La Voz de Galicia

El Papa alerta sobre la pérdida de influencia del cristianismo en los países de Europa

Sociedad

Efe

06 Oct 2008. Actualizado a las 02:00 h.

El papa Benedicto XVI afirmó ayer que «naciones antes ricas en fe y en vocaciones ahora van perdiendo su propia identidad bajo la influencia nociva y destructiva de cierta cultura moderna». El Pontífice hizo esa observación durante la homilía de la misa que celebró en la basílica de San Pablo Extramuros y con la que inauguró la duodécima Asamblea del Sínodo de Obispos, que hoy empieza sus trabajos.

La misa estuvo concelebrada por 52 cardenales, 45 arzobispos, 130 obispos, 85 presbíteros y 14 miembros de la Iglesia ortodoxa. Benedicto XVI denunció que en esa cultura moderna existe quien «ha decidido que Dios ha muerto y se declara Dios a sí mismo, reteniéndose el único artífice de su propio destino y el propietario absoluto del mundo».

Luego preguntó si «cuando se elimina a Dios del horizonte propio, se puede ser ciertamente feliz» para responder después que «al final, el hombre se encuentra más solo y la sociedad está más dividida y confusa».

El Pontífice conectó entonces su discurso con el lema central del sínodo, que gira en torno a «La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia ». «El mensaje de consuelo que recogemos de los textos bíblicos es la certeza de que el mal y la muerte no tienen la última palabra, sino que al final vence Cristo. ¡Siempre! La Iglesia no se cansa de proclamar esta buena noticia», explicó.

Lectura de la Biblia

El Papa abrió ayer la maratoniana lectura de la llamada Biblia día y noche, un recitado continuo e integral del Antiguo y el Nuevo Testamento durante seis días y siete noches y que el Pontífice inauguró con la lectura del Génesis, el primer libro de la Biblia. «En el principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: "Haya luz", y hubo luz», leyó el Pontífice en lengua italiana.

Previamente, la Biblia fue llevada en procesión por un joven acompañado por un anciano, una mujer y una niña hasta un atril emplazado en el altar mayor de la iglesia romana de Santa Cruz de Jerusalén.


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