Las construcciones olvidadas del siglo XX en Santiago: de la vieja plaza de Abastos al edificio Castromil de la plaza de Galicia
Vivir Santiago
Tres profesores de la USC editan el libro Arquitecturas añoradas: edificios destruidos en Galicia, 1936-2001, que pretende hacer un repaso de los edificios más importantes e icónicos del siglo pasado en Galicia, pero que no han llegado a este por intereses oscuros
09 Jul 2023. Actualizado a las 12:35 h.
La historia se ve pasar en numerosas perspectivas. Los cambios sociales, los nombres propios o las guerras y batallas pueden ser un medidor, pero también lo es sin duda la arquitectura en particular y el arte en general. Los edificios han sido el pulso del avance del tiempo y en Santiago de Compostela eso es algo que se tiene claro. No en vano, su plaza principal, la del Obradoiro, puede que sea de las pocas que presenta cinco estilos de cinco períodos distintos a pesar de tener solamente cuatro caras: románico en la Catedral a través del Pórtico de la Gloria, gótico (tardío) en el Hostal dos Reis Católicos, renacentista en el Colexio de San Xerome, neoclásico en el Pazo de Raxoi y barroco de nuevo en la Catedral, en este caso por su fachada exterior.
Tres hombres que miden también el paso de la historia, pero desde el arte, son Jesús Sánchez, Julio Vázquez y Alfredo Vigo Trasancos, profesores de la Universidade de Santiago (USC), que presentaron hace unos días el libro Arquitecturas añoradas: edificios destruidos en Galicia, 1936-2001, un volumen que pretende repasar las más simbólicas construcciones del siglo pasado en Galicia. No necesariamente han tenido que ser construidas en esos cien años, sino más bien se recogen en la obra por haber sido demolidas o echadas a perder en ese tiempo. Y además, a conciencia, siempre con algún interés económico o político detrás como vía para su caída.
Jesús Sánchez, catedrático de Historia del Arte y especialista en los cambios del urbanismo y la arquitectura en Galicia, será el encargado de guiarnos por los tres ejemplos que han elegido como representativos de Santiago: el edificio Castromil, demolido en los setenta; la antigua plaza de Abastos, que encontró a su actual sustituta en los años cuarenta y el palacete de la Finca do Espiño, que ha ido languideciendo entre maleza hasta la actualidad, momento en el que lo están restaurando.
Edificio Castromil
«Sen dúbida, esta é a gran aldraxe á arquitectura compostelá do último século», señala el profesor Sánchez, para sentar las bases de su análisis. El que en su día fuera el Café Quiqui Bar, al menos en su nacimiento, se convirtió luego en la sede de la empresa de transportes en autobús Castromil, para luego tomar su forma actual: el parque y jardín centrales de la plaza de Galicia, encima de donde está el aparcamiento subterráneo. Fue este último el causante, señalan los académicos, de su demolición a mediados de la década de los setenta.
«O Concello quería ante todo ese aparcadoiro, polo que non o dubidou ao tirar o edificio Castromil a cambio dos cartos que lle podería supoñer no futuro o cambio, aínda co recén nacido Colexio de Aquitectos de Galicia na súa contra». El edificio, rebobinando la cinta de la historia, tiene su origen en 1926, fruto del ingenio del arquitecto Rafael González Villar. Se caracterizaba por su estilo ecléctico, su uso del cemento en la fachada y su irreverencia desde el primer momento, «pois foi o encargado de albergar as primeiras festas de Fin de Ano en Santiago, ademais de ser un centro de referencia para ritmos como o do jazz, o que o convertía en todo un adiantado ao seu tempo».
Nada de esto iba a gustar a las élites compostelanas de la época, que lo enfilaron desde el minuto de su inauguración. Además, era evidente que no armonizaba con el resto de la ciudad, al menos de un modo convencional si se mira a la piedra medieval del casco viejo. Con el paso de los años, el edificio fue cambiando su propósito, pasando tras la Guerra Civil a ser una comandancia militar y comenzando así a perder su acento festivo. Luego sería vendido a la empresa Castromil, que lo bautizó para la historia.
«Naqueles anos foi a fachada que presentaba o Ensanche, o nexo entre as partes nova e vella da cidade». No era nada raro en Compostela, pues edificios como la Casa do Cabildo de la plaza de Praterías tienen la misma función de tapar casas humildes frente a la majestuosidad a veces pretendida de Santiago. Se trataba, asegura el profesor, de todo un punto neurálgico en la vida de la ciudad, el verdadero centro, «que hoxe pretende ser pero sen moito éxito».
El edificio dejó lugar al «búnker», el parque de la plaza de Galicia, borrando un modelo de ciudad y apostando por otro. En ese lugar, señala Sánchez, no tiene mucho sentido que exista una plaza como esa, pues ni hoy en día actúa como tal. Pero los odios de las élites y la utilidad económica de la zona para hacer un aparcamiento terminaron de acabar con este hito arquitectónico e incomprendido en Compostela.
Plaza de Abastos o «Mercado de Ferro»
Este caso no tiene tanto de interés económico como de interés social, aunque también, que el protagonista ahora no deja de ser un mercado. Los cambios que vivió la plaza de Abastos durante los años cuarenta del siglo pasado nos han dejado para el día de hoy un complejo comercial que imita los estilos medievales, pero que poco tiene que ver con ellos al observar el año de conclusión de las obras: 1945.
