La Voz de Galicia

Cuando los deberes son los propios nietos

Sociedad

Mar Gil /  ourense, ferrol / la voz Álvaro Alonso ourense, ferrol / la voz

Los móviles, el ocio, el cole... Los abuelos que hacen de padres tienen dudas. Cruz Roja lleva a toda Galicia cursos para ayudarlos

20 Nov 2016. Actualizado a las 05:00 h.

Teléfonos móviles, deberes escolares y horarios de salida nocturna son las tres bestias negras de los abuelos modernos. Esos abuelos que no han llegado a catar del todo el placer de la jubilación porque el despertador lo activa el llanto de un bebé o la salida del cole. Esos que se han puesto manos a la obra con el graduado escolar para poder estar, aunque sea mínimamente, a la altura. Esos que aprenden y enseñan, cada día, a conjugar el verbo conciliar. Y, sobre todo, esos que reivindican la destrucción de un tópico: «Nosotros no malcriamos, nosotros educamos». Los cinco jóvenes veteranos que asisten en la sede ourensana de Cruz Roja a un curso de formación para abuelos aseguran no tener tiempo para malcriar. Lo suyo, más bien, es bien criar, poner límites, encajar horarios, llegar hasta donde se pueda y hasta, en ocasiones, reeducar a los hijos.

Entre risas y caras serias lo dice Pura, la más veterana del curso, con 73 años, que atiende a una nieta de 5 tras varias etapas echando una mano con otros tres que hoy tienen ya 24, 22 y 11: «Yo a la niña no la consiento; si toca comer, come; si toca dormir, duerme... Pero cuando llegan sus padres se porta mucho peor». Pepa Pazo ayuda a su hijo y a su nuera con una niña de 9 años y una joven de 17, a la que crio. Y, si hace falta, también los pone a andar a ellos: «Véñena recoller ás 9 da noite e sempre con présas. Eu xa llo digo, veñen estresados do traballo e póñena tola coas súas présas. Eu plántolles cara, ás netas e aos pais, pero non me fan caso!». 

Paternidad sobrevenida

Manuela y José Luis no tienen ni el tiempo ni el cuerpo para malcriar. Ellos son abuelos, pero ejercen de padres al 100 %, así que la responsabilidad es total y los consentimientos, los justos. Para ellos es especialmente complicado el día a día, sin las ayudas económicas necesarias y sin tiempo para respirar pese a que las décadas de vida que acumulan pedían más una plácida jubilación que una paternidad sobrevenida. José Luis tiene a su cargo un nieto de 9 años: «Coas fillas xa foi difícil, pero eu tiña outra idade. Agora, ás veces, é algo de carga».

Que los nietos llenan la casa de alegría es una evidencia. Que son un compromiso, también. La falta de tiempo y el miedo planean sobre su vida de abuelos. Qué dejarles hacer con el teléfono móvil y el ordenador, cómo echarles una mano con los deberes del cole y hasta dónde y hasta cuándo darles libertad para salir son los problemas de estos abuelos padres.

Saber cómo actuar en esas situaciones para evitar problemas futuros y conflictos actuales es lo que demandan de un curso como el que Cruz Roja ha comenzado a impartir este mes en toda Galicia.

El objetivo del programa Abuelas y abuelos educadores es proporcionarles herramientas para afrontar los cambios de la adolescencia, evitar choques y conseguir un diálogo efectivo. La reflexión teórica y los juegos de rol se suceden en las clases para sugerir pautas de actuación.

En casa, cada uno se va apañando como puede. Con buen humor, con ansiedad o con una de cal y otra de arena, según las circunstancias. Manuel sueña con ayudas económicas de las instituciones y con una semana, al menos cada dos meses, «para desconectar de todo». Mirna, abuela venezolana de 45 años, apoyo para una nieta de 5 años «que es hiperactiva, no come y no para un segundo desde que la cojo a las 5 de la tarde hasta que se acuesta, a veces a la 1 o las 2 de la madrugada». 

