La Voz de Galicia

Víctimas gallegas del coronavirus: un as de los fogones, un querido residente y un gran emprendedor

Sociedad

D. García /  REDACCIÓN / LA VOZ DE LAS VÍCTIMAS M. Cobas /  REDACCIÓN / LA VOZ DE LAS VÍCTIMAS X. Ameixeiras /  REDACCIÓN / LA VOZ DE LAS VÍCTIMAS C. Punzón REDACCIÓN / LA VOZ DE LAS VÍCTIMAS
De izquierda a derecha, Antonio Pardo Fabeiro, que fue procurador de los tribunales y vicedecano del Ilustre Colegio de Procuradores; Antonio Costas Acevedo, conocido como Toñito, el alma de los fogones del restaurante La Iebolina, en A Coruña; y Serafín, usuario de la residencia de mayores de Castro Caldelas.

Estas son las historias de algunos de los fallecidos que se esconden detrás de los recuentos

18 Apr 2020. Actualizado a las 18:38 h.

El frío de las cifras que arroja a diario la pandemia oculta los rostros de aquellos que han perdido la batalla contra el virus. Estas son las historias de algunas de sus víctimas gallegas.

 

A CORUÑA

La sonrisa eterna de Toñito de La Iebolina. El pasado Domingo de Ramos falleció a causa del coronavirus Antonio Costas Acevedo, conocido como Toñito, un «coruñés de pro» aunque hubiese nacido en Pedornes (Oia) en 1941, y que desde el restaurante La Iebolina ofrecía salpicón de lubrigante, croquetas de cola de cigalas, angulas y chipirones encebollados. «Con su sonrisa eterna y manos pugilísticas sustentaba sus jarras de vino Cigales, deshuesaba los callos o meneaba con garbo las cocochas asumiendo una textura celestial», destaca su hijo, que lo define como «un hombre generoso, natural, sin ambages, con una espontaneidad respetuosa, sin boatos innecesarios» y recuerda que siempre estaba respaldado por «la elegancia, la dulce belleza de su mujer María Jesús, su Dulcinea de A Laracha». También explican que era capaz de hacer «reír y llorar de manera instantánea, te mandaba á merda susurrando amistad». Consiguió formar una familia luminosa después de cursar un año de formación académica, ya que a los 14 años comenzó a repartir vino por doquier en su carro-bici. «Era un sabio de la naturaleza humana, del devenir de los acontecimientos, del canto del ruiseñor, el huevo fértil de la gallina», dicen.

 

A CORUÑA

Un referente de principios y valores. Antonio Pardo Fabeiro nació en Negreira, pero residía en A Coruña desde hace más de 50 años y falleció el 9 de abril, en el Chuac, por el coronavirus. Deja viuda, Soledad Collantes; dos hijos, Antonio y Eduardo, y dos nietos. Fue procurador de los tribunales y vicedecano del Ilustre Colegio de Procuradores, y sus allegados lo definen como «genio y ?gura, señor y maestro de vida y bondad». Bajo su padrinazgo decenas de procuradores de los tribunales juraron respetar sus obligaciones profesionales y también estaba colegiado como letrado. Además, fue futbolista en clubes como la S.D. Negreira, el Racing de San Lorenzo, o el Victoria de San Lázaro, y la grada se revolvía al grito de «¡hala Tonciño!», cada vez que emprendía una de sus «célebres galopadas». Sus allegados le gritan ahora «¡hala Tonciño!» para darle el aliento que le lleve a lo más alto, aunque, realmente, consideran que no lo necesita, ya que siempre estuvo en lo más alto. Decía que «la suerte no perdura, ni la buena ni la mala», pero quienes lo conocían esperan que la suerte de haber aprendido de él perdure siempre.

 

OURENSE

Un hombre amable que acabó sus días en la residencia. En la residencia de mayores de Castro Caldelas han muerto cuatro usuarios (uno en el centro y los otros tres en el CHUO), y a todos ha querido rendirle homenaje la alcaldesa, Sara Inés Vega. En las localidades pequeñas todo el mundo se conoce, y Vega quiso despedir a los que -al menos en la parte final de su vida- fueron sus vecinos. El primer fallecido fue Serafín, de la aldea de Santa Tecla, en cuyo cementerio fue enterrado el 27 de marzo, horas después de morir. Un hombre al que describía como muy amable y del que resaltaba que siempre le decía: «Inesiña, miña prenda, imos tomar un cafeciño?». El día 30 moría Eduardo, dejando «un pouco máis orfas as partidas de cartas, un pouco máis orfas as actividades, un pouco más orfas as tertulias, un pouco máis orfa a residencia».

