La UE está dispuesta a romper el protocolo de Kioto si Rusia no lo firma
Sociedad
La comisaria de Transportes y Energía invita a «reflexionar» sobre el nuevo escenario De Palacio insinúa que cumplir el acuerdo en solitario restaría competitividad a la Unión
29 Jan 2004. Actualizado a las 06:00 h.
El futuro del Protocolo de Kioto, el único acuerdo internacional para luchar contra el cambio climático, depende de Rusia. La ratificación de este país es imprescindible para que se alcance un mínimo de consenso y el compromiso pueda entrar en vigor, toda vez que Estados Unidos y Australia decidieron no asumirlo. La UE, que junto a Japón es el principal aval de Kioto, está dispuesta a «replantearse su estrategia» e incluso a abandonar el convenio si Moscú no lo firma. En un encuentro con los periodistas celebrado ayer en Bruselas, la comisaria de Energía y Transportes, Loyola de Palacio, volvió a pedir a la UE que «reflexione» sobre lo que debe hacer en caso de que el Gobierno de Putin acabe dando la espalda a Kioto. Para De Palacio, cada vez hay «más señales» que indican que Rusia acabará por no secundar la posición de los Quince, lo que supondría dejar prácticamente muerto el acuerdo, que fijaba objetivos precisos para reducir las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero. «Pareja diabólica» Si Rusia sigue los pasos de Estados Unidos y Australia, países a los que Greenpeace tachó de «pareja diabólica», se abrirán negros nubarrones para la pervivencia de Kioto, pues los socios comunitarios necesitan la adhesión de Moscú para comprarle derechos de emisión que no utilice la industria rusa. De Palacio abandera la corriente más favorable a retirarse de Kioto si Rusia no se sume al protocolo, lo que la enfrenta casi personalmente con la responsable de Medio Ambiente, la sueca Margot Wallström. En cualquier caso, la posición de la comisaria casa perfectamente con la postura de España, el país de la UE más alejado de su objetivo de reducción de gases contaminantes. Tanto es así que, el pasado mes de diciembre, el Gobierno español patrocinó una iniciativa en Bruselas en la que se pedía una aplicación más flexible de Kioto de mantenerse las reticencias rusas, con el argumento de que la aceptación en solitario de este acuerdo podría minar la competitividad de ciertos sectores industriales.