La bonita historia de un pazo de Ames, en venta por 1.350.000 euros: «El dueño lo veía de niño y decía: ''Esa casa ha de ser mía'' y, tras emigrar, la compró»
Vivir Santiago
Así es el pazo de Leboráns
Hace un mes se reactivó en un portal inmobiliario la venta del pazo de Leboráns, del siglo XVIII, que incluye mansión señorial, capilla, palomar y una extensión de más de seis hectáreas. La actual propietaria y la guardesa la ponen en valor
24 Nov 2024. Actualizado a las 05:00 h.
«Por mucho que quieras a una propiedad, la imposibilidad te lleva a que la realidad se imponga», explica sobre su actual venta la dueña del pazo de Leboráns -quien prefiere conservar su anonimato-, una propiedad privada de alto valor histórico situada en la aldea la parroquia de Trasmonte, concello de Ames, y que desde hace un mes se puede adquirir en el portal Idealista por un valor de 1.350.000 euros.
En la oferta ya se detalla que el conjunto, incluido en el Catálogo del Patrimonio Cultural de Galicia, incluye un pazo del siglo XVIII, una torre del siglo XVI, una capilla dedicada a San Félix niño, un palomar, cuadras y una parcela de 64.000 metros cuadrados, con «exuberantes jardines». «Mi padre lo rehabilitó todo. Él estaba feliz aquí y volvía al pazo en cada vacación que tenía; también pasaba en él todo el verano. Tras morir él y enfermar mi madre, ya casi no volvimos desde Madrid, y de ahí la venta», aclara la heredera -copropietaria junto a su madre-, accediendo a recordar, junto a la guardesa que cuida a diario el pazo, el bonito lazo que les ligó a la propiedad. «Mi padre, que era de la aldea de Leboráns, nació en una casa que estaba justo enfrente del pazo. A su hermana mayor, que lo cuidaba, siempre le comentaba que anhelaba esa propiedad», rememora la actual propietaria sobre un pasaje al que también alude Sara Fabeiro, la guardesa de la finca, originaria de Leboráns. «A él aquí siempre se le recordaba ya de niño mirando al pazo y diciendo: ‘'Esa casa ha de ser mía''», sostiene. «Tras irse a la emigración, la pudo comprar», ratifica su hija.
«Él se fue a Venezuela. Sé que allí, junto a otro gallego de la zona, montó un taller de arreglo y compra de maquinaria y grúas. Les fue bien. Desde la emigración se enteró de que el pazo estaba en venta y no dudó. Lo compró en 1958 a sus anteriores propietarios. El conjunto era muy especial para él. A Venezuela había ido soltero, pero en alguno de los retornos a Galicia, conoció a mi madre y ya vivieron allá los dos. Cuando yo debía iniciar los estudios, decidieron retornar definitivamente para que yo los pudiese cursar de continuo aquí. Por motivos también laborales al final nos instalamos en Madrid, pero él siempre que podía volvía al pazo. Ya cuando eran mayores, yo los dejaba en junio en Leboráns y hasta septiembre no volvía a recogerlos. Aquí eran felices», continúa recordando su hija.
«Él falleció en el 2010 y, desde ese momento, ya no volvimos tanto. A pesar de que a mi madre también le apena la venta, ahora ya casi no vamos. Antes de la pandemia yo había puesto una primera oferta, pero el covid todo lo frenó. Hace un mes decidí reactivarla», explica la actual propietaria sobre una finca de la que avala su gran estado de conservación. «Hay un matrimonio de guardeses que la cuida desde hace 18 años», señala.
Una de ellos es Sara Fabeiro, quien explica que viven en una casa dentro de la propiedad, junto a la capilla. «Yo ya había trabajado en el pazo cuando tenía 18 años. El dueño, desde que lo compró, no cesó de rehabilitarlo, de ponerlo a punto y arreglarlo. Incluso elevó un poco más la torre del siglo XVI que había, y que no estaba en condiciones óptimas. Fue en este trabajo con el que yo le ayudé en mi juventud. En las distintas obras trabajaron muchos vecinos de Leboráns», continúa.
«Algo llamativo es que también reformó la capilla, que ahora es abovedada. Del pazo a la iglesia había anteriormente una pasarela, de la que decidió prescindir. También de la galería eliminó la madera y la dejó solo en piedra. Igualmente hizo un muro de contención… No dejó de trabajar. Lo dejó muy bonito», realza con mimo la guardesa, aclarando que no hay día en el que ella no prosiga trabajando en él.
«La propiedad también es especial para numerosos vecinos de la aldea. Muchos son devotos de San Félix niño y, cada poco tiempo, o cuando los hijos tienen exámenes o algo especial, o en las fiestas locales, aún me traen velas o me dejan flores en la puerta», comenta la guardesa. «En la iglesia del pazo se hacían misas hasta hace más o menos 20 años y varios vecinos se casaron o hicieron la primera comunión en ella», añade.
Sara Fabeiro ratifica que, más allá del conjunto histórico, que cuenta tres blasones o escudos de armas, es la amplia extensión de jardines, de hasta 64.000 metros cuadrados, otro de los grandes valores de la finca. «En ellos hay desde castaños a magnolios o camelias. Algo también muy característico son los tres manantiales con los que cuenta. La presencia aquí del agua es imponente. Como decimos en la zona: ''O que queira agua, que veña a Leboráns''», destaca, sobre un dato sobre el que también se pronuncia Lourdes Díez, de la consultoría inmobiliaria LammConsult, de Madrid, donde la hija del dueño puso la oferta de venta del pazo. «Apenas lleva un mes y, entre los interesados, hay una persona, de origen venezolano, que nos preguntó en concreto por los manantiales de la finca. Buscaba una gran extensión para la plantación de aguacates», apunta, reflexionando sobre los posibles usos que le podría dar el futuro comprador.
«Vemos sobre todo la posibilidad de un emprendimiento hotelero de lujo o con encanto, o para eventos exclusivos. La posibilidad de compra con muebles, que se contempla, podría facilitar esa transición», estima, poniendo en valor su cercanía a Santiago, a menos de 20 kilómetros, a la costa o su ubicación próxima al Camino.
Desde la consultoría se aclara además que el pazo, de 2.010 metros cuadrados construidos y 937 metros útiles, ofrece seis dormitorios y tres baños distribuidos en tres plantas.
«Las posibilidades turísticas son las más plausibles aunque también es cierto, que, como sucedió con el último dueño, podría influir en la compra una vinculación personal. El pazo es la primera casa que te encuentras cuando llegas a Leboráns», destacan.