Daniel Broncano: «La epifanía que tuve en Santiago y que me hizo ser músico es tan importante para mí que no sé si quiero desmitificarla»
Vivir Santiago
El director técnico de la Orquesta Sinfónica de Tenerife no llegó a vivir en Galicia, a diferencia de su hermano, el popular presentador David Broncano. Sin embargo, fue en Compostela donde descubrió su vocación. Daniel aclara por qué su familia se mudó de Rianxo a Orcera, en Jaén
24 Dec 2024. Actualizado a las 09:25 h.
Será el día de Navidad cuando Daniel Broncano, director técnico de la Orquesta Sinfónica de Tenerife y hermano del popular presentador David Broncano, afronte una de las citas más importantes del 2024. «El día 25 se celebra el Concierto de Navidad de Puertos de Tenerife, un evento maravilloso, el más importante del año, con un aforo para 10.000 personas. Estas Navidades, y coincidiendo con el 30 aniversario del concierto, se retransmitirá en directo a través de La 2 de TVE para toda España», subraya con ilusión y con una fascinación musical que, admite, descubrió en Santiago, a una edad muy temprana. Un curioso pasaje que, mientras ultima el destacado evento, recuerda.
«A diferencia de mi hermano David, que tiene dos años más que yo y nació en Galicia, concretamente en Santiago, adonde mi madre fue a dar a luz mientras vivían en Rianxo, yo ya nací en Orcera, un pueblo de Jaén al que mis padres se trasladaron luego. Aun así, siempre relato que fue en Compostela donde tuve una epifanía y me hice músico», relata el reconocido clarinetista y fundador y director de varios festivales.
«Mis padres, de Madrid, con un cierto anhelo hedonista, habían decidido mudarse a Rianxo, buscando airearse de la ciudad. Durante ese tiempo en Galicia fue cuando nació mi hermano, David. Estuvieron dos años, pero al final la lluvia y los temporales les pesaron y decidieron mudarse a Orcera, a Jaén, de nuevo en busca de las bondades de un lugar más pequeño y, en ese caso, en el medio rural. Aun así, les gustaba tanto la ría de Arousa; tienen tan buenos recuerdos y amigos de esa etapa, que volvieron muchos años allí a veranear. En 1994, en una de esas vacaciones en Rianxo, y en un día lluvioso, fue cuando fuimos a Santiago y cuando yo descubrí a mis ocho años mi vocación», señala Daniel Broncano.
«Recuerdo que, como refugio improvisado por el mal tiempo, nos metimos en el Auditorio de Galicia, que creo que tenía aún una corta trayectoria. Allí estaba tocando la Orquesta Sinfónica de Galicia y su sonido me impresionó. Me parecía milagroso que saliese de esa forma, con esos colores y texturas… En mi familia mi abuelo y mi padre sí eran aficionados a la música clásica, pero yo, hasta ese momento, no le había prestado atención. Desde lo de Santiago, sin embargo, me quedé atrapado. Hay un libro de Oliver Sacks, Musicofilia, que habla de eso, de cuando te da una obsesión por la música», rememora risueño.
«Quedé fascinado. Quise empezar a escuchar todos esos discos que tenía mi familia; a preguntar por los instrumentos. Me atraía mucho el oboe, con su timbre prominente y su capacidad para provocar emociones… Quería tocar tanto ese instrumento como el violín. Me acuerdo que, en esa época, me quedaba mirando los violines en los escaparate de las tiendas de música por si sacaban alguno y me lo dejaban probar», rememora riendo. «No era un pasatiempo; era un compromiso serio. Me pasaba todo el día escuchando música, leyendo sobre ello. Era, y sigo siendo, muy entusiasta, apasionado. Yo veo un ciempiés cruzar una calle y ya me parece fascinante», ilustra de forma gráfica.
«En ese tiempo coincidió que en Orcera se formó una banda de música, también incentivada por muchos padres. Hay que tener en cuenta que es un pueblo muy pequeñín… En esa formación empecé a tocar el clarinete. A los once años incluso tuve un programa de música clásica en una radio local», prosigue con auténtica devoción, valorando el esfuerzo que implicaba para sus padres su carrera musical.
«Nosotros vivíamos en una comarca de la Sierra del Segura, muy rural, alejada de todo. Tanto mis padres como los de los otros niños hacían muchas horas de coche dos días a la semana para llevarnos al conservatorio a Jaén. En ese momento veía que vivir allí podría suponer un hándicap, pero, con los años entendí perfectamente por qué mis padres quisieron vivir en Orcera. La calidad de vida; poder disfrutar de ese sitio es algo único...», razona el músico, quien, con los años, tendría que dejar su pueblo natal para continuar su carrera musical, primero en Madrid, en el Real Conservatorio Superior de Música, y luego en Londres, en el Royal College of Music.
