en muchas ocasiones de las jaquecas de los conductores. «Atópalos gastados de todo ou con golpes que lles fan perder cachos. Con eses zapatos é imposible controlar correctamente un barco de 12 ou 15 toneladas coma os que levamos». Se sorprende uno, y el propio chófer también, de que nunca haya pasado nada más grave de lo que ha pasado ya.
«Algo que tamén é matemático en todos os buses é que o aire que desabafa os cristais cando se empanan non funciona, nin tampouco o acondicionado, que moitas veces obriga a ter o habitáculo cunhas temperaturas superiores ao axeitado». Con ese tablero de juego tan solo se pueden bajar las ventanillas, algo un poco inútil cuando el calor apremia de verdad, o sacar un trapo para desempañar la luna delantera, desde la que se dirige la marcha.
Todos estos fallos que tienen los buses derivan en muchas ocasiones en problemas de salud laboral. Abundan los trabajadores de baja por dolencias en su espalda, en su cuello o en sus hombros derivados de una postura inadecuada a la que les fuerza un asiento totalmente desgastado. «E xa non é só cousa dos respaldos, é que non se poden regular as alturas dos volantes ou dos propios asentos, que moitas veces non son os de serie, facendo moi incómoda e insegura a conducción».
El problema se sitúa en el mantenimiento
El procedimiento habitual cuando se encuentra una avería que no es crítica pasa por dejar una nota a los mecánicos para que estos la vean cuando se termina el turno de ese vehículo. En ella se indica el problema y se detallan las circunstancias de lo ocurrido. «A cousa é que non deixas só un aviso e o mecanismo comeza a operar, senón que perdes a conta dos que deixache. Pos un o luns, outro o martes, o mércores… Sempre polo mesmo, porque non se amaña o erro ata que o bus xa non pode andar».
Todas las costuras de este sistema se aprecian al comprobar que, según este grupo de chóferes, hay averías que tardan meses en repararse, inutilizando los autocares por tiempo indefinido. No sería un problema si Santiago gozase de una flota amplia y moderna, pero no es el caso. Además, sienten una enorme desprotección ante cualquier mínimo problema, «pois as culpas sempre recaen sobre o chofer, tanto cando hai unha avería como cando un cliente se queixa».
Destacan que ellos son la cara visible del servicio ante los usuarios, que les vierten las quejas «con razón» pero equivocándose de objetivo. «Sempre lles dicimos que, por favor, poñan unha reclamación formal pedindo a folla de reclamacións».
«Non hai máis que mirar cara á Coruña para ver unha frota vella pero ben coidada, que segue a funcionar perfectamente, sen máis problemas que cousiñas lóxicas. Por qué aquí non temos un sistema así? A nós danos envexa. Aquí os autobuses pasan a ITV e nada máis, e á mínima que lles dis aos xestores do taller que o coche está avariado ou ten algún erro, simplemente che dirán que a inspección está pasada, polo que todo está en orde. Dese xeito acumulamos defectos nos frenos, nas rodas, nos motores…».
Para este grupo de trabajadores el problema recae sobre el escasísimo mantenimiento que tienen los autocares, ya no solamente en que sean tan antiguos. En realidad, nada más que comparando matrículas y retomando la referencia de A Coruña, los vehículos de la capital gallega son considerablemente más recientes. Aunque algunos de ellos estén rematriculados, las diferencias son evidentes.
Se ven cambios en el horizonte
Desde el Concello, a través del alcalde, dan por hecho que la licitación para el nuevo contrato de autobuses urbanos se pondrá en marcha la semana que viene, coincidiendo con la finalización del informe definitivo que la autoriza. En una entrevista en Onda Cero, Xosé Sánchez Bugallo ha asegurado que la empresa que se lo lleve no se sabrá hasta octubre de este año al menos, de modo que cuenta con los buses nuevos dentro de 18 meses desde el día de hoy.
La empresa que se haga con el contrato deberá dotar a Compostela de 58 nuevos autobuses, 45 de bajas emisiones y 13 completamente eléctricos, «por imperativo legal», aseguró Bugallo. Para hacerlo, la compañía tendrá un año de margen en el que ha de aportar, de todos modos, otros 58 autobuses distintos a los actuales, pues no podrán superar los siete años de antigüedad para confirmar que estén en mejores condiciones que los presentes.
No solo esto pues, sobre los problemas concretos que presentan los conductores, en Raxoi indican que se realizan de manera cotidiana controles aleatorios a autobuses para comprobar que todo esté en orden, además de que cuando se acumula más de una queja por lo mismo, se actúa de inmediato sobre el fallo.
Los cambios no se pudieron palpar durante la legislatura del PSOE, como tampoco en las anteriores, tanto de Compostela Aberta como del Partido Popular, en las que tampoco hubo movimientos para modernizar la flota cuando esta lleva años necesitándolo. No hay más que ver las imágenes anteriores, que desesperan a unos chóferes impotentes ante su día a día laboral.
El concurso se licitará a finales de este mes, tras reforzarse la flota en diciembre con once buses nuevos alquilados
La concesión del servicio caducó en el pasado mandato y se está prestando con órdenes de continuidad hasta que se contrate la nueva. El gobierno se puso a trabajar en su licitación ya en el 2019, pero la pandemia, y después la normativa europea que exigió autocares de bajas emisiones, obligaron a rehacer los estudios económicos en dos ocasones. Y otra, la comisión estatal que tenía que dar el visto bueno al pliego. Lo validó la semana pasada, con lo que la previsión es que el concurso se licite a finales de este mes. Pero resolverlo llevará tiempo, inicialmente se estima que unos seis meses. Ante este retraso y el mal estado de la flota, el Concello aportó en diciembre 11 buses nuevos en alquiler.