Así puedes desengancharte de los ultraprocesados
Sociedad
No solo engordan, también aumentan la mortalidad hasta un 14 %. Bollería industrial, galletas, embutidos, salchichas, pan de molde, pizzas precocinadas... Son alimentos con aditivos cuyos sus efectos negativos se notan a largo plazo; casi todo lo que tenemos en casa es ultraprocesado
10 Jan 2020. Actualizado a las 13:11 h.
¿Por qué son tan malos los ultraprocesados?. Si al llegar a casa revisas lo que tienes en la cocina verás que hay un alto contenido de ultraprocesados. Lo que llevamos en la cesta del supermercado, además de engordar, amenaza nuestra salud. Cereales, galletas, bollería, pan de molde, bebidas azucaradas, caldos, sopas, salchichas, embutidos, helados, pizzas precocinadas.... Un estudio elaborado en Francia con 44.551 participantes asegura que aumentar un 10 % este tipo de alimentos en la dieta puede elevar la mortalidad hasta un 14 %. Se analizó lo que comían los participantes, todos mayores de 45 años (un 73 % de ellos mujeres), durante varios días no consecutivos. Los productos elaborados con procesos industriales representaron el 14,4 % de su consumo (en términos de peso de los alimentos) y el 29 % de su consumo total de energía. Después de siete años, 602 personas del grupo habían muerto, 219 de ellas por cáncer. La conclusión a la que llegaron es que el consumo habitual de este tipo de alimentos eleva la mortalidad. Una de las autoras, la doctora Mathilde Touvier, asegura que todavía hay que realizar análisis a más productos.
Los nutricionistas nos animan a desengancharnos de este tipo de alimentos que, además, tienen un alto componente adictivo. El truco está en intentar sustituirlos poco a poco por productos similares, pero más sanos. Lo mejor para beber es el agua, pero si necesitamos que tenga sabor podemos intentar tomarla con gas o de sabores, aunque los edulcorantes tampoco son muy recomendables. La pizza se puede hacer en casa con ingredientes básicos. No estará tan buena pero será más sana. El pan del día (mejor de harina integral) puede sustituir al de molde y si se queda algo duro se puede tostar en la sartén o en el horno. Las frutas deben sustituir a los zumos, y los frutos secos entrar en la despensa en vez de comprar tanta bollería y galletas. Por último, si nos es imposible vivir sin algo dulce lo ideal es optar por chocolate con alto porcentaje de cacao, por encima del 70 %.
Que la comida nos mata lo tiene claro el nutricionista Carlos Ríos (@carlosriosq), uno de los representantes del movimiento Realfooding. Pero el problema es que lo hace lentamente. «Con respecto a la mortalidad, es importante señalar que no hay percepción inmediata de perjuicio. Uno de los componentes más letales de los ultraprocesados es que no generan ninguna sintomatología a corto plazo que sea medible y la población no puede detectar que está perjudicando su cuerpo», explica. Sin embargo, a largo plazo los efectos son demoledores porque son «bajos en fibra, aumentan los radicales libres en tu cuerpo, el azúcar en sangre... No lo notas, pero eso al final va a desencadenar un mayor riesgo de enfermedades como diabetes tipo 2, la enfermedad cardiovascular y el cáncer».
Según Ríos, en la oferta actual más del 70 % de los productos que encontramos en el supermercado son procesados. Y suponen un 30 % de la alimentación de la población española. «Pero lo de los datos no es tan importante -aclara el nutricionista-. Lo que yo divulgo es que la población, de forma inconsciente, se expone a estos productos ultraprocesados por su entorno, por su sabor o simplemente por contagio social. Si en tu casa tienes estos productos es muy probable que acabes consumiéndolos». En la sociedad actual, el ritmo frenético nos lleva a dejarnos llevar por una oferta mayoritaria y cada vez se hace más difícil elegir productos saludables. «Hay un márketing brutal que te hace consumir este tipo de productos. Ahora mismo -afirma- estoy en una estación y aquí no hay ningún puesto de fruta, y, sin embargo, de comida procesada hay miles».
