La Voz de Galicia

Ocho de cada diez muertes de niños en los países pobres se podrían evitar

Sociedad

Alfonso Torices Madrid / Colpisa
Niños en Somalia, donde la mortalidad por debajo de los cinco años es alta

Fallecen por infecciones, pero su salud se quiebra antes por la desnutrición, por virus contra los que existe vacuna o terapia preventiva o por la diarrea

26 Jul 2023. Actualizado a las 20:36 h.

Un estudio internacional liderado por científicos españoles demuestra que ocho de cada diez muertes de menores de cinco años ocurridas en los países pobres podrían evitarse. En la mayor parte de ocasiones bastaría una mejora mínimamente razonable de las políticas sanitarias y sociales en estos estados para evitar que la absoluta mayoría de estos pequeños entrase en un proceso de deterioro paulatino de la salud que terminase por costarle la vida, normalmente a manos de una infección oportunista que se ceba con su extrema debilidad.

La investigación, liderada por Quique Bassat, experto del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación La Caixa, indagó durante un lustro en las causas de la altísima mortalidad de niños en siete países africanos y asiáticos muy representativos del mundo más pobre, como son Mozambique, Sierra Leona, Kenia, Mali, Etiopía, Sudáfrica y Bangladesh. Su objetivo fue determinar las palancas de actuación pública que permitirían revertir esta situación. Es un proyecto de enorme calado y repercusión científica y social porque la mortalidad de menores de cinco años en los países pobres supone nada menos que el 99 % de todos los fallecimientos a estas tempranas edades en todo el planeta.

El equipo de especialistas liderado por Bassat forma parte de Champs, una red internacional de vigilancia de la mortalidad infantil, y basa sus conclusiones en el estudio en profundidad de las circunstancias que llevaron a la muerte a 636 chicos de entre un mes y cinco años de estos países. «Si queremos prevenir estas muertes necesitamos conocer las causas, pero el problema era que carecíamos de datos fiables», explica Bassat.

Así, para no quedarse en la superficie, con los datos sobre el fallecimiento proporcionados por las historias clínicas o las familias como únicas fuentes de conocimiento, realizaron lo que llaman autopsias mínimamente invasivas, un procedimiento forense sencillo, diseñado por los técnicos de ISGlobal, que permite obtener biopsias de diferentes órganos y desvelar la cadena de eventos y circunstancias que han conducido al menor a la muerte mediante análisis histopatológicos (de tejidos y células) y microbiológicos.

Pobreza y falta de prevención

El trabajo permitió concluir que casi en la totalidad de los casos analizados -al menos en el 87% de las ocasiones- el fallecimiento del pequeño lo desencadenó en última instancia una infección. Los agentes más letales fueron la Klebsiella pneumoniae, una bacteria asociada a los contagios hospitalarios; seguida del parásito P. falciparum, el protozoo de la malaria transmitido por el mosquito Anofeles, y la bacteria responsable de las neumonías.

Pero, como también se pudo corroborar en dos de cada tres casos, la puerta a la infección letal la abrió de forma previa toda una «interacción compleja» de factores y males, derivados en gran parte de la pobreza y las fuertes carencias en medicina preventiva, que minaron la salud de los niños y entre los que la desnutrición ocupó un papel reiterado y estelar. Junto al daño de una alimentación escasa e inadecuada abundan el contagio por VIH, por el parásito de la malaria o las bacterias y virus respiratorias, así como las diarreas. Todos males que es posible esquivar con políticas de salubridad pública y contra la pobreza básicas y con vacunas o terapias farmacológicas que inmunizan frente a estos parásitos o minimizan sus efectos.


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