La Voz de Galicia

Taylor Swift conquista un Bernabéu abarrotado

Sociedad

Carlos G. Fernández Colpisa / Madrid

Taylor Swift conquista un Bernabéu abarrotado

Un público entregado acompaña a la cantante por cada una de las eras de su espectáculo que este jueves tendrá su segunda edición Madrid

30 May 2024. Actualizado a las 13:01 h.

Colas y colas de fans, con profusión de disfraces y purpurina, encaminándose a las más de 30 puertas habilitadas para entrar en el Bernabéu. El barrio, completamente tomado desde hace días, entre fans ávidos de merchandising, camiones de la gira -más de sesenta-, y el despliegue de seguridad. El estadio del Real Madrid, aún ni siquiera formalmente inaugurado, y con problemas de insonorización por resolver, se preparaba para acoger el evento del año, el primero de los dos conciertos de la superestrella norteamericana Taylor Swift. Los primeros en llegar pudieron entrar en la pista -o encontrar cómodamente su asiento, si estaban en la grada- hasta cinco horas antes de la aparición de la estrella.

El grupo que telonea a Swift en Europa es Paramore, muy conocido en el mundillo del rock alternativo, pero apenas una mota de polvo al lado de la cantante de Pensilvania. No siempre fue así: como contó la cantante Hayley Williams, en una fiesta de 2008 la propia madre de Swift le vino a decir que su hija era muy maja, conocía a poca gente y que podrían ser amigas. Ese brazo tendido por la cantante se lo devuelve ahora la diva más grande, según los números, de la historia, permitiéndole hacer de telonera en el tour más colosal de todos los tiempos. Tras la actuación de Paramore, en el Bernabéu la expectación se iba haciendo máxima.

La entrada en escena de la artista, a las ocho de la tarde, fue recibida de forma apasionadísima por parte del público -como era esperable, por supuesto-, que veía por fin el fruto de tanta espera, tanto gasto y tantas esperanzas puestas en una noche para no olvidar. Comenzaba, como viene haciendo en el resto de la gira, con Miss Americana and the Heartbreak Prince, saliendo de unos pétalos, o conchas, en una canción de calentamiento para el verdadero bombazo inicial, Cruel Summer, uno de sus más triunfales éxitos recientes. Empieza el concierto, pues, con la era de Lover, su disco de 2019.

«Ni de coña»

El estadio -y todo el barrio- quedó atronado por los pegajosos estribillos de temas como I Knew You Were Trouble. En cada país, uno de los bailarines canta en el idioma local unas palabras de We Are Never Ever Getting Back Together, y aquí el equipo de Swift ha hecho caso al clamor de los fans en redes, que pedían que se dijese exactamente esto: «Ni de coña» -entendiéndose como que jamás volveremos a estar juntos como pareja-. Ovación total. Entre medias, etapas más intimistas de la cantante con las canciones de los discos evermore y folklore. Aquí, al terminar Champaigne Problems, Taylor sorprendida se levanta de su piano decorado con musgo para recibir la ovación del público con cara de no creérselo, exactamente igual que en el resto de la gira.

Después, plato fuerte, el disco más exitoso de su vida, de momento: las canciones del 1989 -y vestida más o menos de los colores de la bandera de España-, entre ellas Blank Space y Shake It Off, dos de sus piezas más redondas y celebradas. También Bad Blood donde imponentes lenguas de fuego amenazaban con llegar al techo del nuevísimo estadio.

Poco a poco, pues, vamos viajando por estas «eras» de Taylor Swift, toda su historia musical dividida en diez partes, con diez cambios de vestuario y moviéndose entre los tres escenarios que han necesitado tres días frenéticos para construirse, con complejos mecanismos que varían la altura continuamente. Gigantescas pantallas por detrás -y varias a lo largo del techo del estadio- muestran a una Taylor inmensa que siempre sabe dónde está su cámara. La historia que cuenta el concierto atravesando las eras, por tanto, es ni más ni menos que la suya propia, canonizada por etapas como si de heroicos capítulos bíblicos se tratase.

JUANJO MARTIN | EFE

La última etapa también tiene su lugar, con buen número de canciones: sonarán varios temas del recién salido del horno The Tortured Poets Department. La discográfica ha comunicado que las ventas de este último disco, en apenas un mes, ya superan los seis millones de unidades. Tras I Can Do It With A Broken Heart y su aire de cabaret llega otro de los momentos más esperados: el de las canciones sorpresa.

En cada concierto, solo varían dos temas. El primero es Sparks Fly, un tema del olvidado Speak Now (normalmente, Taylor solo interpreta una canción de este disco, aunque aquí le ha dado una vuelta mezclándola con otra de las nuevas). La segunda, I Look In People's Windows, también del disco nuevo. Ya solo faltaba la recta final con la era de Midnights, apropiada, claro, para el final de la noche. El público salió extasiado tras las más de tres horas de concierto, y muchos regresarán mañana.

El precio de las entradas oficiales oscilaba entre los 75 euros en las zonas más baratas y casi 600 euros con los paquetes más exclusivos. La reventa es otro cantar y es difícil fiarse de los datos, pero se habla de que hay personas que han pagado hasta 4.000 euros. La semana previa, e incluso el mismo día, se liberaron nuevos paquetes de entradas a precios razonables, lo cual contrasta con la supuesta exclusividad de aquel famoso sorteo de entradas hace casi un año donde se agotó de la primera a la última en tiempo récord.

Swift no pisaba un escenario en España desde 2011, hace trece años -trece, el número favorito de la cantante. Ese año, 4.000 personas disfrutaron un concierto en el Palacio de los Deportes de una Swift que ya había despuntado sobre todo con el éxito de Fearless, álbum del año en los Grammy (también fue a divertirse al Hormiguero, por cierto). Desde entonces, ha ganado ese premio tres veces más, superando a cualquier artista anterior. Desde entonces, claro, Taylor Swift es otra, es una empresaria milmillonaria que consigue convencer a su público de ser una chica completamente normal. Y esas 4.000 entradas vendidas en 2011 ahora son 140.000. Nada que envidiar a una final de Champions.

La artista acumula más de cuarenta récords mundiales Guinness, recoge millones y millones de euros con cada concierto, y deja tras de sí ciudades colapsadas pero incluidas en esta fiesta de la recaudación: se estima que los dos conciertos pueden generar hasta 30 millones de euros en hostelería y pernoctaciones. Como una reina Midas, parece la bendición para cualquier ciudad europea a lo largo de estos 51 conciertos, dejando incrementos sustanciales en ingresos allá donde pisa. Un fenómeno tan económico como cultural, si no más, que al día siguiente tendrá un segundo pase.


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