Máximo, un 10 %
Carlos Ríos afirma que hay gente que le tilda de radical. «Pero yo pienso que el que es radical es el entorno. Yo digo que puedes consumir los ultraprocesados en un diez por ciento, de forma ocasional. Eso no causa un daño considerable. Alguna vez al mes, en una comida social, en una fiesta, no pasa nada. No se trata de decir que jamás vas a volver a comerlos. El objetivo es que no sean parte del día a día. Pero, para eso, lo primero es saber qué son y cuáles son». Para este experto ha supuesto una revolución etiquetar estos productos con el nombre de ultraprocesados, «porque hace unos años no existía». Si no hay información, «la gente no tiene la percepción de que no es saludable».
Por otra parte, Ríos reconoce que el factor económico también es importante para que la gente se decante por este tipo de alimentos. «Una hamburguesa de McDonalds te vale un euro y un paquete de arándanos que compras en el supermercado te cuesta 2,5 euros. Esa diferencia tiene un impacto. Yo digo que se puede llevar una alimentación barata con comida real, pero necesitas una serie de habilidades, conocimientos y formación. Y no es que la comida real sea especialmente cara. Es la comparación con los ultraprocesados, que son bastante baratos».
Los niños ven al día 25 anuncios de productos insanos
Los cereales para el desayuno, las galletas para la merienda o las salchichas para la cena. Cada día, los niños españoles están expuestos a un bombardeo publicitario para promocionar productos insanos. Más del 90 por ciento de la publicidad que aparece en televisión versa sobre estos ultraprocesados y más del 30 por ciento de las calorías que se ingieren vienen de este tipo de productos. Más de cuarenta organizaciones sanitarias y sociales se organizaron para exigir un sistema de regulación con rango de ley que garantice «que la población infantil únicamente pueda verse expuesta a publicidad de alimentos y bebidas saludables». Se trata de la campaña Defiéndeme, en la que colaboran Justicia Alimentaria, la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA), Amigos de la Tierra, Medicus Mundi y Ecologistas en Acción.
Según estos colectivos, los niños españoles ven al día 25 anuncios televisivos de alimentos y bebidas, «la mayoría de los cuales no son saludables». Además, añaden que la publicidad alimentaria es «con frecuencia engañosa», y culpan a la publicidad como «una de las máximas responsables» de la tasa de obesidad infantil en España, «una de las más altas del mundo». «El 45 % de los niños españoles tienen sobrepeso u obesidad, con el consiguiente aumento del riesgo futuro de desarrollar enfermedades cardiovasculares y cáncer», indicó Miguel Ángel Royo, representante de SESPAS e investigador en el Instituto de Salud Carlos III.
Además, aseguran que los niños no pueden ser conscientes de la publicidad nociva. «Hasta los 12 años el ser humano carece de la madurez cognitiva necesaria para ser escéptico ante los mensajes comerciales, considerándolos ciertos, justos y precisos cuando no siempre lo son. Siguen eligiendo con preferencia los productos anunciados, incluso cuando reciben consejo de personas adultas para elegir otros más saludables».
Los españoles consumimos casi el triple de azúcar recomendado
La compañía DKV y el nutricionista Carlos Ríos han lanzado conjuntamente el Manifiesto Por un consumo responsable de azúcar, con el objetivo de divulgar los riesgos, las causas y las consecuencias para la salud de un consumo abusivo e inconsciente de azúcar y promover una alimentación responsable. El documento incluye un decálogo de compromisos y actuaciones para conseguir implementar políticas que mejoren la salud pública y, en concreto, que reduzcan el consumo de azúcar entre la población. «Por un consumo responsable de azúcar» nace con la vocación de alertar del problema que supone el consumo excesivo de azúcar en España, donde la ingesta media diaria se sitúa en los 71,5 gramos más del doble del consumo medio recomendado por la OMS, que es de 25 gramos diarios, y además, gran parte de la población lo consume sin saberlo.