Deseosos de aprender

Todos están deseosos de aprender. Los deberes, en su caso, no son optativos. Están, cada día, en su casa, son sangre de su sangre y les dan muchas alegrías. Y, a veces, también, son una carga.

Las sonrisas protagonizan la primera sesión de Ferrol, a la que acuden una docena de abuelas, todas abuelas, cuya vitalidad desborda en la sala en donde se celebra la reunión. «Nada más comenzar nos dimos cuenta de que cada vida y cada situación es muy diferente», comenta Pilar Breijo, a quien le gustaría tener «algún día más para pasear». No obstante, las doce participantes, al contrario de lo que suele ocurrir en este tipo de escuelas, «son muy activas y hacen mucho ejercicio a lo largo de la jornada», valora Maribel Viñas, la trabajadora social encargada de moderar el coloquio.

Las actividades son la forma de desconectar de estas abuelas que cada día, según apunta Isabel Carballo, aprenden algo nuevo de sus nietos, a los que intentan transmitir la experiencia que dan tantos años vividos. Aunque el trasvase de conocimientos también viaja desde el lado contrario, con especial protagonismo de las nuevas tecnologías que, a la vez que un mundo nuevo, también pueden suponer una barrera, tal y como explica Viñas: «Existe un lapso generacional. En la primera sesión una de las abuelas contó que, cuando se disponía a realizar las tareas con su nieto, este sacó una tableta de la mochila. Al final acabó él llorando y ella agobiada por no poder ofrecerle una solución». Esta disparidad también existe en el estilo educativo que tiene una abuela con respecto al de una madre. «Se intentan adaptar, pero depende mucho del tiempo que pasen con ellos», añade la responsable.

Aurora Rodríguez percibe que no es lo mismo cuidar a su nieto ahora, que es adolescente, que cuando era un niño, porque «cambia a mucha velocidad». Eso sí, no pierde el humor cuando se le pregunta por qué se unió al proyecto de Cruz Roja: «Porque vino esta chica... -por Maribel-. ¡Pero me estoy perdiendo la clase de yoga!». Al igual que ella, Ángeles Díaz es muy energética, y recuerda cuando su nieto de 12 años le preguntó «¿Abuela, no te estarás apuntando a demasiadas actividades?», a lo que ella contestó: «¿Tú no vas a fútbol? Yo también tengo derecho». Algo similar le ocurrió a Estrella Gómez con su nieta, que más que cuestionarle su programa le pidió que le explicase los días que tenía para caminar, así como los que tenía baile moderno, gimnasia o danza. 

Agotamiento físico

Sin embargo, alerta Viñas, existe agotamiento en la mayoría de los casos: «Físicamente, una abuela no tiene la misma vitalidad que una madre o un padre. El ritmo de vida es muy elevado entre el colegio, la comida o, por las mañanas, madrugar para estar ya presentes en el domicilio de los padres y levantar a los niños». Es algo que confirma Fina Gato, quien probó durante tres meses con baile latino, pero lo vio complicado de compaginar. «Podría tener tiempo, pero salgo de casa de mis nietos y tengo que hacer cosas en la mía», arguye.

La crisis aumentó el número de abuelas educadoras por el tipo de trabajo que ahora tienen los padres, con horarios discontinuos o demasiado extensos, y con el añadido de que los salarios tampoco les permiten acceder a otros recursos. «Ahí la abuela está teniendo un papel vital», zanja la trabajadora social. Por eso, durante la hora y media que dura cada sesión, trata de que las participantes estén a gusto y puedan compartir opiniones, vivencias y experiencias. En la primera, parece haberlo conseguido: «Fue muy amena», subraya Isabel Carballo, antes de que el fotógrafo de La Voz dispare. Ahí es cuando, una vez más, surge esa alegría que caracteriza a las abuelas: «Eh, a mí pásame el Photoshop», le dice Fina Gato.


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