Las bombillas halógenas se apagan, el futuro pasa por las LED
Sociedad
Entra en vigor la norma europea que elimina del mercado las menos eficientes
03 Sep 2018. Actualizado a las 16:25 h.
La luz se apaga. Llega la hora de decir adiós a las bombillas de toda la vida. En el 2012 se prohibieron las incandescentes; en el 2016 fue el turno de los focos halógenos y ahora dejarán de fabricarse las bombillas halógenas. Una fase más dentro del protocolo de Kioto para eliminar las menos eficientes. A partir de mañana, 1 de septiembre, solamente se podrán comercializar las que estén en stock en los establecimientos como excedente.
La medida no traerá más que beneficios. El ahorro es evidente, ya que el 90 % de la energía que producen la convierten en calor, no en luz. La alternativa serán las bombillas LED, que puede llegar a ahorrar hasta el 90 % de la parte de iluminación de la factura de la luz. Las clásicas bombillas de sesenta vatios se sustituirán por otras de ocho. Además, la duración de las mismas también se multiplica. Así lo explica Alfonso Canorea, director de la distribución profesional de la empresa de iluminación Ledvance: «Una halógena duraba 2.000 horas, unos dos años. Pasamos a las LED que aguantan entre 10.000 y 15.000 horas, o sea, entre 5 y 10 veces más».
El único inconveniente reside en el precio. Las bombillas que se mantienen en el mercado son un poco más caras que las eliminadas, sin embargo, la diferencia se está reduciendo. «El LED bajó un 50 % el precio en los últimos cuatro años», afirma Alfredo Berges, director general de Anfalum (Asociación Española de Fabricantes de Iluminación). Actualmente, una bombilla halógena está entre los 2 y los 2,5 euros y las LED en torno a 4. Para Alfredo Berges es importante que la población tenga una visión a largo plazo: «Cuando uno invierte en alumbrado aconsejamos que no miren a corto plazo. Hay que ver las características como la vida útil, la fiabilidad o el rendimiento».
Según los fabricantes, las diferencias a simple vista entre estas dos bombillas son prácticamente inexistentes. El cristal y el casquillo es idéntico, cambiando únicamente el filamento de metal, que pasa a ser de LED en amarillo un poco más grueso. Además, estas últimas ofrecen grandes posibilidades de diseño. Las ventajas ofrecidas no modifican la calidad y cantidad de la luz, sin afectar así a la vista.
La mayor dificultad para el consumidor reside en el paso de vatios a lúmenes. Ahora una bombilla LED de 8 vatios produce en torno a 800 lúmenes, y equivale a una halógena de 60 vatios. «El error está en que la gente se cree que por que tenga más vatios va a dar más luz. Hay que acudir al embalaje y mirar las equivalencias», explica Alfonso Canorea.
Las excepciones
Existen pequeñas salvedades en la restricción. Las bombillas de neveras y hornos no desaparecerán. Se trata de lámparas especiales para altas temperaturas o frigoríficos, que no tienen sustitutos. «Esas bombillas suponen una cuota ínfima del mercado y no se ha podido poner el LED en producción a precio razonable. Las lámparas lineales de los fotógrafos tampoco tienen sustitutivas», comenta Alfredo Berges.
Con esta medida, las de bajo consumo quedan como principales competidoras de las LED. Sin embargo, los expertos entienden que no habrá tal rivalidad y advierten que las «ahorradoras» van a dejar de venderse de forma natural. Así lo remarca Canorea: «Las de bajo consumo son infinitamente peores: no se encienden instantáneamente, tienen peor calidad de luz y contienen mercurio. No hará falta ni prohibirlas porque se irá a un producto mejor».
Hacia un alumbrado inteligente y controlado con el móvil
Claro está que el futuro de la iluminación va de la mano de la tecnología LED. Así lo confirma Alfredo Berges, director general de Anfalum (Asociación Española de Fabricantes de Iluminación): «El mercado del LED a finales del 2017 ocupa más del 63 % en el total de los sectores. En el 2010 había menos de un diez por cierto de estas bombillas. Es un tsunami en el sector de la iluminación. El mercado se acabará ledificando completamente». Explica que además de venir bien el cambio por la eficiencia energética, la calidad de luz y el confort visual, se expande aún más el mundo de la iluminación inteligente (Inteligent Lighting). El alumbrado LED, al llevar un chip, permite conectarte con el entorno. Gracias a esto se puede instalar un sensor de movimiento, subir y bajar la intensidad de la luz o controlar el encendido y apagado con el teléfono móvil. Otro de los apartados posibilitados por estas bombillas es el Human Centric Lighting. Se trata de un alumbrado pensado en mejorar en el comportamiento humano, ya que no estimula del mismo modo un tipo de iluminación al despertar que por la noche. «Con la luz podemos influir en el estado emocional de las personas produciendo sensaciones mejores que te hagan sentir confortable», afirma Berges.
¿Qué hacer con esas aquellas que ya no funcionan?
Las lámparas y los tubos fluorescentes son de reciclaje obligatorio. Para cumplir con la normativa es necesario someterlos a un tratamiento que separe el polvo del mercurio que contienen. Por ello, es necesario llevarlos a los distintos puntos de recogida o entregarlos en los puntos de venta de la nueva bombilla.
¿Qué hay que tener en cuenta antes de comprar una?
El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social recomienda medir la vida útil en horas, el flujo luminoso o la temperatura de color (blanco cálido, neutro o frío). También es aconsejable observar si es regulable o no y el ángulo de apertura, así como las dimensiones de la misma. Para obtener una garantía de compra hay que fijarse en el etiquetado de eficiencia energética y el Marcado CE (Conformidad Europea).
Equivalencia entre clásicas y las LED
Las halógenas miden su potencia en vatios, mientras que las de tecnología LED lo hacen en lúmenes (cantidad de luz emitida por la bombilla). Las clásicas lámparas incandescentes de 60 vatios, con casquillos de E27 y E14, equivalen a una LED de 810 lúmenes. O unas bombillas más potentes, de 100 vatios, corresponden con unas LED de alrededor de 1521 lúmenes.
¿Qué luz es la más adecuada para cada estancia?
La vista agradece un tipo de luz u otra dependiendo de la zona del domicilio. Para iluminar la cocina se recomiendan las luces neutras y frías. Estas son las que emiten un color blanco o blanco-azul respectivamente. En el baño la ideal es la luz neutra. Sin embargo, en las estancias como el salón o los dormitorios, lo idóneo es una cálida que emite tonos amarillentos.