La Voz de Galicia

Charlie Arturaola, sumiller: «Trabajando para Robert de Niro manejé tres millones de dólares en compras de vino»

Sociedad

L. Silvoso /  A Coruña T. Rivas A Coruña
Charlie Arturaola, sumiller.

Asegura que en sus catas por el mundo nunca falta un Rías Baixas «porque es parte de mi historia y mi vida en el mundo del vino»

18 Jan 2023. Actualizado a las 16:30 h.

Charlie Arturaola es mucho más que un sumiller. Actor, periodista, divulgador… en Estados Unidos es como el José Andrés o el Antonio Banderas del mundo del vino. Estos días está por Galicia visitando viejos amigos, muchos de ellos de una etapa de su vida que lo llevó a trabajar en el sector del marisco en el puerto de A Coruña.  

¿De dónde nace su conexión con nuestra tierra?

—Un día mi padre me dijo que si las cosas me iban mal en Madrid, me fuese a A Coruña, que allí estaba la familia de muchos amigos. Soy de la quinta provincia de Galicia, de la zona más gallega que tiene Montevideo. Pero hace casi cuarenta años tuve la oportunidad de llegar a A Coruña por trabajo. Un tío como yo, que venía del campo de andar entre corderos, cambió todo eso para entrar en una cooperativa de mariscos. Ahí tuve la oportunidad de recorrer toda España. Salía los lunes, volvía los miércoles. Volvía a salir los miércoles y regresaba el sábado o el domingo. Y fue ahí cuando tuve la suerte de conocer algo que no sabía que se iba a convertir en una de las partes más lindas de mi trabajo: los pescados y mariscos que tiene Galicia.  

—No solo es un experto en vino, sino también un gran conocedor de nuestros pescados y mariscos.

—Siempre digo, y orgulloso, que entré al mundo del vino a través de la gastronomía y el marisco gallegos. Aquí es donde aprendí de besugo, de berberechos, de santiaguiños, de mejillones… y también de todo lo lindo que tienen las rías, incluido el vino blanco de Rías Baixas. Ahora bebo Valdeorras, porque la veteranía te hace ser más complejo.  

—¿Cuándo se enamora del mundo del vino?

—Me enamoré de la historia del vino y lo que supone mostrar a través de él una parte del mundo trabajando en cruceros, que me llevaron durante cinco años a recorrer el mundo. Y trabajar en ese sector, viajando desde Canarias a Odesa, o desde Estambul a las Azores, y también gracias a los idiomas, me permitió conocer y probar muchos vinos diferentes. Cuando había clientes franceses, italianos, ingleses y portugueses, los encargados siempre me mandaban a mí. Me decían 'vete tú, que te las sabes todas'. Cuando vuelvo a Estados Unidos en 1991 me doy cuenta de que nadie tenía ese don de hablar de vinos. Y después de doce años decidí quedarme en eso, echar el ancla ahí. Y como siempre quise ser el mejor, ya fuese como metre de hotel o maestro de sala, hice un curso de inmersión, nada más y nada menos que en Burdeos, para estudiar el mundo de la cata que en realidad era lo que yo quería.  

—Y ahora entrena a los jóvenes catadores.

—Formo parte de un curso en Bruselas en el que entrenamos, en mi caso en cinco idiomas, a 105 personas, entre los que hay muchos jóvenes sumilleres. El mundo de la cata hoy en día también tiene formato digital y nos permite hablar con enólogos, sumilleres o administradores de vinotecas sin necesidad de estar frente a ellos de los diferentes ángulos que tiene el vino. Y ahora, que todo está tan automatizado y que hay tantos tecnicismos, el paladar, que es lo que aportamos, es lo más importante.  

—Es todo un veterano de la profesión. 

—La sumillería fue importante para mí. Tuve la suerte de trabajar durante 25 años para el grupo de Robert De Niro, para el grupo Tribeca, donde tuve la oportunidad de manejar dos o tres millones de dólares en compras de vino. Era un negocio en el que trabajaba, sobre todo en Palm Beach, en la zona de Boca Ratón, al norte de Miami. Y ahí era conocido, no solo por comprar vino y administrar cava, sino también porque me encantaba hablar. Y en esas compras que hacía, siempre había algún vino gallego porque lógicamente esa es la vena que uno lleva desde la juventud. Porque algún Albariño que otro de O Rosal te llevas, o te llevas algún Valdeorras, o un godello. En Nueva York y en Puerto Rico se respeta demasiado el vino gallego, pero en Miami se le da la espalda. En todas mis catas por el mundo siempre había un Rías Baixas porque es parte de mi historia y mi vida en el mundo del vino.

—¿Cómo de unidos están para usted el vino y la gastronomía?

—Yo entro ahí de la mano de la gastronomía. Los jóvenes sumilleres creen que hoy en día es todo vino, y no es así. La gastronomía tiene mucho que ver. Hay que saber combinarla, maridar bien, encontrar el ángulo y para eso es necesario ser buen abogado en la materia.  

—¿Cuál ha sido el vino más impresionante o más caro que ha tenido el placer de catar?

—El más antiguo fue uno de alrededor de 1870, un vino de Madeira que caté en una fiesta en Highlands, al sur de San Francisco. Fue una botella que abrieron entre seis sumilleres y que no tiene precio. Pero también me acuerdo de otro vino de Madeira de 1920, que tiene su valor, y que tomé con mi suegro en Gales en la noche de Fin de Año. O también un tinto francés que tomé con mi padre. Pero el mejor vino es el que tomas con tus amigos, el que te hace evocar la memoria. Como el que me tomé ayer con mi amigo Alexis, que se crio conmigo en Uruguay. Nos tomamos una botella de Barolo.La diversidad del mundo del vino es lo que te lleva a poder hablar de una cultura, una región, una familia, una historia, una denominación de origen… 

—¿Qué opina de los vinos ecológicos?

—El vino bio tiene su onda, pero el vino ecológico natural es una tendencia que va a pasar. Tuve la oportunidad de probarlos, pero no me convencen. Será que mi paladar es antiguo, pero creo que simplemente es una tendencia que pasará de moda.

 

 


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