¿Hasta dónde hay que desplazarse para encontrar alojamiento en las fechas de O Son do Camiño?: «Es el tercer año que nos quedamos en Teo»
Vivir Santiago
Con los precios al alza y sin apenas habitaciones disponibles en Santiago, algunos asistentes al festival se decantan por concellos como Brión, Ames o Teo para alojarse mientras dura. El fallo, sobre todo de madrugada, es llegar hasta ahí desde el Monte do Gozo: «Para ir no tuvimos problema, pero volver era una odisea»
19 May 2024. Actualizado a las 22:15 h.
«Buf, nada de nada», dice al otro lado del teléfono el encargado de un hotel en San Marcos, a unos quince minutos a pie del Monte do Gozo, antes de terminar de escuchar la siguiente frase: «¿Alguna habitación disponible para las fechas de O Son do Camiño?». La misma pregunta se le ha formulado a los trabajadores de otros quince hoteles cercanos al recinto, que respondieron con la misma contundencia. De haber alguna habitación —doble, triple o de más cabida—, los precios se distancian considerablemente de los habituales para una noche. «El importe se establece dependiendo de la demanda. Si hay mucha, como en estas fechas, sube», explican desde otro establecimiento en San Lázaro, a veinte minutos caminando del recinto en el que se celebra el festival. A ellos, a diez días de que comience el evento, les quedan dos habitaciones libres. El precio, 300 euros la noche. «Normalmente son unos cien, pero aquí coinciden el festival y el inicio de la temporada alta», explican.
Desde los hoteles consultados indican que el mayor número de reservas se efectuó a finales del año pasado, cuando se cerró el cartel y salieron a la venta los primeros abonos. «Los precios para O Son están caros», avisa la trabajadora de uno de ellos, situado en la Rúa de San Lázaro —una distancia hasta el recinto del festival asumible a pie—, antes de desvelar cuánto cuestan por noche las dos únicas habitaciones disponibles para esas fechas. La doble, 259 euros. La triple, 270 euros. «Si tienes con quien llenarla, te compensa esta», recomienda. En Booking, al marcar el 30 de mayo como día de entrada y el 2 de junio como día de salida, salta un mensaje. «Un 90 % de los alojamientos ya no están disponibles en nuestra web para esas fechas». Sin embargo, la ocupación baja al 85% si en vez de Santiago la ubicación se cambia a Milladoiro o a Touro y al 78% de buscar en Brión.
Miguel Romero, en la recepción de una vivienda de uso turístico en este último municipio, explica que entre el 30 de mayo y el 2 de junio estará ocupada por un grupo de malagueños que vienen expresamente al festival. Reservaron la casa con capacidad para siete personas hace dos meses. El precio, entre 125 y 130 euros por noche. Cogiendo los dos puntos en el mapa, el del recinto de O Son y la ubicación del apartamento, se estima el camino en unos 26 kilómetros. La distancia andando es inviable y subir en coche, si no se quiere dejar aparcado en el centro de Santiago, también. Antes de reservar, a Romero le preguntaron cómo tenían que hacer para llegar desde Brión hasta el Monte do Gozo. «La opción más viable es ir hasta Negreira, que está al lado, y coger desde allí una línea de bus que lleve hasta la estación intermodal. Desde allí, coger una de las frecuencias lanzadera hasta el recinto del festival», explica.
«Aunque no nos digan directamente que van al festival, sabes que alquilan por eso. Todas las reservas se hicieron cuando salieron el cartel y las entradas, la fecha está clara», explican desde la recepción de una serie de viviendas de uso turístico en O Milladoiro. Consultando con otros apartamentos de Ames, Teo, Boqueixón, O Pino, Oroso, Trazo y Val do Dubra, queda constancia que el abarrote en el centro se extiende también a los concellos que rodean Santiago. Es más, que va a la par. Dormir durante esas noches en las afueras juega en contra del desplazamiento, pero a favor de los grupos grandes. Para cinco, seis, siete u ocho personas, es más fácil encontrar una casa en O Pino que en San Lázaro.
En el grupo de Diego Vilariño son 15 personas que repiten alojándose en la misma casa de Teo por tercer año consecutivo. «Justo ayer estaba mirando en Google Maps y queda más cerca de Padrón o A Estrada que del Monte do Gozo», explica el joven a modo de anécdota. Cuenta que, al ser tantos, encontrar un alojamiento en el que todos tuvieran cabida se dificulta. A eso hay que añadirle que el primer año, por no saber «hasta el último momento» si iban a ir al festival, apenas les quedaban opciones cuando comenzaron la búsqueda. Así fue como llegaron por primera vez a la casa. Los dos años siguientes, «por no querer participar en el follón de buscar alojamiento», decidieron repetir.