Se trata de un caso similar, en este sentido, al del Castromil. «Antes desta edificación actual tiñamos unha serie de estruturas de ferro, bastante consumidas polo paso do tempo. Ese deixado de man, con nula modernización nin restauración, foi o que motivou a retiralas para o mercado de Abastos do futuro». Ahora bien, la decisión de que fuese tal como lo conocemos hoy fue simplemente la búsqueda de la armonía con el resto de la parte vieja de la ciudad, un propósito que casi nos hace pensar que la construcción vigente tiene siglos de vida, cuando no llega ni a los ochenta años.
«Un dos detalles iferenciais neste caso é que se permiteu traballar aos canteiros, xente galega que sabía o que estaba facendo, e iso haillo que agradecer a Joaquín Vaquero Palacios, o arquitecto asturiano que comandou as operacións». No siempre las cosas son así, pues muchas veces imponer el criterio de un foráneo acaba disgustando a los locales tanto o más que si el terreno se hubiese quedado yermo.
El cambio ha sido radical, pero aun así el profesor Sánchez piensa que este es un ejemplo afortunado, en el que la nueva pieza mejora a la que había. «Iso si, hai un trasfondo de incomprensión da propia arquitectura de ferro, pois pensouse que todo o que non fose pedra non cadraba en Santiago. Se nos fixamos, todos os edificios da rúa do Vilar, por dicir unha, foron reformados de modernistas a compostelanos, a barrocos. Foi unha reacción estetica conservadora, pero e a que da lugar a moitos elementos que hoxe lles parecen naturais ata aos picheleiros, malia que saiban que ás veces son falsos».
A esta lista de joyas del pasado que se reformaron (o casi) por no ser lo suficientemente «compostelanas» se pueden sumar muchas otras, aunque no salgan en el libro, como el edificio de los grandes almacenes de la rúa do Preguntoiro, que a día de hoy se vende. Esta es una de las construcciones modernistas de referencia en Santiago, con una fachada que parece tener trazas del estilo barroco propio de la ciudad, el denominado compostelano, «e que se salvou das reformas precisamente por ter unha función puramente comercial».
Palacete de la Finca do Espiño
«A do Pazo do Espiño era unha finca residencial nas aforas, que non molestaba no centro e que, polo tanto, non padeceu os cambios que lles fixeron a moitas obras modernistas, como tamén é o Pazo», enuncia el profesor Sánchez sobre la última de las referencias santiaguesas que figuran en el libro que edita. «Ten outras connotacións, e polémicas, como os proxectos inmobiliarios que se pretenderon facer».
En estos momentos, después de años soterrado bajo la maleza, el Pazo do Espiño está siendo restaurado por parte del Concello de Santiago, acabando con una situación que oculta muchas décadas de abandono. Se construyó en la década de 1910 bajo las órdenes de Jesús López de Rego, en hormigón y con numerosos signos de la arquitectura modernista, hasta el punto de que incluía gárgolas. Constaba de dos alas y una capilla anexa, además de un parque de bella vegetación que puede visitarse, llamado también do Espiño.
Se le intentaron dar muchas vidas, pero a día de hoy es conocido como un ejemplo de las cosas que se hicieron mal. Durante los mandatos del PP de la pasada década en el Concello de Santiago se liberalizó su suelo, de modo que se planificaron viviendas de lujo en esa zona. Este proyecto fue detenido, dando marcha atrás y recuperando la idea de hacer del Pazo do Espiño y su parque un espacio público.
Más que fotos, reconstrucciones y anécdotas
Del mismo modo que a Santiago se pueden sumar más ejemplos, aunque no de tanto calado, abrir el foco al resto de Galicia es útil para ver con perspectiva lo que supuso el siglo XX para muchos edificios icónicos. El profesor Sánchez destaca, por ejemplo, la Casa de Baños de Vilagarcía de Arousa, «o que parecía ser o Biarritz galego naqueles anos». Se trataba de una construcción de madera, muy especial, sita en la playa Compostela de la capital de O Salnés. «Hoxe, nesta vila, quedan só casas de veraneo ao carón do porto, sen moito xeito vendo as naves e os guindastres que ao seu carón se elevan».
Otro de los ejemplos más prominentes nos lleva a A Coruña, donde Jesús Sánchez apunta a las galerías, tan representativas de la ciudad, como un intento de parecer arquitectura de toda la vida «cando non o son». Pone nombre y apellidos a un edificio concreto, el que en su día albergó la sede de Fenosa, «ao que lle fixeron un recorte, deixando parte e inventando outra, que non ten sentido ningún».
Obras como esta podrán revisarse en el libro, Arquitecturas añoradas: edificios destruidos en Galicia, 1936-2001, que sirve para «reflexionar sobre o normal de que as cidades avancen, pero tamén para avaliar do xeito que o fan, poñendo o foco sobre eses cambios urbanísticos que se fixeron só tendo en conta os beneficios dos construtores e promotores, como no caso do Castromil, no que o interese era do Concello de Santiago». Señala Sánchez que han de hacerse ciudades que avancen socialmente y no plagar los centros urbanos de edificios que no tejen comunidad.
Ahora bien, el libro se dota también de la más alta tecnología, que permite tener reconstruido «con vidreiras e pinturas» el Gran Hotel de A Toxa, una joya de la época que se puede volver a visitar a través del volumen gracias al trabajo del Centro Infográfico Avanzado de Galicia, «e en especial de Anxo Miján e Carlos Paz», en palabras del profesor Sánchez.