«Desde la epifanía musical en Santiago estuve como obsesionado con tocar el clarinete hasta los 25 o 26 años. En Londres empecé a descubrir otra parte laboral, la de organizar conciertos; la de ser gestor cultural», evoca sobre unos años en los que cobraría también relevancia por inaugurar cerca de Orcera, en el Parque Natural de las Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas, en Jaén, el destacado festival Música en Segura. Un proyecto que había ideado con su mujer, la mezzosoprano neozelandesa Felicity Smith, fallecida de forma repentina un año después de casarse. Un durísimo revés al que Daniel aludió en sus redes —«Una pequeña reflexión para todos que lidiamos con duelos y traumas: el paso del tiempo no cura nada. Lo que haces en ese tiempo para curarte sí lo hace»— y al que hizo frente volcándose aún más en la música, ya más en su faceta de gestor cultural.
«Me pasaba algo curioso, que creo que es común a muchos músicos. Como estamos tan volcados en un instrumento, en mi caso, el clarinete, parece que ya no concebimos la vida sin tocarlo. A mí me daba cierto miedo ver que se me daba bien otra cosa que no era tocar, sino ayudar a que otros toquen o facilitar que el concierto se produzca», reflexiona, reconociendo su buena trayectoria también en esa faceta. Con los años, y además de director de la Orquesta de Córdoba, fue gerente de la Semana de Música Religiosa en Cuenca o jefe de la Semana de Música Antigua de Álava. «Hay compañeros que dejan de tocar un instrumento y, mientras trabajan en otra cosa, están siempre cantando o silbando, porque lo echan de menos. Yo no lo echo tanto de menos porque estoy todo el día rodeado de música», confiesa, compartiendo que fue el pasado febrero cuando recaló en Tenerife, ya como director técnico de su Orquesta Sinfónica.
«Es una de las orquestas con mayor nivel artístico del país. Para mí es una magnífica oportunidad. Me hace gracia porque, en cierta forma, tiene una historia paralela a la de la Orquesta Sinfónica de Galicia. En los años 90, ya eran dos de las mejores de España y al que era director de la Sinfónica de Tenerife, Víctor Pablo Pérez, lo ficharon en ese tiempo para tomar las riendas de la Sinfónica de Galicia. Todo me remite a esa orquesta y a ese concierto de la epifanía», reflexiona riendo Daniel Broncano.
«Mi hermano muchas veces alude a su origen compostelano en televisión. A mí también me gusta poner en valor que fue en Santiago donde viví como esa especie de síndrome de Stendhal sonoro, algo tan profundo que cambió mi vida», subraya, accediendo a hablar también de su hermano, uno de los nombres del momento al brillar en prime time con La revuelta.
«Nunca me importa que me pregunten por él. Para mí mi hermano es un referente, también por cuestiones profesionales. Es una persona muy inteligente, que tiene unas habilidades sociales e interpersonales espectaculares; con muchísima capacidad de encuentro. Es curioso porque conduce un programa que puede parecer muy directo o que busca la provocación, cuando mi hermano es extremadamente bueno buscando la concordia. Hay ciertas referencias suyas, en cuanto a ser ambicioso, a no autolimitarme o a tirar para adelante en las que me inspiró muchísimo», destaca con sumo orgullo.
«El debut en TVE fue un momento único. Hizo que yo ese día estuviese viendo religiosamente la televisión, teniendo en cuenta, además, que en Canarias es todo una hora antes. Para mí fue casi como merendar pronto para ver la tele, pero no me lo podía perder», subraya, compartiendo una broma interna. «Durante la primavera, durante todo ese tiempo de conversaciones manipuladas sobre su contrato con TVE, yo ya llevaba tres años trabajando en RNE como colaborador, hablando de música. Ya en plan chiste decíamos, como otra de esas locuras que se decían en ese momento, que alguien podría defender que lo había enchufado yo», apunta, aún asombrado por todo lo que precedió al estreno de La revuelta. «Cuando llegó ese debut, para toda la familia fue superemocionante», refrenda, agradeciendo el apoyo de su hermano en todos los ámbitos, tanto personal como profesional. «Él, por ejemplo, es uno de los grandes patrocinadores del festival Música en Segura», valora.
Ya sobre el 2025, año a punto de arrancar, admite su ilusión. «El próximo año, y después de 15 años casi moviéndose solo por Canarias, la Orquesta Sinfónica de Tenerife volverá a dar varios conciertos en la Península. Tenemos un equipo muy sólido. Vemos que el público cada vez va a más. Hay un horizonte muy esperanzador...», enlaza con entusiasmo.
¿Y volver a Santiago? «Fíjate que tengo un recuerdo tan vívido, o idealizado, de ese momento en Santiago, de esa epifanía musical, que no sé si quiero desmitificarlo. Me acuerdo que de niño había una cuesta en mi barrio, por la que yo montaba en monopatín, que me parecía el Everest y luego cuando he vuelto me parecía que no tenía la más mínima pendiente… Pero a lo mejor aprovecho el guante de esta entrevista para peregrinar a ese recuerdo tan tan importante en mi vida».