«Tiene piscina y barbacoa, muchas facilidades para pasar un fin de semana muy bueno. Nosotros lo interpretamos como unos días en una casa rural en los que, adicionalmente, tenemos el festival», reflexiona. Son 15 personas y pagan 1.200 euros en total, unos 85 euros por cabeza para las tres noches. Eso sí, al precio y a las características favorables de la casa se les antepone un hándicap: cogiendo la ubicación exacta de donde se alojan y la del Monte do Gozo, la distancia es aproximadamente de 17 kilómetros por carretera. «Vamos hasta allí en coches particulares. Nos arreglamos para que dos o tres personas se sacrifiquen por el grupo cada día y no beban. Luego, nos vamos rotando», cuenta el joven. Y, ¿para aparcar cerca del recinto?: «El año pasado encontramos una carretera en unos de los laterales, bastante cerca de la entrada, a unos cinco minutos, donde montan unos párkings en leiras».
En O Milladoiro se alojaron el año pasado Jaime Rodríguez y su grupo de siete amigos, ocho con él. Recuerda que habían reservado la casa —un garaje reformado— «relativamente tarde, un mes o un mes y medio antes». «No queríamos cámping y, cuando nos pusimos a mirar, era lo único que quedaba», explica el joven. Si la capacidad inicial era de seis personas, con colchones hinchables consiguieron caber ocho. «Cada uno pagó sobre cien euros, igual un poco menos. Este año, al lado de la estación de trenes, es a 200 por cabeza las tres noches», reflexiona a partir de su experiencia acerca del precio medio en el centro y en las afueras. Pero, ¿les compensa alejarse tanto en kilómetros del recinto del festival? Su respuesta duda entre el sí y el no rotundo. Por una parte, es consciente de que las condiciones de una casa en el área de Santiago van a ser mejores por menos dinero —la suya del año pasado, por ejemplo, tenía piscina—, pero admite que a la hora de desplazarse es «una odisea».
«Para ir, menos el primer día que cogimos un bus lanzadera —para el que se tenían que desplazar desde O Milladoiro hasta la estación intermodal—, fuimos en taxi. Para asegurarnos dividíamos el grupo en dos y le pedíamos al taxista si, por favor, podía hacer dos viajes seguidos», recuerda. Para volver desde el Monte do Gozo cogían buses lanzadera hasta el centro de Santiago y desde ahí taxi hasta donde quedaba su alojamiento. «Me acuerdo del último día, el sábado, que bajamos andando lloviendo como llovía hasta la Praza de Galicia y cuando vimos el primer taxi ahí que nos subimos», continúa.
Pero, ¿qué hacen los que no quieren pasar por esta «odisea» de viaje de vuelta? Lorena Pereira y su grupo de siete amigas comenzaron a buscar alojamiento antes de que salieran las entradas y el cartel, justo cuando se anunciaron las fechas. Pensaron que al adelantar el festival de mediados de junio hasta finales de mayo, igual, encontrar alojamiento era una tarea más factible que en años anteriores, que por los precios y el lleno decidieron optar por quedarse en casa de una amiga que ya vivía en Santiago. «Empezamos a mirar pisos y vimos que era inviable. Primero, no había para tanta gente. Segundo, los que había eran sumamente caros», explica la joven. Entre las opciones que se adecuaban a su rango de precios y capacidad, les salieron algunas en los concellos que rodean Santiago, pero decidieron entre todas «no cometer el riesgo». «Sería llevar el coche desde allí hasta Santiago, aparcar y coger la lanzadera hasta el Monte do Gozo. Para nosotras, que además necesitaríamos dos vehículos, es inviable», continúa.
Un testimonio parecido aporta Adrián González. Cuando salieron las fechas del festival comenzaron a buscar alojamiento para siete, pero, en sus propias palabras, «quedaban pocos y eran muy caros». «Incluso intentamos reservar uno, pero nos escribieron a las dos horas diciendo que ya estaba reservado, que no podía ser», recuerda como anécdota. Vieron casas rurales a unos treinta kilómetros de Santiago, pero entre todos decidieron que no les compensaba. Al igual que Lorena, decidieron que la mejor opción para dormir cerca del recinto era reservar en la zona de descanso del festival. «A mi me parece la mejor idea porque es barato y está cerca del recinto», sentencia ella.