La Voz de Galicia

El Rey del Cachopo vuelve a ser famoso gracias a Netflix

Sociedad

Oskar Belategui Madrid / Colpisa
Imagen de la serie documental sobre César Román, el Rey del Cachopo

La serie más vista de la plataforma bucea en la psique de un narcisista que engañó a todo un país y asesinó a su novia cuando lo abandonó

16 May 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Hasta el sobrenombre con el que ha pasado a la crónica de sucesos era una mentira. César Román se inventó muchas vidas antes de alcanzar la ansiada popularidad que anhelaba bautizándose a sí mismo el Rey del Cachopo.

Abrió cinco restaurantes en Madrid que quebraron a la vez, apareció entrevistado en diarios y radios y le invitaron a tertulias. Apenas pasaba del metro y medio, pero con su verbo florido se cameló a todo un país. Político, activista, periodista, chef... Todas las biografías de pacotilla se esfumaron en el 2018, cuando asesinó a su exnovia Heidi Paz.

Una serie documental recién estrenada en Netflix trata de desentrañar la psique de César Román, que cumple 15 años de condena por homicidio en Soto del Real. Contiene declaraciones de su protagonista extraídas de videoconferencias desde la cárcel, pero a diferencias de otros true crime también se detiene en la víctima.

Madre de dos hijos que dejó en Honduras para buscarse la vida en España, Heidi Paz tuvo la mala fortuna de cruzarse con Román, que la contrató como camarera en uno de sus restaurantes antes de iniciar una relación tóxica. La mató porque no pudo soportar que le abandonara.

«Lo interesante era descubrir su proceso de pensamiento. La psicóloga forense Ana Villarubia habla de narcisista extremo, al que la vida de los demás no le importa si no le beneficia», explica el director de la serie, Román Parrado. «César Román tiene una personalidad límite marcada por el abandono de sus padres, una falta de empatía y desconexión con lo que hace. Claro que hay muchas personas abandonadas que no cometen un asesinato. ¿Que estaba haciendo Heidi cuando la mató? Abandonarle».

Román ha dejado víctimas y pufos allá por donde ha pasado. Falange de las Jons, Plataforma per Catalunya, diarios digitales, bares por toda la geografía española... Nadie parecía sospechar cuando, erigido en el mejor cocinero de cachopos del país, presumía de haber trabajado junto a Berasategui y Arzak, participado en la guerra de Bosnia, ser íntimo del general Rodríguez Galindo o haberse infiltrado en ETA.

Hasta presumía de vasco y había nacido en Madrid.

«Siempre ha tenido el mismo modus operandi. Es un farsante que ha engañado a mucha gente en muchas ciudades y durante mucho tiempo. Un tipo que sabe hablar bien y se construye credibilidad, pero ese éxito inicial no lo sabe mantener en el tiempo. Comete errores y tiene que huir. A su exmujer le tiró una bombona de butano pero falló; agredió con una botella rota a un chico en Algeciras la primera vez que estuvo en la cárcel. Podía haber matado antes. En la serie ha sido imposible contar toda su vida en tres capítulos», enumera Parrado.

No hay suspense en la serie más vista de Netflix estos días. Las pruebas incriminaron a Román, que dejó sus huellas en la botella de sosa cáustica con la que trató de hacer desaparecer el torso de Heidi Paz tras descuartizar su cuerpo. Una maleta, la localización del móvil, el taxista que le llevó...

Nunca se duda en la serie de su culpabilidad. Sin embargo, la estrategia del homicida pasa por ensuciar la honorabilidad de su exnovia, a la que acusa de haber robado una bolsa con doce kilos de cocaína.

«Su táctica es inundarte con información falsa. Te pierdes. El trabajo de fact checking en este documental ha sido ingente», apunta su director. «Por ejemplo, conoce el nombre del jefe de guardaespaldas de la Casa Real. Lo compruebas y es verdad, pero el resto es mentira».

La presencia de la madre de Heidi Paz es fundamental. Convencerla costó muchas llamadas a Honduras. «Gloria estaba muy desengañada del trato recibido en España, donde se había ignorado la figura de Heidi», lamenta Parrado.

Los límites del true crime 

La madre de Gabriel Cruz, «el Pescaíto», el niño asesinado en Almería en el 2018, protestaba estos días porque su asesina rueda al parecer un documental. ¿Hay límites en los true crimes que inundan las plataformas? «El límite es tratar los temas con respeto y sin morbo», establece Román Parrado, que ha dirigido El asesino de la baraja y el programa Salvados. «Los true crimes pasan por controles de una cadena, pero he visto reportajes informativos donde no se trataba con respeto a la víctima».

César Román se adelantaba al estreno de la serie el pasado abril reconociendo su culpabilidad en una carta. Cuando lo supieron en Netflix se preocuparon porque El Rey del Cachopo se pasa los tres capítulos defendiendo su inocencia. Después se acordaron del momento en el que reconoce que si confesara el crimen le iría mejor, porque así conseguiría el tercer grado penitenciario.

«Si fuera sincero y se arrepintiera de verdad, confesaría dónde está el resto del cuerpo. Hay una familia que no ha podido enterrar a su hija. La carta es un epílogo perfecto: se cierra el círculo y, paradójicamente, César vuelve a ser popular gracias a la serie».


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