Ya en abril, el día 3, el estado de salud de José Ramón empeoró y la evolución en positivo que llevaba dio paso a su fallecimiento. Conocido como Pepe, había llegado a la residencia de Castro Caldelas junto a su mujer, Esther, que está pasando el coronavirus. «Xa nunca máis me dirás, ‘mentres poidamos... que será pouco’», recordaba la alcaldesa. También había llegado desde fuera de la localidad Lola, la última baja en la residencia (el pasado lunes). Natural de Poio, le gustaba hablar de su pueblo cada vez que había pescado en el menú. «O tempo que pasou lonxe da súa terra costeira foi suficiente para que perdure na miña memoria», decía Vega en su recuerdo.

 

CARBALLO

Un mecánico que participó en la fundación de un polígono industrial. El pasado martes falleció por coronavirus el emprendedor carballés Felipe Cotelo Gerpe, de 82 años, y uno de los fundadores del polígono industrial de Bértoa a finales de los años 70. Su muerte llevó a la comunidad de propietarios del parque empresarial a manifestar públicamente su pesar por la pérdida de uno de sus destacados miembros. Cotelo Gerpe fue también el creador del taller de la Mercedes-Benz en la capital de Bergantiños, lo que le permitió relacionarse durante su vida profesional con muchos otros industriales de la comarca. En el 2002 llegó a formar parte de la junta directiva de la Asociación de Empresarios de Carballo (Asemcar). Estaba en el equipo de Juan Cancela, que manifestó que Felipe Cotelo era, fundamentalmente, «una buena persona». Ese mismo año, la Asociación Provincial de Talleres le otorgó una de sus medallas en un acto que tuvo lugar en Pastoriza (Arteixo).

Cotelo Gerpe también se involucró en el mundo del deporte. En 1985 formó parte de la junta directiva del Bergantiños para encargarse, como vicepresidente, de las categorías base. Y debió ser un buen cazador, pues en noviembre de 1980 representó a la provincia de A Coruña en el campeonato gallego de caza con perro en Forcarei (Pontevedra).

 

CANGAS

Luz Camiña Bastos (93 años) fue una de las primeras personas a las que el coronavirus se llevó en Cangas sin que su familia pudiera despedirla, saber de su estado a tiempo, verla. Pero su recuerdo vital es el que transmite su hijo Manuel.

Lectora de cuanto caía en sus manos, Luz era descendiente de una estirpe marinera, como casi todo el mundo en Cangas. Los hasta tres barcos que sus antepasados llegaron a sumar en el primer tercio del siglo pasado reflejaban una posición cómoda que, sin embargo, ella no pudo disfrutar en lo afectivo. Su madre murió cuando contaba solo con 2 años y su padre a los 7.

Pero el mar volvería a su vida de la mano de su marido Segundo, O Xono, como lo conocían en la villa de O Morrazo. Él fue una personalidad muy conocida en el pueblo al haber sido designado encargado de la carpintería del imperio que los Masso levantaron en Cangas, cuando aquella factoría daba trabajo a media comarca y en Vigo también.

Luz fue tendera de un establecimiento de ultramarinos en la céntrica calle Lirio. En aquella tienda hizo sitio a una de sus pasiones, la repostería. Seguía al pie de la letra las recetas que investigaba en algún libro y las que con su prima, su apoyo familiar durante la infancia, juventud y gran parte de su vida, se atrevían a probar con aquella leche Larsa que la firma viguesa escogía con mucho tino a quienes podían venderla. Luz fue una de las dos personas que en su tienda tenían en Cangas las bolsas diarias de la leche viguesa.

Hermano alcalde

Su hermano Antonio Benigno fue alcalde entre 1963 y 1965, dos años en los que consiguió que se construyese el dique de abrigo del muelle de la villa marinera y la firma que certificaba la creación del primer instituto que se levantaría ante la playa de Rodeira. Antonio falleció en octubre pasado, a los 96 años, y antes lo había hecho su otro hermano, Estanislao, Lao.

Sin la tienda ya desde hace años y dedicada a su hogar, se convirtió casi sin quererlo en maestra del ganchillo, sobre todo para todas las vecinas jóvenes que querían preparar la canastilla a los niños que estaba a punto de nacer en el Cangas de Luz Camiña.

 


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