Los colegiales residentes en Fonseca: «La expulsión ha colmado el vaso, estamos hartos»
Vivir Santiago
Denuncian que la USC los mantiene «infantilizados» y urgen cambios, además de notar una cierta persecución hacia los jóvenes que vienen desde la residencia de San Clemente
10 May 2023. Actualizado a las 18:03 h.
El alumnado del colegio mayor Fonseca muestra unidad ante el problema que viven dos de sus compañeras, expulsadas la pasada semana por pernoctar con sus parejas en sus cuartos de modo continuado, según la Universidade de Santiago (USC). «Eso ha sido la gota que ha colmado el vaso, pero llevábamos hartos ya todo el curso», manifiesta Ramón Grandío, alumno de primero de Matemáticas que ha comenzado su andadura universitaria este año.
El joven, que no pertenece al colectivo instigador de las protestas aunque simpatiza con él, afirma que esta situación ha servido a los colegiales para mostrarse «más unidos que nunca», hasta el punto de que «personas que no habían tenido relación hasta el momento están comenzando a llevarse gracias a él». De hecho, afirman tener el apoyo de otras residencias universitarias públicas que dicen padecer del mismo problema, como la vecina de Cadarso.
En paralelo a lo que comenta Ramón emana la voz de Catuxa Carreira, estudiante de Biotecnología y que también tiene plaza en Fonseca. Da la razón a su compañero en cuanto a la buena relación que guardan los colegiales, «tanto entre nós como coas rapazas afectadas, ás que penso que estamos apoiando moito».
Afirman tanto Catuxa y Ramón como el colectivo estudiantil que la dirección del colegio mayor Fonseca los mantiene «infantilizados» y que ellos están reclamando una apertura por parte de la institución. Defienden que se han estado quejando constantemente al consejo colegial, pero que no han recibido soluciones y que simplemente ahora se ven forzados a plantarse «ante los continuos problemas, que mayoritariamente tienen que ver con los restos de las normas pandémicas que todavía siguen presentes en parte por algún motivo que nadie comprende». Del mismo modo afirman que ese órgano, que en teoría los defiende, en la práctica no sirve para nada.
A mayores de todo eso, Catuxa Carreira destaca que el mayor problema que tienen es el de la sensación de que todos los miembros del personal administrativo de la residencia «fan o que lles da a gana con nós», siendo lo más llamativo la libertad que, según ella, tienen los trabajadores de entrar y salir de los cuartos de los alumnos como si fuesen zonas comunes. Lo que le preocupa es que no es nada nuevo, ya que en su opinión la USC ha hecho muy poco para solucionar todas estas quejas que dicen haber registrado sin respuesta. «O único que nos sirveu para poñer remedio aos problemas foi ser pesados e presionar, así é como funcionan as cousas neste colexio», asegura la residente.
La absorción de San Clemente
Ramón Grandío no lleva más que un curso en la residencia de Fonseca, pero sí nota que hay un cierto aire opresivo «que intenta aplacar a la gente que vino del colegio mayor San Clemente, como es el caso de las dos muchachas expulsadas». Se refiere el joven al trasvase de residentes de esta colegio a Fonseca debido a sus obras de mejora, que se están ejecutando actualmente.
Desde siempre, la de San Clemente ha sido una residencia incómoda para la USC. Sus tradiciones se han mantenido hasta la pandemia, cuando se detuvieron por motivos evidentes, pero siempre han sido polémicas. Hacían un poco de todo, algunos de los rituales con el beneplácito de la USC y otros no. Uno de los relativos a los primeros es el de meter un árbol natural dentro del edificio durante la Navidad, caso en el que la Universidade ponía de su parte y echaba una mano a los jóvenes. Otras, sin embargo, se han mantenido al margen de la oficialidad. Una de ellas, tal como confirman antiguos alumnos, era la de organizar carreras de burros por el campus.
A pesar de que Alejandra Nielfa y Uxía Martínez, como sus parejas, han estado en este colegio mayor en el pasado, declaran no tener nada que ver ni con la planificación ni con la realización de estas tradiciones. Subrayan las jóvenes, además, que cuando ellas entraron a sus grados universitarios (en plena pandemia) estas prácticas ya no se realizaban.
La USC defiende que las colegialas ya habían sido sancionadas antes de ser expulsadas
Frente a las declaraciones de las jóvenes, que afirman haber sido expulsadas del colegio mayor Fonseca «sin haber tenido antes ni una sola falta en el sentido de la expulsión», la USC argumenta ya estaban sancionadas de antemano. No solo eso, el jefe de gabinete del rector, Carlos Toural, asegura que las antiguas residentes siguieron adelante con su comportamiento indebido permitiendo pasar la noche a sus parejas en sus cuartos de manera continuada.
Desde la USC indican que estos dos casos son aislados y la convivencia de las aproximadamente mil personas que habitan las residencias públicas es positiva, pues no tienen constancia de las quejas anteriormente referidas al menos formalmente. Además, aprovechan para subrayar que las dos colegialas expulsadas han sufrido esta sanción en relación a lo expuesto en el artículo séptimo de las bases de la convocatoria ordinaria de plazas de alojamiento de las residencias de la USC.
Concretamente, ese apartado reza de la siguiente manera: «Las plazas serán adjudicadas exclusivamente a los solicitantes con carácter individual, personal e intransferible, no está permitido ningún tipo de alojamiento familiar, ni la cesión a un tercero distinto del solicitante. Cualquier incumplimiento al respecto supondrá la pérdida de la condición de residente o colegial». Mantienen los residentes que nada de esto se cumplía en la práctica hasta la llegada de la sanción a Nielfa y Martínez.
Por su parte, Alejandra Nielfa y Uxía Martínez son rotundas al afirmar que en ningún caso han sido sancionadas antes por el tema que las ocupa ahora, a pesar de que sí han tenido faltas leves «que prescriben a los seis meses, según el artículo 27 del Reglamento del Servicio Universitario de Residencias», como expone con criterio Nielfa.
De momento poco ha cambiado en este asunto, pues las muchachas siguen expulsadas a la espera de que sus quejas varíen la situación y puedan regresar a sus habitaciones. En caso contrario, acabarán el poco curso que queda como puedan y no les quedará otra que pensar en el futuro